Hace apenas unos días, el filósofo Jorge Freire sacó a las librerías 'La banalidad del bien', un ensayo que, tal y como él mismo explicó en una entrevista con este medio, reflexiona sobre cómo ha acabado siendo más importante lo que decimos, la publicidad de nuestros valores, que lo que hacemos. Una encuesta que acaba de publicar la Junta de Andalucía sobre el consumo y la sostenibilidad muestra de forma nítida esta disyuntiva.
El 97,7% de los malagueños encuestados afirman que el medio ambiente es muy o bastante importante para ellos, pero esa conciencia no se corresponde en demasía con los hábitos de consumo que luego reconocen tener.
Por ejemplo, aunque la compra de proximidad está demostrado ser la opción más responsable y sostenible en términos sociales y medioambientales, según estos datos, la mayoría de los ciudadanos de la provincia opta habitualmente por los supermercados (77,3%) y solo el 37% afirma consumir en pequeñas tiendas de barrio. El 57,8% de los encuestados asegura que adquieren, no obstante, productos de origen local con regularidad y el 36,2% lo hace ocasionalmente.
En paralelo, Málaga se posiciona como la segunda provincia andaluza que más consume a través de internet, por detrás solo de los sevillanos. En concreto, 70,5% de los encuestados reconocen comprar habitualmente o algunas veces online, una opción muy cómoda pero que, tal y como subrayan los especialistas en la materia, dispara las emisiones contaminantes y genera, entre otras cosas, problemas de movilidad en las ciudades y un exceso de residuos.
En lo referente a la movilidad, los malagueños tampoco priorizan las opciones más sostenibles. Según la encuesta, en Málaga, el uso del vehículo privado o de servicios de taxi y VTC supera al desplazamiento a pie. El 60,3% asegura que usa habitualmente el coche en comparación con el 50,5% que optar por caminar. De la misma forma, un 7,8% de los encuestados señala el uso de vehículos compartidos y un 9,5% de motos o ciclomotores. Tan solo un 3,8% utiliza de forma habitual las bicicletas o patinetes eléctricos y un 6,5% las bicicletas convencionales.
De hecho, tan solo uno de cada tres malagueños (33,8%) usa el transporte público para desplazarse de forma habitual. Preguntados por las razones, las más citadas son la falta de servicios adecuados a los horarios (26,7%) y la mayor rapidez de otros medios (21,6%). La falta de transporte público en algunas zonas (16,9%), la ubicación de las paradas (17,9%), los transbordos (6,2%) y la percepción de que no se necesita (15,2%) también se mencionan como obstáculos para su uso.
Agua
Otro de los restos en sostenibilidad es la gestión del agua disponible. La provincia de Málaga lleva tres años sumida en un déficit hídrico que, en algunos municipios, incluso ha obligado a imponer restricciones al suministro. En la encuesta, hay varias preguntas que aportan algunas ideas sobre cómo afrontan los ciudadanos el problema.
Por una parte, los encuestados se muestran divididos ante una hipotética gratuidad del servicio. Un 55% se muestra en contra de que su uso, sea para lo que sea, no tenga coste, pero la oposición baja hasta el 39,4% si el planteamiento se limita al consumo doméstico.
¿Hay alguna forma entonces de impulsar un uso más responsable? Los ciudadanos parecen rechazar las medidas punitivas, pero ven con buenos ojos beneficiar a quienes contribuyan en el objetivo de reducir el consumo. De hecho, un 67% se muestra en contra de aumentar el precio del agua para prevenir su derroche, pero otro 88,1% estaría de acuerdo en reducirlo para aquellos que ahorren en su consumo.
Concienciación vs acción
Si los malagueños demuestran estar sumamente concienciados ante el reto medioambiental, ¿por qué luego no corresponden sus acciones con estos valores? La justificación principal que ofrecen al ser preguntados por la razón que los lleva a no adoptar por los hábitos de consumo más sostenibles es el coste, citado por el 45,7% de los encuestados.
Cerca de uno de cada dos también apunta que la falta de información adecuada es un obstáculo significativo y, de hecho, un 24,2% critica la ausencia de una etiqueta que identifique los productos sostenibles.
A esto se suma la preocupación de que un cambio en los hábitos de consumo podría afectar negativamente a la calidad de vida, mencionado por el 10%. Tan solo una minoría (6,2%) reconoce que, simplemente, considera que no es necesario realizar cambios en su forma de consumir.
Pese a estas barreras, en general, los malagueños están abiertos a incluir en su rutina hábitos más sostenibles. ¿Cómo? El 40% de los encuestados aseguran que podrían reducir residuos y reciclar, un 29,4% comenzar a comprar productos ecológicos y dispositivos energéticamente eficientes, un 23,4% ve posible reducir su consumo de energía, un 20,9% disminuir sus desplazamientos y optar por modos de transporte sostenibles y un 20,4%, mejorar la eficiencia energética de sus viviendas. Además, un 18,8% se plantearía la opción de reducir su consumo de agua. Hay, por contra, un 20% que no está dispuesto a cambiar ninguno de sus hábitos.