La presidenta de la Comunidad de Madrid y lideresa del PP en la región ha arrollado en las elecciones del 4-M. Con el escrutinio ya cerrado, Isabel Díaz Ayuso ha más que duplicado su representación, pasando de los 30 a los 65 escaños, y levantando los votos desde aquel escuálido 22,2% de 2019 al 44,72% del apoyo popular de este martes.
Dijo Ayuso el día que Pablo Iglesias dimitió como vicepresidente para ser el candidato de Unidas Podemos que España ya le debía una tras "sacar a Iglesias del Gobierno". Como la dimisión del líder de Podemos ya pilló a la presidenta que se había retirado -alegando con ironía que "hay toque de queda"-, no pudo presumir de más.
Pero sí le dio tiempo a hacer referencias al peor PSOE de siempre -tercera fuerza, por detrás de Más Madrid- y a su suficiencia absoluta respecto a Vox, a cuyo líder, Santiago Abascal, sólo le quedó anunciar el sí a Ayuso en primera ronda.
Ayuso ni se refirió a ello, pero se ha quedado con toda la representación de Ciudadanos (26 diputados), cuya apuesta por Edmundo Bal no ha evitado que desaparezca de la Asamblea y cae al 3,5% desde el 19,4% de hace menos de dos años. Ayuso se hace también con los cuatro nuevos escaños que se repartían en esta ocasión -por la subida del censo- y aún le ha dado para cosechar al menos cinco de los 13 perdidos por un PSOE que se ha despeñado.
Con este resultado, la euforia con la que Pablo Casado anunció la victoria en el balcón de la sede de Génova quiere anunciar la apertura de "un nuevo ciclo político". Al grito de "¡libertad, libertad!", el líder del PP, que apostó por esta periodista amiga suya hace poco más de dos años, anunció que "esa forma de gobernar con opulencia y con hipocresía de La Moncloa tiene los días contados. ¡Ya está bien!".
El triunfo arrollador de Ayuso pone, efectivamente, a Pedro Sánchez contra las cuerdas, pues fue él quien decidió enfrentarse personalmente a la lideresa popular madrileña. Entró al cuerpo a cuerpo que ella le propuso, llegándole incluso a decretar un estado de alarma a la carta a la vuelta de verano, y ha sido Moncloa la que ha pilotado la errática campaña de Ángel Gabilondo.
El peor PSOE de siempre
Y es que Ayuso no sólo ha logrado su particular cuadratura del círculo -comerse a Cs y, a la vez, contener a Vox-, sino que ha logrado que su pelea directa con el presidente del Gobierno se traduzca incluso en un trasvase de votantes procedentes del Partido Socialista. Así lo decían los sondeos de campaña, en su matriz de transferencia de votos.
Y así lo demuestra el vuelco en el cinturón rojo de la región. De hecho, el mapa de la región es todo azul, salvo en dos pequeños municipios en los que resistió el PSOE: Fuentidueña de Tajo y El Atazar. Ella misma llegó a asegurar hace tres semanas que su triunfo en las urnas sería el primer paso para sacar a Sánchez de Moncloa.
Y ésa es, en realidad, la única explicación posible de que el voto del PP haya superado a las tres izquierdas juntas. Gabilondo se hunde desde los 37 escaños y el 27,3% con los que ganó hace dos años las elecciones a un pírrico 16,85% de apoyos, que le hace caer a los 24 escaños. Es decir, el peor resultado del PSOE en toda la historia de las autonómicas en Madrid... no en vano es la tercera fuerza.
Porque Más Madrid es la única formación de ese espectro ideológico que puede sentirse satisfecha en la noche del 4-M. La lista de Mónica García logró un histórico 'sorpasso' al PSOE, sumando 4.500 votos más y creciendo del 14,7% de hace dos años al 16,97% de votos, y de los 20 los 24 escaños, una clara subida.
Iglesias fracasa...
Hace algo menos de dos meses, García era casi una desconocida, tanto como para que Pablo Iglesias creyera que podía bajarse del Gobierno para ponerla a sus órdenes. Ella le dio calabazas: "Las mujeres estamos ya cansadas de hacer el trabajo sucio", le espetó acusándole veladamente de machismo, "las mujeres sabemos frenar a la ultraderecha sin que nadie nos tutele, no podemos sumar a la frivolidad de Ayuso más espectáculo y más testosterona".
Nunca los sondeos dijeron que el exvicepresidente lograba la venganza contra su examigo Íñigo Errejón y la formación que desgajó de Podemos hace dos años largos. Y en la noche electoral, García se reafirmó: "Se demuestra que hay un espacio político verde y feminista", dijo reivindicándose al mismo tiempo frente al PSOE, "que no solo se consolida sino que hemos construido un liderazgo a futuro".
Y es que Unidas Podemos será la última formación de la Asamblea. El exvicepresidente se las prometía muy felices hace mes y medio, cuando dejó el Gobierno para "liderar un Gobierno de izquierdas en Madrid". Pero su "alerta antifascista" no ha funcionado, sólo ha provocado una reacción en las urnas contraria a la que él vaticinaba.
...y deja la política
Dijo Iglesias que si el sur se movilizaba tanto como "los barrios ricos de la capital", la izquierda lo tenía hecho. "Y el resultado no ha sido ése", admitió en su discurso de dimisión.
"Sólo quiero serle útil a Unidas Podemos, por eso renuncio a todos mis cargos y dejo la política", anunció... eso sí, culpando de su decisión a "la consolidación de la derecha trumpista y de la ultraderecha", apuntó. Y arremetió, de nuevo, contra la prensa: "Nunca había visto una agresividad de ultraderecha así en los medios". Contra él, se entiende, ya que era otra de las razones por las que dijo que su figura "ya no contribuye a sumar".
Al contrario, Iglesias se jactaba hace unos días de haber logrado que el PSOE de Sánchez y Gabilondo se hubieran unido a su campaña que describía Madrid cono un lugar "machista, racista, insolidario y poco seguro" por culpa de "la ultraderecha".
Pero sólo ha logrado que Gabilondo se despeñe -las encuestas empezaron a darle la espalda cuando en el debate televisado abandonó el "con este Iglesias, no" y pasó al "Pablo, nos quedan 12 días para ganar las elecciones"- y sacar 1,6 puntos más que Isa Serra, cabeza de lista morada hace dos años... y ahora, de nuevo, líder de un grupo morado irrelevante en la Asamblea.
Podemos sobrevive dentro del Parlamento regional con el 7,21% de los votos, lo que sí que hay que apuntarle al líder que bajó a la arena regional cuando eso estaba en duda. Pero sólo pasa de siete a 10 escaños, una representación testimonial, lejísimos del partido de su examigo Íñigo Errejón, e incluso muy por debajo de Vox, el enemigo al que trataba de contener.