Resulta imponente pasear por el Cementerio Inglés de Málaga una mañana nublada de verano, pero más aún conocer su historia y los moradores que lo habitan. Dos leones del Imperio británico reciben al visitante en la entrada del edificio, ubicado en la Avenida de Príes. Liz Parry, secretaria del patronato de la Fundación Cementerio Inglés, atiende a EL ESPAÑOL de Málaga durante su visita.
Concebido como un jardín botánico dispuesto en bancales mirando a la costa, contiene especies exóticas que han ido creciendo a su aire, y monumentos sepulcrales y tumbas con elementos clásicos, neogóticos y modernistas. "El mar llegaba casi hasta la puerta del cementerio cuando se abrió. Tenían unas vistas estupendas", cuenta la periodista, que recuerda lo mal que lo han pasado durante la pandemia.
La Fundación costeaba los gastos de su mantenimiento y gestión cultural a través de la venta de entradas, las actividades culturales (incluidos conciertos), las rutas nocturnas, las donaciones de particulares y hasta recreaciones teatrales de la gente que está enterrada aquí. "Hacíamos muchas cosas pero con la pandemia se cortaron los ingresos de golpe. Y tenemos muchos gastos", asegura Parry.
El Instituto Municipal de la Vivienda también les ha ayudado a construir el jardín vertical nuevo donde los familiares pueden colocar urnas con las cenizas de los fallecidos. "Ya no podemos enterrar cuerpos, pero si cenizas. Además, pronto construiremos otro jardín memorial y un cementerio de mascotas", adelanta la periodista, que afirma que el cementerio, Bien de Interés Cultural desde 2012, es "parte del patrimonio de Málaga".
La Fundación lanzó en marzo de este año una campaña de micromecenazgo para recaudar fondos y que así de paso los malagueños les echaran una mano. "La gente se enteró de que existía el cementerio y que estábamos en apuros. Vinieron muchos voluntarios e hicimos más amigos del cementerio, que contribuyen un poco todos los meses", destaca.
El espacio ha reabierto gracias a la ayuda desinteresada de muchos voluntarios y la Fundación Unicaja, que ha cerrado un acuerdo de colaboración con ellos. "En agosto con ayuda de la Fundación Unicaja hemos podido contratar a un jardinero. Los fines de semana abrimos con la ayuda voluntarios y ahora también haremos visitas guiadas los martes", declara la secretaria. El próximo paso es contratar una empresa de gestión cultural y volver a la actividad plena cuanto antes.
El origen
Cuando William Mark, que había sido testigo de estos entierros, fue nombrado cónsul británico en 1824 puso toda su dedicación en buscar un terreno que sirviese de cementerio para que los miembros de su comunidad pudieran recibir un enterramiento digno. Finalmente, en 1829 las autoridades malagueñas le cedieron un terreno despoblado en las afueras de la ciudad, cerca de la carretera de Almería.
Hace dos siglos, tenían que enterrar a sus compatriotas de noche porque lo no católicos no tenían donde yacer. "En algunos libros de historias de Málaga cuentan que los enterraban con la cabeza fuera para que el día del juicio de final se fueron para allá. Los mismos pescadores protestaban al tenerlos en el agua porque, según decían, afectaban a la pesca", relata Parry, que insiste en señalar el carácter católico que ha distinguido siempre España.
Entre los personajes enterrados se encuentra Marjorie Grice-Hutchinson, una gran mecenas de Málaga. Historiadora del pensamiento económico español y especializada en la Escuela de Salamanca y la teoría del dinero, residía en Málaga junto a su familia desde 1920. Estudió español en la Universidad de Londres, y fue profesora en el King’s College, en el Birkbeck College y en la London School of Economics de esa ciudad.
Vivió con su padre en Churriana durante la Guerra Civil. Muy vinculada a la ciudad, que la nombró hija predilecta, donó a la Universidad de Málaga la finca familiar de San Julián en 1984, que hoy es el Centro de Experimentación Grice-Hutchinson y el Jardín Botánico de la UMA.
Su trabajo titulado El cementerio inglés de Málaga y otros estudios (1989) es uno de los primeros acercamientos serios a este espacio funerario. "Con sus propios fondos lo mantuvo bastante tiempo. Después de su muerte el lugar estuvo abandonado a su suerte (hasta que se constituyó la Fundación en 2005)", se lamenta Parry.
El primer enterrado dentro del cementerio antiguo es Robert Boyd, fusilado en Málaga por su participación en la insurrección fracasada de los liberales en diciembre de 1831 junto con el general Torrijos. Boyd aparece en el cuadro de Antonio Gisbert titulado Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga. "Mark se enteró de que lo iban a fusilar, pero llegó demasiado tarde. Después se hizo con el cuerpo", rememora.
El camposanto era al principio un lugar de enterramiento para los anglicanos, la religión oficial de Inglaterra. "Los demás cónsules tampoco tenían donde enterrar a su gente. En ese momento había mucho movimiento internacional en Málaga. Johan Bolin, cónsul de Suecia en España, pidió permiso para yacer aquí", cuenta Parry. El cementerio pasó a ser un lugar plural como sus propios moradores.
Los jardineros que llevaron esto durante mucho tiempo, la familia malagueño Alcaide, están enterrados aquí. Hay un rincón católico y tumbas con la estrella de David (símbolo de los judíos). También ateos como el poeta Jorge Guillén, que pidió yacer en el Cementerio Inglés por su cercanía al mar.
El cementerio primigenio estaba rodeado por un extraordinario jardín. El cónsul, al que le encantaba la jardinería, lo puso bellísimo. Los ingleses acostumbraban a pasear por la tarde aquí. Incluso se hizo un edificio para tomar el té a la sombra en mitad del recinto. El hijo de William Mark lo convirtió en una parroquia anglicana de San Jorge y se consagró todo el terreno.
El cura Louis Darrant oficia misa anglicana todos los domingos a las 11:00. "Lleva un año aquí. Es joven y gay. Le encanta la vida malagueña y está siempre en los bares con una copa de vino. Está reanimando esto", alaba Parry.
Isabel II
Una de las personas que yacen en el Cementerio Inglés protagoniza uno de los capítulos más emocionantes de The Crown. Se trata de Billy Beyts, militar que se cruzó con una joven princesa Isabel II durante su visita oficial a Kenia junto al duque de Edimburgo. "Cuando murió su padre, el comandante de la zona tuvo que decirle a Felipe: "Ha muerto su padre. Ella es la reina". En la vida real fue él", explica entusiasmada.
Bates siguió en el servicio y se jubiló en Nerja. Perteneció a la legión británica, una oenegé que cuida de los militares jubilados. Feligrés de la parroquia de San Jorge, regaló la bandera inglesa al cementerio y cuando murió se enterró aquí.
Anécdotas
El camposanto está lleno de tumbas con epitafios para todos los gustos, pero llama particularmente la atención uno muy gracioso que dice: "Aquí yace Stephanie Hespeler. Luego Boultbee, luego Freeze, luego Benn. Muchos hombres, nunca el hombre... Arg-h, ¡hombres!". La canadiense había recorrido medio mundo hasta que decidió pasar sus últimos días de dicha bajo el sol de Pedregalejo. Llegó a tener tres maridos y escribió ella misma su epitafio. Otro también muy gracioso reza lo siguiente: "Gatos y libros han sido mis mejores amigos". "Sus amigos Antonio y Mari le pusieron la lápida. Eso es súper británico: libros y gatos", admite Parry entre risas.
Durante el recorrido por el cementerio, Parry no duda en pararse ante la tumba de la estrella de cine mundo alemán Renate Brausewetter. Nacida y criada en Málaga, su padre ejercía la medicina en la zona de la Malagueta. Hasta los nueve años vivió en la ciudad y no volvió a ella, a la patria de su niñez, hasta que murió con 100 años por temor a verla muy cambiada. Para entonces, ya había debutado en la gran pantalla en 1925 apareciendo junto a Greta Garbo.
También pasamos por la tumba de Henry Touchez-Jesson, amado marido de Sarah Churchill y mismísimo yerno de Winston Churchill. Falleció durante una excursión en Granada y trajeron el cadáver aquí. La segunda hija del primer ministro inglés se casó con Henry (su tercer, último y más querido marido) tras conocerlo en la Marbella dorada de los años 60.
O la de George Langworthy (1865-1946), conocido como el del inglés de la peseta. Hijo Predilecto de Torremolinos, fue el fundador del primer hotel de la ciudad en 1930. "Era muy religioso. Se sentaba en la puerta de su casa, el futuro Hotel Castilla de Santa Clara, y el que rezaba o leía la biblia con él le daba una peseta. Así fue como se deshizo de su fortuna. Legó el edificio a sus criados", cuenta Liz.
La tumba de Mary Ann Plews (1868-1911), conocida como Annie, está custodiada por la estatua de un ángel que porta una cruz. La efigie es uno de los símbolos del Cementerio Inglés. Esta tumba está considerada una de las más bellas del camposanto. Mary Ann llegó a casarse con Edwin Plews, uno de los fundadores del Sevilla Fútbol Club.
Monumento a la Gneisenau
En el Cementerio Inglés se encuentra también la tumba de los 42 oficiales y hombres de la Marina Imperial Alemana que perdieron la vida cuando naufragó el barco escuela Gneisenau en la bahía malagueña el 16 de diciembre de 1900. Gracias a la actuación de la ciudad durante el naufragio se le concedió el lema de "Muy hospitalaria". El pueblo alemán le donó el puente de Santo Domingo, conocido hoy como el Puente de los Alemanes.
Al terminar el paseo por el cementerio donde yacen los escritores Gerald Brenan y Gamel Woolsey (e incluso se pueden ver las pequeñas tumbas de niños con conchas de la playa), Parry desvela que van a rehabilitar un refugio antiaéreo durante la Guerra Civil que está a la entrada.
Tampoco se olvida de mencionar que las lápidas, al contrario que ocurre en los cementerios españoles, se venden a perpetuidad. "Hemos perdido la pista de muchas de las familias, que estaban aquí de paso. La familia de Mark ha aparecido por aquí. Estamos intentando dar con los familiares a través de las redes por si quieren venir de visita. Algunos no saben que tiene un antepasado en Málaga", se despide la secretaria de la Fundación. Por si acaso, visítenlo.