Telefónica se ha marcado como objetivo que en abril de 2024, año en el que compañía celebra su centenario, todos sus clientes de banda ancha fija en España sean de fibra óptica. Eso supondrá el apagado definitivo de su red cobre en el país, un avance que permitirá a la operadora de telecomunicaciones reducir en hasta un 20% su consumo energético.
Según los últimos datos proporcionados por el grupo a EL ESPAÑOL-Invertia, en 2022 Telefónica ha apagado casi 800 centrales de cobre, lo que supone el 26% de las 8.500 que tenía la empresa en España. Gran parte de esta cifra, algo más de 700, se corresponde con el gran apagón realizado el pasado mes de octubre.
El dato de 2022 supera los alrededor de 700 cierres que se llevaron a cabo en 2021 y eleva a 2.200 las centrales apagadas desde que Telefónica puso en marcha este programa en 2015. Un proceso que seguirá acelerándose en los próximos meses, ya que para el cuarto trimestre de 2023 se prevé el cierre de más de mil instalaciones.
Apuesta por la fibra
El apagado de la red de cobre se produce en paralelo al desarrollo de la apuesta que desde hace casi 15 años Telefónica ha hecho por la fibra óptica con la finalidad de dar a sus clientes la mejor conectividad fija.
No obstante, este proceso también le está generando a la operadora importantes beneficios económicos, ya que los vehículos de fibra son un 85% más eficientes en consumo de energía que los del cobre.
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De hecho, estima que, una vez que termine de apagar su red de cobre en España, verá reducido en hasta un 20% su consumo energético. Y no es una cifra pequeña, ya que la compañía consume 1,7 Gigavatios al año, lo que representa el 0,7% de la energía del país y convierte a la empresa en uno de los diez máximos consumidores de energía de España.
En este contexto, en los últimos tiempos marcados por el encarecimiento de los costes energéticos la empresa también ha impulsado la compactación de los bastidores donde tiene conectados a sus clientes de cobre. Al ir agrupándolos en un menor número de bastidores, la compañía puede ir apagando algunos de ellos y empezar a ahorrar energía aunque la central siga abierta.
Otro ahorro importantísimo es en espacio, ya que en una gran ciudad por cada cuatro centrales de cobre que existen, solo hace falta una para la fibra. E incluso a veces sobra. Esto se debe tanto a que la fibra ocupa menos que el cobre, como a que esta tecnología permite prestar el servicio sin incidencias desde una central más alejada del usuarios final.
Esto ha permitido a Telefónica vender en los últimos años varios edificios que albergan centrales de cobre, pero que sigue ocupando hasta el apagado y desmantelamiento de la red. Una vez que ya se han migrado todos los clientes de ADSL a fibra, llega la fase de repliegue, en la que la empresa vacía esa instalación y se la entrega a su nuevo dueño.
En concreto, la multinacional prevé entregar este año a sus actuales propietarios alrededor de 40 edificios vendidos en el pasado. En Telefónica, estiman que la fase de repliegue y posterior venta de los edificios se prolongue un par de años desde que se produzca el apagado definitivo de la central.
Y por último están los rendimientos que se obtiene con la venta tanto de los equipos como de la propia red de cobre. De hecho, Telefónica ya vendió una parte de esta red en España en dos operaciones realizadas en diciembre de 2021 y marzo de 2022 al fondo de inversión Macquarie, con quien firmó un contrato de arrendamiento para seguir prestando servicios sobre dicha red.
Proceso de cierre
El objetivo de Telefónica es convertirse en abril de 2024 en la primera compañía de telecomunicaciones del mundo en la que todos sus clientes de banda ancha fija sean de fibra. Una tecnología que ofrece enormes beneficios a sus clientes en comparación con otras infraestructuras y que puede durar "siglos", dado su capacidad a adaptarse a la evolución de la demanda y los avances tecnológicos.
Por este motivo, la empresa inició hace 15 años un despliegue masivo de su red de fibra en España, que llega ya a 24 millones de unidades inmobiliarias. El objetivo de Telefónica es sumar a esta lista otros cinco millones de hogares y empresas en los próximos años, hasta alcanzar los 29 millones.
Una vez que los clientes tienen acceso a la fibra, el siguiente paso es la migración de los usuarios de las viejas redes de ADSL a la nueva infraestructura. Actualmente, el 82% de los accesos fijos de Telefónica en España ya son de fibra, pero aun quedan alrededor de 1,1 millones de hogares y empresas conectados al cobre.
De esta cifra, un tercio corresponde a usuarios que solo tienen contratado el teléfono fijo, por lo que su migración no representa ningún problema. Tampoco será complicado cambiar a los clientes residenciales con ADSL, hogares en los que la compañía irá desplegando progresivamente la fibra para posteriormente cambiarles el servicio.
El último tercio, el más complicado de migrar, son las empresas, a los que la operadora suele ofrecer servicios más complejos. De ahí que cualquier cambio en su conectividad deba estar muy bien planificado de antemano para evitar que tenga impacto en el desarrollo de su negocio.
Una vez se cumplan ambos hitos, llegará el momento de apagar la central de cobre. Un cierre que no es en absoluto improvisado, ya que Telefónica está obligada a comunicar su cierre con antelación a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y obtener su autorización.
Servicios mayoristas
Esto se debe a que de las 8.500 centrales de cobre que Telefónica, alrededor de 2.000 prestan servicios mayoristas a otros operadores, que ubican en ellas sus equipos. Recientemente, la CNMC redujo de cinco a dos años el plazo que debe transcurrir desde que se comunica el cierre hasta que se realiza con el objetivo de que el resto de compañías también tengan tiempo de migrar a sus usuarios.
El objetivo de Telefónica es que en abril de 2024 sus centrales de cobre dejen de prestar servicio a sus propios clientes. El resto de operadoras tendrán garantizado el servicio de cobre en las últimas centrales al menos durante seis meses más, tal y como recoge la legislación.
Posteriormente, y una vez culminado el repliegue, llega el momento del apagado y cierre definitivo. De las 8.500 centrales de cobre que había hace unos años, unas 3.000 seguirán empleándose para alojar los equipos de las redes de fibras. A las otras 5.500 les espera una nueva etapa, probablemente ajena ya al mundo de las telecomunicaciones.