Málaga

Sí, ya sabemos que estar soltero no tiene nada de malo. Que, como decía el personaje de la serie La que se avecina, la soledad es iluminadora y hay que conquistarla. Que nadie debe depender de otra persona para ser feliz. Que el amor romántico es una falacia y un grillete heteropatriarcal… Bueno, sí, ya sabemos sobradamente todas las cosas que nos cuentan nuestros amigos solteros poco antes de San Valentín.

Pero, ay, colega, cuando llega el 14 de febrero y no tenemos a nadie con quien celebrarlo es como estar en Madrid en verano: que, vaya, vaya, no hay playa. "¡San Valentín es una festividad comercial inventada por los grandes almacenes para sacarnos los cuartos!". Que sí, que eres el único que se ha dado cuenta, tranquilo.

Desde luego, en el eterno debate de qué es mejor, si tener pareja o estar soltero, ambos bandos tienen lo suyo y el que no se consuela es porque no quiere. De hecho, hay locatis que lo resuelven de la manera más original posible y se casan consigo mismos: literalmente celebran una boda para declarar su amor propio. Personas con gatos que se transforman en los solterones de Schrödinger: están y no están emparejados.

A nosotros nos parece estupendo, pero siempre habrá alguien como el jefe de Kirk Van Houten para el cual los solteros son una especie desconocida, casi extraterrestre, que no interesa. Los solteros son una especie extraña.

Más allá de la poca visión comercial de no considerar a los solteros un mercado que explotar, lo cierto es que San Valentín no es tiempo para solitarios. Y, siendo francos con nosotros mismos, aunque sea en la soledad (no queda otra) de nuestro dormitorio, cuando estamos sin pareja, queremos tener una. Casi nadie lo reconoce, pero, hey, es una verdad popular a voces. Porque, venga, en el fondo, todos queremos un amor de película; querernos con alguien como se quieren Neo y Trinity que se quieren como nuestros abuelos, por y para siempre.

Pero mientras llega o no esa persona que por fin nos hará feliz con su sola existencia, podemos acudir a los mejores rincones de Málaga para llorar nuestra soltería. Lugares que, lejos de devolvernos la alegría de vivir, nos harán ceder y que quedemos de una vez por todas con la Encarni, la hija de la amiga de nuestra madre, que es una chica muy mona y muy limpia.

En lugar de hacer por San Valentín lo de siempre, sal a llorar a la calle. Freepik

Y, sobre todo, vamos a ahorrarnos el "aunque yo no lo necesito, estoy muy bien soltero, haciendo lo que me da la gana, entrando y saliendo cuando quiero sin dar explicaciones a nadie, y ligando un montonazo por Tinder/Grindr. ¡Me estoy hinchando! ¡Ya he pillado tres veces mononucleosis, eh! ¡Nunca he estado mejor!... Aiuda".

Bajo la Peña de los Enamorados de Antequera

Matizamos que hemos escrito en la falda del peñón, no encima. Hay que evitar ideas malsanas en la medida de lo posible.

El amor puede ser bonito y trágico, o sólo trágico. Diputación de Málaga

Qué mejor lugar para llorar por nuestra vida sin amor romántico que el sitio donde, según las leyendas, el amor romántico estrelló a dos enamorados, un cristiano y una princesa árabe. La pasión imposible de estos Romeo y Julieta malagueños acabó como siempre acaban este tipo de historias. Así que dejemos fluir nuestras lágrimas en este maravilloso paisaje mientras las cosas muertas nos contemplan.

En la ermita de San Antón de Mijas

En el municipio chichilargo hay numerosas iglesias curiosas, pero la de San Antón atesora una tradición que data del siglo XV y que a muchos llama la atención: tirarle piedras al santo para que nos salga pareja. En realidad es para que nos salga novio, pero queremos ser políticamente correctos.

Así, cada 17 de enero, día de San Antón, cientos de solteras y mocitas viejas acuden para lanzar chinas a la imagen del santo, concretamente, a sus genitales. Si éstas le dan en la entrepierna, la creencia popular dice que la lanzadora se echará novio casadero.

Quién diría que apedrear la entrepierna de un santo podría hacerte triunfar. Google

Hay, por supuesto, quien no pilla cacho ni amenazando al pobre San Antonio Abad con tirarle una roca de cinco kilos, por lo que ya sólo queda acudir a esta ermita para conmover con nuestro llanto solitario a las fuerzas ultraterrenas.

En la sección de maletas de unos grandes almacenes

Hay quien viaja solo y se lo pasa fetén. Conoce a gente nueva e interesante, se deja llevar sin rumbo fijo por los lugares sorprendentes del destino que visita, hace y deshace a su antojo: si quiere levantarse tarde, tarde se levanta; si quiere comer comida típica, la come; si tiene que parar mil veces a hacer pipí, nadie le grita "¡Pero si acabamos de parar!".

Cuando el dependiente nos pregunte si necesitamos algo, le diremos que no, que sólo hemos ido a llorar.

Pero si algo define la vida en pareja, son los viajes. Porque aunque hay gente que se lo monta muy bien para viajar sola, la mayoría es incapaz de hacerlo. Y pocas cosas más románticas que un viaje de enamorados. Descubrir otras ciudades, otros países juntos y darles un sentido que pertenezca única y exclusivamente a esa unidad de dos es el final, pero la propia organización ya supone una aventura en sí misma. Y como colofón, lo mejor: cerrar en la barandilla de un puente un candado con las iniciales de los tortolitos, algo que no se ha hecho nunca.

En Sacaba Beach y bajo la Torre Mónica

Si viajar es una cosa muy de hacer en pareja, ir a la playa no digamos. Hay quien no pisaría el litoral si no le obligara el contrato emocional. Así que para recordar aquella vez que ibas con tu novia a la playa a pelar la pava, qué mejor que acercarse a Sacaba Beach. No sabemos si el nombre de este arenal malagueño es una contracción de "se acaba" la playa, pero en esta ocasión se puede interpretar como un "sacaba" el amor. Además, ¡qué bien queda una persona llorando frente al mar! ¡Es tan cinematográfico!

Y, ya que estamos, podemos verter lágrimas en la arena por lo que otros tienen y nosotros no bajo la sombra de la chimenea del Plomo, la más alta del litoral malacitano con 104 metros de altura. Por ese nombre no la conoce ni el Tato, pero si la llamamos Torre Mónica la cosa cambia, aunque su restauración acabó con uno de los actos de amor más románticos de la historia malagueña.

La restauración de la Torre Mónica acabó con uno de los gestos más románticos de Málaga. Diputación de Málaga

Los más jóvenes del lugar quizás no lo sepan, pero esta torre tenía una enorme pintada en la que se leía el nombre de Mónica. Con el paso del tiempo se averiguó quién había sido el enamorado capaz de perpetrar semejante gesta de amor, una hazaña que le valió la mano de su amada y, estamos seguros, más de una noche de tórrida pasión.

En las escaleras que dan al mar del Muelle Uno

Este era nuestro sitio preferido para diluir las lágrimas de dolor al mezclarse en el salado Mediterráneo (¡postureo sentimental absoluto!), pero la realidad es tozuda y no nos deja ni sufrir tranquilos.

En el Muelle Uno hay unas escaleras que desembocan justo en el agua y es un sitio muy fotogénico y realmente bonito, el lugar ideal donde llevar a alguien con quien quieres tener algo más, para charlar y, bueno, deslumbrar.

Por desgracia, las escaleras que dan al mar del puerto de Málaga están en obras. F. M. R.

Y, como todo sitio romántico, es genial para nuestro propósito masoquista, pero como el Muelle Uno está actualmente en obras, pues mejor lo dejamos para otra ocasión. Porque seguro, seguro, que el año que viene seguimos teniendo la oportunidad de llorar nuestra soltería durante San Valentín.

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