De madrugada, salieron de sus casas sin saber cuándo volverían. Cogieron comida, la metieron en una nevera, y se montaron en sus tractores en busca de una situación mejor en el sector primario; se sienten "ahogados". Las protestas que los agricultores han protagonizado este martes por las calles de Málaga capital, repetidas en otras ciudades españolas, podrían tener continuidad si no obtienen una respuesta.

Alrededor de las 07:00 de este martes, un grupo de más de un centenar de tractores ya colapsaba la avenida Pacífico. El objetivo era impedir el acceso y la salida de mercancías en el puerto, uno de los más importantes del Mediterráneo.

La protesta, que se extendió durante toda la jornada, afectó a las principales vías del Centro, recorridas a pie por un grupo importante de participantes. Alameda de Colón, Alameda Principal, la calle Larios, el Paseo del Parque... También hicieron paradas simbólicas ante el Ayuntamiento y la Delegación de Gobierno andaluz. Y por la tarde, varios vehículos se aventuraron hacia la zona Este, donde se encuentra la sede de la Subdelegación del Gobierno.

La incidencia de la protesta se dejó sentir también en el interior de la provincia, donde otros grupos se posicionaron desde las 22:00 horas del lunes a las puertas del centro logístico de Antequera con el objetivo de obstaculizar el paso de mercancías.

Son varias las razones que exponen los participantes para justificar su movilización. Pero el principales es que tratan de defender el sector agrícola y ganadero de las políticas medioambientales de la Unión Europea. Sobre todo, de la Agenda 2030, algo que, explican, "nos quita derechos".

Opinan que el Pacto Verde Europeo los está "destrozando", al obligarles a cumplir determinadas medidas medioambientales. Por el contrario, denuncian, no se toman medidas de control en las fronteras españolas sobre los productos que llegan de otros países como Turquía o Marruecos; algo que entienden como una clara competencia desleal.

"No vamos a parar, aunque sea pacíficamente. Esto en un día no se arregla. Esto no se trata de una cuestión de colores, es la lucha de cientos de familias que quieren comer mañana y están arruinadas", declaraba Rafael, un agricultor del Valle del Guadalhorce que se dedica al cereal y al olivar, al borde de la desesperación.

Víctor es de Teba y, en su caso, trabaja el aguacate y el limón. Este último le está siendo imposible rentabilizarlo en los últimos meses. Prefiere dejarlo tirado en el suelo debido al bajo precio que se paga por un kilo. Algo "vergonzoso" si se compara con lo que acaban pagando los consumidores en el supermercado. "Es lamentable, no se puede vivir así. A mí es que ya no me dan nada por esos limones. Lo peor es que a los de fuera se lo compran al mismo precio que se vende en el supermercado", lamenta.

Una imagen de la movilización. Alba Rosado

 

Junto a Antonio y David, compañeros de fatiga, ven a vecinos de la capital paseando por Muelle Heredia que les aplauden y destacan su valentía. "Muchos nos están apoyando porque entienden que si no trabajamos, ellos no comen bien. Pero hay también quien dice que estamos molestando", expresaban, a la par que piden un poco de comprensión.

"No lo hacemos por nosotros solo. También por la población. Las grandes empresas compran a otros países los productos que venden sin saber cómo están tratados. No se dan cuenta de que usan algunos productos en las hortalizas que nosotros llevamos años sin usar porque son cancerígenos", proseguían los agricultores.

Rafael, además, hizo hincapié en el salario de los jornaleros en Marruecos. "Ellos rozan la esclavitud. Y eso tiene que acordarse de alguna forma. No es normal.  Mis costes de producción son muchísimo más altos para tener un producto de muchísima más calidad. Tenemos que jugar todos con las mismas cartas", criticó.

En sus neveras, guardan agua, pero también morcilla, chorizo o panceta. Un bocadillo y una pequeña siesta en el interior de sus tractores son lo único que necesitan para retomar sus fuerzas cuando estas les falten. "Esto tenía que llegar", insistía Francisco Díaz, que pertenece a la Asociación de Regantes del Guadalhorce. 

"Es un sinvivir para el pequeño y mediano agricultor. Yo tengo otro trabajo, pero hay criaturas que llevan esto en la sangre, porque han visto a su padre y a su abuelo y viven de ello", decía Francisco, que criticaba también la gestión del agua en Andalucía en los últimos años.

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La sequía

Díaz opinaba que aunque hay circunstancias comunes en materia de agua en todos los campos españoles, en función de la ubicación geográfica hay variaciones. Los regantes del Guadalhorce se nutren del pantano de Guadalteba, que data de 1973. Fue construido, explicaba, con "el trabajo de muchos agricultores". "Ese pantano ha sido pagado al 80% por nosotros. El 20% es del resto de Málaga. Sin embargo, hemos sufrido nosotros los cortes cuando hemos estado cerca de 50 grados en la zona durante el pasado verano. El agua va para Málaga y el turismo", espetaba.

Para Díaz, no es un problema que el agua llegue a Málaga, pero sí lamentaba que haya hosteleros que la pueden utilizar "sin haber pagado un duro". "Nuestros políticos, en materia de agricultura, de ingeniería hidráulica, no han hecho sus deberes. Aquí no hay sequía porque no llueve, sino porque no se han hecho las pertinentes obras necesarias a tiempo. Hay zonas donde llueve menos que no padecen este grave problema", se quejaba. 

Presumía de que el Guadalhorce es la primera comarca en agricultura ecológica de Andalucía y una de las más importantes de Europa. "Nosotros somos el ejemplo, pero se castiga a familias para favorecer a países ajenos que usan fitosanitarios que llevan años fuera de nuestro mercado".

A la población que no entiende su queja, les pedía que piensen en lo que ocurrió durante la pandemia, cuando "no teníamos ni fábricas para hacer mascarillas". "Sin embargo, no pasamos hambre, porque ahí estaban nuestros agricultores. Somos la segunda potencia del turismo, hay que mirar al sector terciario, pero sin tirar a la basura al primario, con la agricultura, la ganadería y la pesca", añadía. 

Defendía que los turistas llevan años viniendo en masa a Málaga y que "si a todos ellos se les hubiera cobrado una pequeña tasa por pernoctación, por ejemplo, la Costa del Sol estaría llena de desaladoras". "Pero como no se ha hecho, estos son los costes", matizó.

Las protestas se gestionaron de manera totalmente sorpresiva, sin dar parte a organismos como la Subdelegación de Gobierno, quien este martes advertía de que sancionará a los agricultores por realizar esta convocatoria sin avisar. En esta ocasión, no hay sindicatos ni plataformas que hayan liderado la protesta. "Nos hemos dado cuenta de que los sindicatos están comprados. No vamos a buscar ningún convenio con sindicatos para que tras recibir las subvenciones correspondientes nos manden a casa. Aquí venimos a luchar", zanjaban algunos agricultores.

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