Hace 13 años, en la última etapa de Alberto Ruiz-Gallardón como alcalde de Madrid, el Ayuntamiento anunció la llegada de tres quioscos diferentes. A simple vista, eran espacios con cafetería y terraza. Pero más allá del objetivo hostelero, Cibeles pretendía evitar con ellos la "marginalidad y luchar contra el botellón". Se instalaron en tres plazas, cada una con sus propios problemas: en Vázquez de Mella, hoy Pedro Zerolo, eran los botellones; y en la plaza de la Luna y Jacinto Benavente era la prostitución.
Los contratos se firmaron por 10 años, aunque se alargaron algo más. Su tiempo, en cualquier caso, ya está agotado. El Ayuntamiento de Martínez-Almeida ha dejado morir a los tres locales de concesión municipal. Según avanzó Somos Madrid y ha confirmado este diario, el quiosco hostelero de The Moon en la plaza de la Luna se desmanteló hace semanas, lo mismo que ocurrió en 2021 con el de la plaza Pedro Zerolo, antes conocida como Vázquez de Mella.
Fuentes municipales indican a Madrid Total que la concesión de la terraza de Jacinto Benavente también ha expirado y "ya tienen una orden de retirada" del quiosco.
"Quioscos antiprostitución"
En febrero de 2010, el entonces concejal del distrito Centro, Enrique Núñez, explicó que los quioscos estaban enfocados al turismo y buscaban revitalizar los tres ámbitos, además de intentar acabar con las prácticas incívicas.
En un artículo, El Mundo llamó a estos singulares espacios como "quioscos antiprostitución". Los tildaron así debido a que en la plaza de la Luna (conocida oficialmente como Soledad Torres Acosta), a espaldas de la Gran Vía, sufría la prostitución de la calle Ballesta, a la que se llega en un momento andando desde la calle Desengaño. Esta situación también se vivía en Jacinto Benavente.
Hace unos días, sobre la estructura del quiosco de Luna seguía colgado un pequeño cartel con la oferta de postres de The Moon. La estructura del negocio ya estaba desmontada y sin señales de actividad. Sólo quedaba el esqueleto. Ya no había mesas ni terrazas. La prostitución ya no es un problema en la propia plaza, que ahora destaca como una explanada prácticamente diáfana y que está a la espera de que su aparcamiento subterráneo sea reformado. Desde finales de 2010, este lugar también está vigilado por una comisaría de la Policía Municipal.
La prostitución sí que sigue siendo una realidad en la calle Ballesta y en su paralela, Barco. "La Policía Municipal informa de que viene realizando un patrullaje más intenso en el área de influencia de la calle Ballesta, en donde durante el pasado mandato se renovó el sistema de videovigilancia. Además, mantiene contacto directo con vecinos y comerciantes con reuniones frecuentes y hace seguimiento de sus demandas", trasladan las mismas fuentes consultadas.