"Aquí vamos otra vez. Amor, miedo, noches de insomnio, el teléfono junto a la cama, sentirme mojada". Sara acorta la distancia prudencial que la mantenía alejada del objeto del deseo, el examante retornado que reaparece en su territorio.
Se hizo la ilusión de haber calmado los sofocos de aquel día. "François, mi amor, mi amor…", suspiró mientras se apretaba el vientre en la soledad de un ascensor segundos después de verle a la distancia.
Precisamente el deseo femenino se explora en Fuego, la más reciente película de Claire Denis, adaptación de ciertas partes de Un tournant de la vie (2018), novela autobiográfica de Christine Angot con quien Denis escribió Avec amour et acharnement (Fuego, título en español).
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Con esta historia, la directora francesa hace estallar por los aires los clichés en relación al adulterio, a la dinámica de un triángulo amoroso, así como a lo que entendemos como la felicidad duradera. A Denis le interesa que veamos hacia otro sitio, y ese lugar está habitado por el deseo de Sara.
Esquivando en lo posible los spoliers, la película se inicia en un derroche máximo de felicidad y sensualidad. Sumergidos a medio cuerpo en un mar turquesa Sara (Juliette Binoche) y Jean (Vincent Lindon), con el sol quemándoles la piel, no dejan de besarse, abrazarse, de tocarse. Transmiten pasión, amor, complicidad, compenetración.
De vuelta a París, descubrimos la normalidad. Sara trabaja como periodista conduciendo un programa de radio en el que habla de temas sociales, del racismo, del feminismo, del colonialismo. La vida con Jean (exjugador de rugby, que ha cumplido una pena en la cárcel, intenta reinsertarse en el campo laboral) parece ser placentera, desde la convivencia hasta la sexualidad. Jean y Sara conforman una pareja desde hace 10 años, tras la ruptura de Sara y François.
Al reaparecer François (Gregoire Colin), que además es un antiguo amigo de Jean, se produce un cortocircuito: se reactiva –como si se tratase de un dragón dormido- el deseo de Sara, que ella intenta mantener a raya. Por otro lado, los celos e inseguridad devoran la calma y poca malicia de Jean, y desde la butaca no sabemos cómo interpretar las (¿turbias?) intenciones de François.
Como espectadoras es fácil perdernos en la rigidez de ese triángulo. ¿Acaso no hemos visto esta historia antes? ¿Qué nos aporta de nuevo?
Fuego nos sitúa en un lugar lejos de las convenciones, porque no se trata de identificar al "amor de su vida". Claire Denis nos coge de la mano para saltarnos todos los cuentos que ya conocemos de "happyend-vivieronfelices", para ir mucho más allá, para introducirnos en el terreno minado del deseo.
Existo como mujer
Pongamos, pues la atención en el personaje de Sara, al final de la cincuentena, una franja de edad que se identifica como "mujer madura". Sara es una fémina que desea, que expone su sexualidad y su desnudez.
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No es la primera vez que Claire Denis presenta un personaje femenino con estas características; por ejemplo, en Un sol interior (también en colaboración con Christine Angot, 2017), Binoche en su madurez, se metió en la piel de una mujer que emprende una exploración en el campo del amor y de la sexualidad (unidos o separados).
Al hilo de Fuego, la directora y guionista aprovechó la oportunidad en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián para subrayar que ve la madurez como una cualidad.
"Filmé una fuerza de Juliette que decía: estoy aquí y existo, existo como mujer", proclamó Denis, para luego agregar que le parecía triste "esa idea de la juventud vinculada al deseo y al amor, como si en una mujer mayor ya hubiesen muerto la sensualidad y el deseo, como si fuese algo efímero".
Fuego es una muestra de que no es así, de que el deseo no tiene fecha de caducidad. En Sara hay sensualidad, sexualidad, amor y deseo, pero sobre todo en ella está la libertad de ejercerlos desde el lugar de la mujer, y puede que esto descoloque, que nos arrime a la esquina del desconcierto. Sara no desea como un hombre, sino como una mujer.
¿Acaso estamos tan acostumbradas a pensar que sólo los hombres desean y que las mujeres estamos destinadas a constituir únicamente el objeto del deseo?
"Aquí vamos otra vez…".