Escribo este artículo en la sala de espera del Hospital Universitario Vall d’Hebron. Entraré al quirófano al nacimiento de mi tercera hija cuando me avisen. He leído y escuchado todas las tertulias, todos los debates. El último, el de TVE ayer mismo. Contemplo desde aquí que este verano cerrarán 270 camas y las autoridades aseguran que las cirugías urgentes están garantizadas. Estoy en uno de los mejores hospitales del sur de Europa, en él han trabajado e investigado oncólogos de gran prestigio entre otras especialidades.
Veo que la burrada en impuestos que pagué el año pasado, y aun así me ha salido a pagar más, se emplea en cosas como esta y solo pido que se gestione bien, pero si es para esto, para que haya una sanidad de calidad, tiene sentido un estado de bienestar con altas cargas fiscales. Pero hay que gestionar bien.
Mis dos primeros hijos nacieron en clínicas privadas de prestigio de Barcelona. Sin embargo, por los elevados riesgos de este tercer parto nos enviaron aquí. Hemos estado en espacios minúsculos y compartidos, separados por cortinas, nada que ver con las habitaciones individuales con vistas de la Teknon, por ejemplo. Sin embargo, el quirófano era lo mejor que he visto, los equipos de última generación, el equipo humano de anestesistas, cirugía y ginecología, duplicaba al que vi en la privada.
Pronto nos iremos con la sensación de que los impuestos que pagamos sirven para estas cosas y, a pesar de todo, defendiendo que hay que tener un sistema de salud público bien gestionado y de calidad. Aquí compiten la Autónoma por un lado y la UB con el Clinic, otro modelo de excelencia, por otro. Uno a veces no se da cuenta de lo que tiene y lo que pagan sus impuestos. Es un sistema de gran solidaridad y que trata a todos por igual.
A pocos candidatos escuché defendiendo la Europa del estado de bienestar que nació tras la guerra para combatir al comunismo. Vemos como las clases medias cada vez están más empequeñecidas y como el centro político se sigue deshaciendo. En la contraportada de El País leo a uno de mis intelectuales de referencia, José María Lasalle, y me parece que, sus planteamientos son tan lógicos y sensatos que deberían ser “trending topic”.
Plantea riesgos y amenazas y la imperiosa necesidad de que los partidos “sensatos” hagan pactos amplios para proteger el estilo de vida que nos ha dado paz y prosperidad durante siete décadas. No se puede dar aire a los populismos. Leo a Yuval Harari en The Economist pontificando sobre cómo evitar caer en la anarquía. Confieso que se me cayó del pedestal cuando haciendo un repaso a la historia de la humanidad se le olvidan 300 años de imperio hispánico y su impacto en la cultura universal, pero aun así Harari, en varios aspectos, coincide con Lasalle.
En una columna reciente les conté cómo en Mumbay algunos empresarios me avisaban de que Modi se había pasado con su iliberalismo y que lo acusaría. En ese momento todos los medios serios le auguraban una mayoría absoluta. Nada como tener oídos y usarlos. Modi finalmente no ha arrasado y tendrá que negociar con otros partidos para formar gobierno. Las grandes mayorías no están en los extremos, hasta hoy mismo, en el editorial del The Economist había un aviso a los billonarios, para que no apoyaran a Trump dadas las previsibles consecuencias económicas contra los que la lógica inicial indica.
Pero que no se haya hablado de verdad de los tsunamis que le vienen a Europa, que no se hable de la enorme bomba demográfica, de la inminente necesidad de potenciar la natalidad y de traer millones de inmigrantes de la manera más ordenada pero más ágil posible es frustrante. Que no se haya hablado del atraso creciente en I+D, que solo se han asignado el 36% de los fondos Next Gen es frustrante. Solo 300 de las 1500 empresas que más invierten en I+D del mundo son europeas. Y bajando mientras China y EEUU se comen la tarta. Los bandazos de los políticos europeos, ahora bajando el interés en la transformación energética, el cambio climático, la sostenibilidad y la reindustrialización son muy preocupantes.
Que no haya un debate de verdad en clave europea, que no se deje claro que a Europa no le interesa una guerra con un vecino que comparte frontera, valores y los recursos energéticos, minerales, y alimentarios que nos faltan, es increíble. Que haya que invertir en armas, pero no se deje claro que deben ser made in Europe, solo beneficia al aliado que cuanto más nos ayuda más se forra.
Que se haya conseguido etiquetar a los ecologistas como izquierdistas, cuando el primer mandato que tiene el hombre es preservar y mejorar la creación es increíblemente demagógico. Europa necesita europeos, ciencia y tecnología, innovación, industria y preservar el medio ambiente en Paz. Los debates nacionales no deben empañar el criterio de qué necesitamos en Europa, más escala, más unión, menos burocracia, agilidad, y una verdadera unión fiscal, bancaria, que preserve los intereses de Europa ante los que se vienen de compras con impunidad total. Las empresas europeas que hayan crecido con ayudas públicas no deberían ser compradas sin que se devuelva al Estado el valor actual neto de esas ayudas que han pagado todos los contribuyentes. Pensemos.
A los 80 años del desembarco de Normandía, a veces pienso que, sin el avance ruso, no hubiera sucedido, que estamos en el capítulo tres del mismo conflicto, que Alemania estaba casi derrotada y que el desembarco fue no para salvar a Europa sino para parar a Rusia.
Debo estar loco, pero 4.000 vidas en un desembarco para parar a un Hitler que ya caía, no me cuadra. El 6 de junio del 44 era el desembarco, pero Berlín cae en manos rusas el 16 de junio del 45. Y tras movilizar 29,5 millones de rusos, ucranianos, bielorrusos, kazajos y uzbekos. Libraron las batallas más sangrientas de la guerra desde Moscú a Stalingrado, lo que ocupó a dos tercios de las fuerzas del Eje y les supuso el 80% de sus bajas mortales. A fines de 1941 los soviéticos había sufrido 4.3 millones de bajas y les habían capturado 3 millones de prisioneros de los que murieron 2.
Los rusos pusieron en total 8.6 millones de bajas y 4.5 Millones de desaparecidos. EE. UU tuvo muchas, pero 174.000 no es comparable como para asumir que la victoria les pertenece. La rendición incondicional de la Alemania Nazi fue firmada por sus generales ante los soviéticos del Ejército Rojo. Ayer todos en Normandía, papelón de Macron que representa a un país que puso 140.000 bajas y sin presencia de los rusos. Después de Rusia, fue China con 2.6 millones de bajas el país que más vidas se dejó en una guerra que en el fondo y como ahora va de quien domina el mundo. Europa necesita estudiar historia y pensar en lo que le conviene estratégicamente, ¿hay alguien ahí?