La felicidad es algo que no solo buscamos como objetivo en la vida, sino que también consiste en el motivo de estudios de millones de expertos alrededor del mundo: ¿qué es la felicidad?, ¿hay que buscarla?, ¿qué tienen en común las personas felices? Y un sin fin de preguntas que inquietan, principalmente, a los profesionales de Harvard.
Tanta es esta inquietud que esta institución ha estado realizando el estudio científico más longevo de la historia sobre la felicidad, una investigación que en la actualidad cuenta con 86 años de trayectoria.
Ese mismo estudio ha abierto la veda a muchas más posibilidades en cuanto al bienestar, sobre todo, a la última pregunta: qué hábitos realizan de manera habitual las personas más felices. Y aunque desde fuera parece muy complicado, en la simpleza está la solución. Según Harvard, es tan sencillo como relativizar las decisiones.
Tener pocas opciones nos hace felices
Aunque pueda parecer contradictorio, la Universidad de Harvard sugiere que tener menos opciones puede promover la felicidad. Esto se debe a que cuantas más opciones tenemos, más oportunidades tenemos de arrepentirnos de las elecciones que hemos hecho.
Esto suele pasar cuando vamos a restaurantes y tenemos delante de nosotros miles de platos que elegir. No saber cuál escoger es lo que nos lleva a pensar cuál nos apetece más, y a pesar de que nos dejemos llevar, siempre hay una pequeña vocecita que nos dice que tendríamos que haber elegido el otro.
A lo largo del día, las personas tomamos una media de 35.000 decisiones, lo que acaba resultando agotador. En un estudio de la Universidad de Minnesota publicado en The Journal of Personality and Social Psychology, tener más opciones de compra interfirió con la capacidad de las personas para prestar atención y completar problemas aritméticos simples.
Cada día, nos vemos inundados de opciones. Algunas son pequeñas, como nuestro pedido de café matutino, mientras que otras son grandes, como si tenemos que romper una relación. De hecho, en muchas ocasiones nos rodeamos de opciones que simplemente no necesitamos o vienen determinadas.
Décadas de investigación psicológica sugieren que las personas que toman decisiones "suficientemente buenas", en lugar de decisiones "perfectas", suelen ser más felices. Además, nuestra propia mente no tiene la capacidad suficiente como para tomar decisiones perfectas en todas las ocasiones.
Cuando tenemos muchas opciones, no solo nos obligamos a sentir estrés y ansiedad por elegir la perfecta, sino que pensamos que todas las demás se están sacrificando. Estudios psicológicos han demostrado que se forman más parejas cuando existen menos candidatos; se saborea mejor uno de los tres vinos elegidos que el que se selecciona en una carta de un centenar o que son más felices las personas casadas que tenían pocos pretendientes que quienes tenían muchos.
Lo hemos escuchado durante toda la vida, "no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita". Nos pasamos el tiempo pensando qué es lo perfecto para nosotros, sin saber que con que satisfaga nuestras necesidades en muchas ocasiones es suficiente.
La paradoja de la elección
Esta misma mentalidad fue la que adoptó Barry Schwartz cuando desarrolló su paradoja de la elección. Con ella, quería manifestar que los seres humanos experimentamos niveles más altos de estrés, ansiedad e insatisfacción conforme más opciones disponibles se nos presentan.
La paradoja de la elección estipula que, si bien podríamos creer que el hecho de que se nos presenten múltiples opciones en realidad hace que sea más fácil elegir una con la que estemos satisfechos y, por lo tanto, aumenta la satisfacción del consumidor, lo cierto es que tener una gran cantidad de opciones en realidad requiere más esfuerzo para tomar una decisión y puede dejarnos sintiéndonos insatisfechos con nuestra elección.
Cuando aumenta el número de opciones, también aumenta la dificultad de saber cuál es la mejor. En lugar de aumentar nuestra libertad para tener lo que queremos, la paradoja de la elección sugiere que tener demasiadas opciones en realidad limita nuestra libertad.
Internet y las redes sociales nos han hecho más fácil ver todas las diferentes opciones que tenemos disponibles, sin tener que estar físicamente en una tienda para determinar cuáles son. Estamos constantemente teniendo que decidir, y los expertos confiesan que quizás ese es uno de los motivos por los que no somos tan felices como queremos.
En este punto, tenemos que aprender a relativizar las opciones. A dejar de tomar tanto tiempo pensando qué leche comprar o dejar de pensar por qué no cogimos la otra que había al lado.
Con las decisiones más simples, tenemos que eliminar las oportunidades de duda, seguir adelante con aquello que hayamos decidido y no quedarnos atascados en el pasado. Para decisiones importantes, es importante tomarnos nuestro tiempo. Pero también, no perderlo mirando atrás una vez tomada la decisión.