Las inscripciones que se pueden leer en las criptas y panteones nos arrojan a una Málaga desaparecida. Los títulos nobiliarios y los apellidos ilustres que descansan en el Cementerio de San Miguel llevan al visitante a una tierra decimonónica en la que la burguesía adinerada marcaba el pulso de la ciudad. Estos son los aires que se respiran en este camposanto, ubicado en el barrio de Capuchinos. Por sus callejones deambulan las almas de estirpes adineradas que ahora descansan eternamente en construcciones arquitectónicamente impecables.
El origen de este lugar está estrechamente ligado al rey Carlos III. Y es que este monarca decidió regular de manera tajante la tradición de los enterramientos que hasta la fecha había imperado en España. Debido a las razones sanitarias, el mejor alcalde de Madrid optó por acabar con los enterramientos en iglesias y conventos a través de una Real Cédula en 1787.
Es por ello por lo que en 1807, el Ayuntamiento adquirió para la construcción de un cementerio extramuros de la ciudad, la finca de Haza Cabello o del Capitán, con una extensión de 40.000 metros cuadrados situada al norte de la población, en un paraje bien ventilado, cercano al Acueducto de San Telmo y distante unas mil varas de la población.
El valor de esta necrópolis reside en su excepcionalidad: es uno de los pocos cementerios decimonónicos que se conservan prácticamente intactos. La propia configuración del espacio lo define: portada, capilla, edificaciones, salas de pésame, velatorios... Allí están.
De estilo neoclásico, el cementerio queda cercado en 1829. Su capilla queda inaugurada en 1837, y es restaurada en 1848 por la familia Heredia. En sus sucesivas distribuciones intervinieron arquitectos municipales como Cirilo Salinas, Rafael Mitjana (1848), José Trigueros (1863).
Como dato, cabe señalar que el general Torrijos y sus compañeros fueron enterrados en San Miguel, antes de ser traslados a la plaza de la Merced. Pero no son los únicos nombres reseñables.
En este espacio, que dejó de recibir entierros en 1987, podemos encontrar las tumbas de personajes como los industriales y benefactores Salvador Rueda, José Moreno Carbonero, Joaquín Martínez de la Vega, José Denis Belgrano, Arturo Reyes, Manuel Agustín Heredia, los Marqueses de Larios, Trinidad Grund, miembros de las familias de Félix Sáenz, de Gross, de Barceló, de Strachan, de Huelin, de Molina, los pintores Ferrándiz, Muñoz Degrain o Moreno Carbonero, el médico Gálvez Ginachero, y músicos como Eduardo Ocón.
La construcción de los panteones
En su interior, y siguiendo el concepto de cementerio monumental y romántico, las grandes familias de la burguesía malagueña del XIX construyeron panteones en los que utilizaron nobles materiales y que fueron firmados por prestigiosos arquitectos y maestros de obras.
El primer mausoleo levantado fue el obelisco en memoria de Salvador Barroso, realizado en 1844 por Cirilo Salinas. Y a él seguirían muchos otros, unos doscientos cincuenta, edificados en los más variados estilos historicistas o eclécticos por arquitectos como Gerónimo Cuervo, José Trigueros, Joaquin de Rucoba, Diego Clavero, Manuel García del Álamo, Manuel Rivera Valentín, Rafael Moreno, Guerrero Strachan, etc.
La escultura, aunque menos numerosa, está presente con obras de Adrián Risueño, Frapolli, Gutiérrez de León, García Carreras o el italiano Paulino. Destacan también las magníficas verjas y rejas de hierro, procedentes de las afamadas ferrerías malagueñas del siglo XIX.
Junto al interés artístico de la necrópolis, está presente en San Miguel la memoria de numerosos hechos históricos y las tumbas de personajes de proyección internacional, que pueden ver en el apartado de personajes ilustres. Las cofradías también son un hecho diferenciador en San Miguel.
El Ayuntamiento, siempre con problemas de liquidez, recurrió a las cofradías y hermandades de la ciudad para lograr el cerramiento del camposanto, y dichas hermandades levantaron con sus paneles de nichos los muros que lo cierran. Muchas de estas cofradías edificaron posteriormente panteones en el propio San Miguel, y vendieron sus nichos a particulares.
Entre las cofradías que tuvieron o tienen presencia en San Miguel: Viñeros, Sangre, Buena Muerte, Huerto, las hermandades de Ánimas de Ciegos, de Santiago, de San Juan, del Sagrario, el Rocío o la Esperanza.