"Los nuevos propósitos del año deberían ayudarnos y solo generan frustración, culpabilidad y presión"
El psicólogo marbellí Buenaventura del Charco critica la cultura "tristofóbica en la que impera este discurso de que hay que ser positivo, de que hay que ver el lado bueno de las cosas y eso está haciendo que la gente haya desarrollado un miedo profundo y una hipersensibilidad a cualquier tipo de emoción negativa".
7 enero, 2024 05:00"Creo que acompañar y ayudar a aliviar el dolor humano es de las pocas cosas honestas y buenas que puede hacer una persona". Este es el arranque de la web del psicólogo marbellí Buenaventura del Charco, que se ha hecho conocido en toda España por la claridad con la que habla y escribe. Prueba de ello son los dos libros que ha publicado -Hasta los cojones del pensamiento positivo y Te estás jodiendo la vida. Olvídate de tu mejor versión y sé tu mismo-, de los que ya ha vendido cerca de 20.000 ejemplares.
Del Charco defiende a capa y espada salir de la impostura en la que todos nos hemos colocado en las redes sociales buscando una aprobación de los demás que solo acaba generando frustración y problemas de salud mental. Es articulista de El Español de Málaga y en esta entrevista deja clara cuál es su postura sobre los libros actuales de autoayuda o las consecuencias de la Navidad.
Ya ha terminado oficialmente la Navidad. ¿Es un respiro para muchas personas?
La Navidad es la época en la que se consumen más antidepresivos y ansiolíticos del año. Yo creo que esto es bastante indicador del malestar que le genera a mucha gente. Por un lado, por todo lo que evidencia y hace explícito la ausencia de conflictos, pero también por ese imperativo de ser feliz. Ahora se abre otra etapa, que es la de los propósitos de Año nuevo y ahí es donde precisamente aparece toda esa angustia de tener que mejorar, de tener que avanzar y de tener que alcanzar objetivos. Es algo que se supone que debería ayudarnos a sentirnos bien y lo que suele meterle a la gente es frustración, culpabilidad y presión.
En su último artículo en El Español de Málaga precisamente hablaba de eso. ¿Son estos nuevos propósitos de año nuevo una forma de engañarse a sí mismo?
Hemos creado una serie de narrativas en la que decimos que el valor de los individuos depende de su productividad. De la misma manera que una vaca que da más leche vale más que la vaca que da menos leche. Y claro, lógicamente, nadie quiere no ser válido y nadie quiere no ser feliz. Entonces, la consecuencia de comprar ese discurso de que el valor del individuo depende de lo que alcanza y de que la felicidad depende de alcanzar objetivos, hace que, sin darnos cuenta, nos metamos muchísima presión en intentar llegar a todo eso, desde la falacia de que solo si lo conseguimos podremos sentirnos bien con nuestras vidas.
¿Se ha marcado usted algún propósito para este año difícil de cumplir?
Pues sí, la verdad que sí (se ríe). Uno es trabajar menos que no sé cómo hacerlo y otro es bajar un poco de peso, porque en el proceso de escribir el libro he cogido unos kilos y tengo problemas de espalda.
"Meterte en Instagram y ver a todo el mundo aparentando lo genial que es, el culo que tiene o lo interesante que es su vida no ayuda a reducir el perfeccionismo y la autoexigencia"
¿Por qué hay cada vez hay más personas con problemas de salud mental?
Creo que hay tres asuntos importantes. El primero de ellos y esto me parece importante reivindicarlo es que hay una especie de privatización del malestar. En psicología siempre se habla de herramientas, de habilidades y parece que el malestar solo depende de uno, cuando creo que una de las grandes fuentes de los problemas de salud mental, y además la evidencia científica así lo demuestra, es la precariedad laboral y económica. La dificultad de las personas para independizarse, la falta de estabilidad laboral, todo este tema de reinventarse laboralmente... Es verdad que la psicología es una ciencia que normalmente trabaja a nivel individual, pero también es importante explicarle a la gente que todo no depende solamente de uno, sino que el contexto socioeconómico tiene un impacto muy grande en la salud mental.
En segundo lugar, tenemos una cultura tristofóbica en la que impera este discurso de que hay que ser positivo, de que hay que ver el lado bueno de las cosas y eso está haciendo que la gente haya desarrollado un miedo profundo y una hipersensibilidad a cualquier tipo de emoción negativa. Eso nos lleva a esta moda del pensamiento positivo, que es simplemente una huida y una represión emocional, por mucho que lo pongan de una manera terapéutica y grandilocuente. Nos lleva también a evadirnos con las compras, con las redes sociales, a la necesidad de estar continuamente haciendo planes... El conflicto es algo que cada vez llevamos peor, que nos contradigan es algo que llevamos peor y todo eso está llevando a la radicalización que hay hoy en día, a toda esta intolerancia y a todos estos ofendiditos cuando, en el fondo, todo viene de lo mismo. Viene de que queremos desterrar el malestar de la vida y tenemos que entender que el dolor es inherente a la vida, lo mismo que la alegría. Y hay que aprender a estar en el malestar sin taparlo.
"El conflicto es algo que cada vez llevamos peor, que nos contradigan es algo que llevamos peor y todo eso está llevando a la radicalización que hay hoy en día, a toda esta intolerancia y a todos estos ofendiditos"
Como tercer factor está el tema de la autocrítica y de la autoexigencia. Parece que la felicidad está condicionada a alcanzar una serie de logros y eso está provocando que, a pesar de ser las generaciones con una vida menos traumática y más cómoda, somos las generaciones más insatisfechas y, sobre todo, las generaciones que se sienten más poco válidas y más frustradas con lo que son. Eso pone en marcha una serie de procesos psicológicos, de autocrítica, de comparación, de autoexigencia o de perfeccionismo que generan muchísimo malestar psicológico.
Estamos ahora en la era de la ansiedad. Casi todo mundo tiene ansiedad por algo.
Es interesante esto. Se habla de la ansiedad como si fuera algo inevitable y se habla de cómo gestionarla, como si erradicarla fuese un imposible. No somos críticos con ese discurso y acabamos en una espiral de estar siempre fustigando al caballo para que el caballo corra, sin darnos cuenta de que no solamente somos el jinete que fustiga al caballo, sino que también somos el caballo que se lleva al latigazo. Si siempre estamos metiéndonos presión, si siempre tenemos la sensación de no llegar y si, encima, cuando conquistamos algo nunca estamos satisfechos por nuestra autoexigencia perfeccionista lo raro sería que no tuviéramos ansiedad.
¿Las redes sociales y el postureo están acelerando el proceso?
Desde luego. Aunque me gusta huir un poco de ese discurso reduccionista de que las redes son las culpables. Las redes han catalizado este proceso, pero lo único que hacen es mostrar lo que ocurre en la sociedad. Lo muestran de una manera deformada y caricaturesca, llevándolo al extremo, pero en el fondo es lo que ocurre. Meterte en Instagram y ver a todo el mundo aparentando lo genial que es, el culo que tiene o lo interesante que es su vida no ayuda a reducir ese perfeccionismo y esa autoexigencia. Pero es importante entender que, al final, las personas nos vendemos en redes y se da todo el fenómeno del postureo por esta narrativa que nos dice que de eso depende nuestro valor. Es muy interesante ver cómo las redes sociales, que son de las empresas tecnológicas que valen más dinero del mundo, giran en torno a la búsqueda de la aprobación. Esta es la rueda del hámster en la que estamos metidos. Tenemos unos medios de comunicación y una narrativa imperante, un marco epistemológico que continuamente nos hace sentirnos poco válidos. Y como nos sentimos poco válidos y conectamos con el miedo a no ser suficiente, corremos a posturear en redes porque cuando la gente le da al me gusta, calma ese miedo. ¿Cuál es el problema? Que como todos jugamos a ese juego, todos somos a la vez víctimas y verdugos.
Usted no cree en los libros de autoayuda tradicionales o habituales. ¿Por qué?
Yo escribo autoayuda. Yo no estoy en contra de la autoayuda, estoy en contra del tipo de autoayuda y del tipo de psicología que estamos haciendo actualmente. Por eso decidí pasar a dar la batalla cultural, por decirlo de alguna manera, y empezar a escribir de otra cosa. El problema es que estos libros actuales de autoayuda se basan precisamente en esta narrativa de sé tu mejor versión y consigue tu objetivo. Pueden explicar a nivel técnico trucos o herramientas para aumentar esa productividad o para aumentar esa consecución de logros. Pero son totalmente acríticos. No se preguntan, ¿por qué necesitas ese logro? ¿estás generando una dependencia del logro para sentirte bien? Te dan una lista de un experto de cosas que tienes que hacer y esa narrativa simplista de que todo depende de ti, que todo el mundo puede ser emprendedor y montar una startup, o que todo el mundo puede tener un físico perfecto, etcétera. Al final el remedio acaba siendo peor que la enfermedad porque lo único que generan es culpabilidad. Es una terapia de copiar y pegar, en la que aplican la misma fórmula a todo el mundo, independientemente del caso. Y dos personas pueden tener ansiedad por cosas muy diferentes.
"Si siempre estamos metiéndonos presión, si siempre tenemos la sensación de no llegar y si, encima, cuando conquistamos algo nunca estamos satisfechos por nuestra autoexigencia perfeccionista lo raro sería que no tuviéramos ansiedad"
Hay editoriales y empresas que se están forrando con eso, sobre todo estas que hacen tazas, camisetas, cuadernos...
La autoayuda es el género más vendido en España y eso deja claro el potente mercado que hay. Hay empresas que hacen giras por toda España con una serie de gurús de la autoayuda que parece que son casi como estrellas del rock. En casi todos los periódicos hay una sección de desarrollo personal, se venden un montón de cursos por internet. La psicología era una profesión con muchísimo paro y ahora cuesta encontrar un psicólogo al que poder contratar. Nos encontramos también con un aumento de las pseudodisciplinas como el coaching. Se ha generado un importante negocio. Primero se crea una necesidad y luego te venden una solución. Primero te digo que el mindfulness es la llave de la felicidad y luego teniendo el mindfulness. O primero te digo que si no consigues los objetivos eres una persona mediocre y luego te vendo una metodología para conseguir objetivos. Toda esta dinámica crea una especie de circuito que se retroalimenta a sí mismo.
Sé que es como la fórmula de la Coca Cola, pero ¿qué habría que hacer para ser feliz la mayor parte del tiempo?
Creo que no es algo tan complejo. Históricamente, todo el mundo más o menos ha estado de acuerdo en una idea que es que la felicidad no es tanto conseguir cosas, sino estar satisfecho con lo que uno es y con la vida que lleva. Y eso no viene de la productividad, sino de la congruencia. Llevar una vida congruente con aquello que yo decido que es importante. La felicidad no es tanto el entusiasmo, la alegría y la ilusión como una calma y una paz tranquila con uno mismo. Sentirse cómodo con lo que se es. Y luego también una aceptación de nosotros mismos. Ahora se habla mucho de aprende a verte bien, aprende a ver lo bueno que hay en ti. Y yo creo que el amor propio no es deformar la realidad desde un miedo a no ser suficiente para ver y exacerbar lo bueno de mí. Creo que precisamente el amor propio real es tener la capacidad de ver la parte de mí que apesta y que es disfuncional y, aún así, ser capaz de amarme y de no darme caña por mis errores.