Entre forros polares, mosquetones, cuerdas y neoprenos, las paredes de la tienda deportiva La Trucha acogen los recuerdos de una vida plasmados en fotografías. Una subida al Aconcagua, un viaje a la Patagonia, la expedición de la Universidad de Málaga a la Antártida del Círculo Polar o la dedicatoria de José Armengol, campeón de pesca submarina. Todos forman parte del salón de la fama que la familia Maqueda Sotomayor conserva como tesoro a medio siglo de vida dedicados a la escalada y al buceo.
Desde el pasado lunes, en el escaparate del número 100 de Carretería luce el cartel de Liquidación por jubilación. En los próximos meses, este histórico negocio del centro de la ciudad echará la persiana para siempre: "Tenemos un punto de tristeza, pero mi mujer y yo somos muy activos. Nos encanta viajar, así que queremos aprovechar para disfrutar”, explica Gustavo, propietario de este negocio fundado en 1973 por su padre.
En aquellos comienzos de la década de los 70, La Trucha era un comercio especializado en pesca con caña de río, armería y un sinfín de subcategorías entre las que se encontraba el yudo, el baloncesto… o pelotas de playa y juguetes: "El nombre nace debido a la afición que tenía mi abuelo por los peces”, afirma Paula Maqueda, tercera generación al frente del local.
Cuando Gustavo se responsabilizó de seguir con el trabajo familiar, orientó la temática hacia sus aficiones: "Se centró en lo que le gustaba y eliminó otras cosas. Fuimos pioneros en Málaga, y diría que casi que también en Andalucía en lo que a escalada y buceo respecta", subraya. Esta arquitecta técnica se plantea ahora enfocar su futuro hacia la docencia: "Me voy a preparar unas oposiciones".
Durante todos estos años, la tienda ha formado parte de su día a día: "Mi experiencia laboral ha sido complicada, así que mi casa siempre ha estado abierta para mí. Desde que era joven venía aquí en verano”. Pese a que han intentado buscar un traspaso con tiendas del gremio, la continuidad no ha sido posible: "No es que vayamos a cerrar ya, pero poco a poco vamos a ir liquidando lo que tenemos”, asegura.
Entre el ajetreo de la conversación, un policía local comprueba la talla de un forro polar en uno de los mostradores. Una pareja de jubilados pregunta por un silbato con termómetro y otros amigos de la familia aparecen para saludar: "¡Me he enterado de tu jubilación y no sé si darte el pésame o la enhorabuena!”, bromea uno de ellos.
Visiblemente emocionada, Mariana, mujer de Gustavo y madre de Paula, recuerda cómo hace 40 años se hizo cargo junto a su marido del establecimiento: "Hemos enfocado nuestra tienda hacia los que nos gustaba. Deportes que practicamos desde hace tiempo y abarcando distintas disciplinas”. Relata que lo mismo vienen preguntando por material para un paseo tranquilo por el Monte Coronado que se preparan para subir al Himalaya: "Hemos vendido de todo. Desde lo más básico hasta lo más sorprende”. De Málaga para el mundo.
Se le entrecorta la voz cuando habla de los amigos: "No solo son clientes. Son mucho más”, dice entre lágrimas. Mirando al pasado, vuelve a vislumbrar aquel pequeño establecimiento que aguardaba poco más que el escaparate. Vino la primera ampliación y, hace veinte años, la tercera: "Reformamos el edificio entero a medida de cómo queríamos que fuera la tienda, con el pilar emulando las rocas de la escalada. Fue un reto muy grande y ahora lo veo como algo muy bonito porque fuimos capaces de plasmar nuestro sueño”, destaca Gustavo.
La situación económica ha influido: "Este último año hemos igualado las ventas de antes de la pandemia, no nos podemos quejar, pero la venta por internet ha crecido demasiado y nos ha hecho daño”, asegura Mariana, quien puntualiza que en ocasiones se han convertido en un escaparate para las tiendas online: "La gente ha perdido un poco la continuidad de comprar físicamente. Algunos vienen, se lo prueban y te dicen que se la van a comprar por internet. Frustra mucho”.
En cambio, en el otro lado de la moneda que cada temporada vuela por los aires de La Trucha, están las satisfacciones. La mayor de ellas, la gratitud de la gente. Ahora, se abre paso por delante la alameda del futuro, que marca el camino hacia nuevas cimas.