"Ponme un pitufo de pavo y mantequilla". Esta será probablemente una de las frases que más escuches si pasas bien temprano por Ultramarinos Zoilo, una institución en el centro de Málaga donde cada día despachan estos deliciosos bocadillos, exquisitos embutidos locales como el salchichón y vinos de la tierra. Zoilo Montero y Mari Carmen Rodríguez abrieron la pequeña tienda de comestibles en calle Granada hace ya más de medio siglo.
La historia se remonta mucho más atrás en el tiempo. El dueño marcha de su Herrera natal, en Sevilla, con apenas 14 años para trabajar con su tío en Málaga. Aprende el oficio junto a él en distintas tiendas, entre ellas una de comestibles en los Baños del Carmen. A finales de los años 40, narra Fernando Alonso González en su libro Comercios históricos malagueños, "Zoilo hace el servicio a domicilio en bicicleta porque tenían muchos clientes y hasta servían al colegio de El Palo".
Poco después, "su tío le deja la tienda de Pedregalejo y se muda a una confitería en calle Ollerías, mientras que su hermano Isidoro Álvarez se establece en una tienda de comestibles que había en calle Granada y funda Ultramarinos Álvarez (el futuro Ultramarinos Zoilo)", relata el escritor y profesor de Lengua y Literatura en su volumen publicado por Ediciones del Genal.
"Zoilo recuerda con nostalgia estos primeros años como una época en la que había muchas dificultades. Eran los años de las cartillas de racionamiento, cuyos cupones cortaba, y en la tienda se vendía sobre todo conservas, semillas a granel (garbanzos, lentejas) y aceite", resume González en el completo libro donde recuerda que entonces "el centro de Málaga estaba lleno de gente y vivían muchos vecinos en los alrededores".
Despachando productos en la calle Granada, Zoilo se cruza con la que sería su futura esposa. Mari Carmen Rodríguez trabajaba en una huevería justo al lado. "Abrieron los Ultramarinos Álvarez en 1952, 53. Después se lo traspasó a mi padre y junto a mi madre montaron Ultramarinos Zoilo", cuenta su hija, Luisa Montero, en el interior de la tienda durante una entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga. "Se casaron en 1967, cuando ya el traspaso de la tienda de ultramarinos estaba pagado", aclara González.
Desde entonces, este pequeño ultramarinos con mucho encanto ha resistido carros y carretas: desde crisis económicas al éxodo de vecinos del centro o las temidas franquicias, que atestan hoy día la zona. "Antes vivía mucha gente en el centro. Se fueron yendo. Nos adaptamos a las circunstancias y a los nuevos turistas. Aún así seguimos con la tradición", asegura Luisa mientras atiende a varios clientes, que vienen en busca de aceite, jamón al corte y bocadillos.
La carta de productos
El comercio señero ofrece productos típicos malagueños, tradicionales y de calidad. Venden a muy buen precio conservas (bacalao en especial), salchichón de Málaga, chorizo de Ronda, queso local, vino dulce, jamón, borrachuelos, tortas de algarrobo y de almendra, mermeladas caseras, uvas pasas, pan de higo, aceite de oliva, vinagre, miel de caña y aceitunas. Además, cuentan con una amplia variedad de vinos de la tierra (tintos, blancos, dulces y vermú). Sin olvidar que cada Navidad el comercio se llena de dulces (gustan sobre todo los mantecados de La Perla de Antequera).
"Los productos locales se venden muchísimo, sobre todo la charcutería de buena calidad. Muchos turistas nacionales e internacionales se preguntan: "¿Qué le llevo a mi familia y amigos?". Antes quizás comprabas una camiseta, pero es más agradecido llevarle comida", señala Luisa, que opina que si se llegan a enfocar sólo al turismo no podrían haber sobrevivido a la pandemia.
Muchos de sus clientes son ya fieles devotos de la tienda desde hace décadas. "Muchos vienen por el boca a boca. Hay turistas de paso. Es una zona muy céntrica que tiene el Museo Picasso al lado. Se acerca gente de fuera que busca un regalo, un recuerdo de Málaga, para llevar a casa. Y personas que vienen a buscar cosas que no encuentran en otro sitio", destaca la hija de Zoilo.
Entre los productos más demandados están los bocadillos, que los hay de todos los tipos. "Se venden muchos para los trabajadores del centro: del Museo Picasso, de las distintas obras, de los servicios de limpieza municipales", afirma Luisa, que recuerda que esta semana le dijeron que la escritora Victoria Sotorrío ha publicado una novela ambientada en los años 90, cuyo protagonista compra los bocadillos aquí mismo. Un simple gesto que "hace mucha ilusión".
Aceite para las Ánimas
En Ultramarinos Zoilo también despachan mucho aceite. Algunas de sus botellas van a parar a la Iglesia de Santiago, que está muy cerca. "Allí está el cuadro de las Ánimas del purgatorio más famoso de Málaga. Hay mucha gente devota que le pide un deseo. Si se le concede le ofreces luz. Antes llevabas velas, pero ya no dejan. Por eso le acercan aceite. La Iglesia luego lo dona", explica Luisa.
-¿Cuál es el secreto para que la tienda de ultramarinos siga abierta durante tanto tiempo?
-La atención al cliente. Hay que escucharlo y cuidarlo.
Antonio Jesús Rentero, un joven empleado de la tienda desde hace tres años, está seguro de lo mismo: "La manera en que te atienden. Vas a otro sitio y no te atiende igual. A veces ni te miran. Yo quiero que me expliquen el producto que me voy a llevar. Nosotros te ayudamos y te asesoramos", responde.
-¿Qué perdería Málaga sin Ultramarinos Zoilo?
-Muchísimo. Aquí lleva viniendo gente desde hace décadas. Repiten todos los años. Están aquí de veraneo y siempre vienen. No nos olvidan.
A pesar de sus achaques, el fundador de los ultramarinos sigue viniendo muchos días a sus 86 años. "Nosotros veníamos de pequeños. Tengo mi carrera, hice Económicas. Como hace falta me vine. Es un negocio familiar. Me gusta estar aquí. Para mi padre esto es su vida", asegura Luisa, que aconseja al final de la charla que la gente compre en los negocios de siempre, pequeños. "Nosotros estamos aquí aguantando e intentando resistir, escuchando a los clientes y dándoles lo que nos piden", se despide. Por muchos años más saboreando las delicias de Ultramarinos Zoilo.