Pongámonos en situación. Estás trabajando como vigilante en la playa de Torreblanca (Fuengirola), la misma en la que conociste a tu novio. Son como las 13:30 horas, hace mucho calor, y de repente ves una moto de agua acercándose desde el mar por el carril de entrada a la playa. La llevan justamente tu pareja y tu suegro. Te acercas a la orilla mientras piensas que vas a tener que regañarles. De pronto, se baja tu novio, que lleva un flotador enorme -¿tiene forma de anillo?- y ¿es eso un traje de chaqueta?
Cuando quieres darte cuenta, Enrique está de punta en blanco, mojándose por las olas, de rodillas: "En la playa que nos conocimos, ¿qué mejor sitio para pedirte que te cases conmigo?". Y todos alrededor estallan en vítores: "¡Qué bonito, qué bonito!"
"Al principio le ha costado, claro, no se esperaba todo el tema", explica a EL ESPAÑOL de Málaga entre risas Enrique, el novio en cuestión, ya comprometido con Karol, que ha tenido que seguir con su jornada laboral hasta las 19:00 horas.
Enrique siente "felicidad a tope" tras tener el sí definitivo, para el que quiso plantearlo de la forma más original posible: "Muchas veces la pedida mano es algo muy íntimo, pero para qué hacer un viaje caro si realmente lo podemos compartir". Ese ha sido su objetivo: involucrar en su amor a familia y amigos, que también estaban citados en ese punto de la playa, en un momento divertido y original, que llegase a la gente tras los sinsabores de la pandemia.
"He organizado esto con tiempo, desde hace un mes o así he estado preparando todo: el traje, el flotador, la moto de agua... Solo lo sabían el chófer, que era mi padre, y a los que he tenido que avisar para organizarlo. A mis amigos y familia les dije que tenían que estar en la orilla a esa hora, y ya está. Secreto de sumario a tope", relata Enrique.
Ahora les queda por delante una boda, que probablemente no sea hasta dentro de 2 o 3 años, "tenemos que hablarlo tranquilamente". Será difícil que supere en originalidad a la pedida, pero Enrique tiene claro que tendrán algo en común: "No es tan importante el dinero o el coste como la originalidad y que la gente lo pase bien. Cuando hagamos la boda, eso es lo que vamos a tener más en cuenta, que la gente sea parte".
Todo por Karol ("Ella se merece eso y más") y por, según explica Enrique, "que la gente se preocupe por dar amor y defenderlo, que es lo que realmente vale".