Hace un año exacto, el 30 de noviembre de 2022, veía la luz ChatGPT. En aquel momento, una chatbot más, creado por una empresa relativamente desconocida -OpenAI- que sólo tenía en su haber el apoyo de Elon Musk y Microsoft. Pocos podían imaginar lo que se avecinaba: el mayor salto en la historia de la inteligencia artificial generativa, tanto en términos de innovación como de adopción generalizada.
Empero, la historia de ChatGPT comenzó mucho antes de su lanzamiento público el 30 de noviembre de 2022. Su desarrollo fue iniciado en 2015 por la ya mentada OpenAI. Desde sus inicios, el objetivo de esta compañía fue crear un modelo de lenguaje que pudiera procesar y comprender el lenguaje humano de manera natural, ofreciendo respuestas coherentes y relevantes a una amplia gama de consultas y comandos.
El modelo de lenguaje en el que se basa ChatGPT, GPT-3 en aquel instante, se destacó por su capacidad para generar texto, realizar tareas de comprensión y ofrecer respuestas a preguntas en un contexto conversacional. Esta tecnología representaba un avance significativo respecto a sus predecesores, gracias a su amplia base de datos y su sofisticado algoritmo de aprendizaje automático.
ChatGPT fue entrenado con un conjunto de datos masivo y diverso llamado Common Crawl, que incluía páginas web y textos de internet de todo el mundo, así como libros, artículos de noticias y enciclopedias en varios idiomas.
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El resto, como suele decirse, es historia. ChatGPT se convirtió en la aplicación que más rápido alcanzó los 100 millones de usuarios en la historia, superando con creces las expectativas iniciales y demostrando su potencial disruptivo. Su capacidad para generar textos creativos, contar historias y participar en conversaciones coherentes lo estableció como un avance significativo en la inteligencia artificial conversacional.
El impacto de ChatGPT fue inmediato y profundo. Transformó la forma en que las personas interactuaban con la inteligencia artificial, ofreciendo un nivel de fluidez y comprensión del lenguaje humano previamente inalcanzable. Su versatilidad permitió su uso en una amplia gama de aplicaciones, desde la creación de contenido y el apoyo académico hasta la asistencia en tareas administrativas y la mejora de la experiencia del cliente.
"Este momento me recuerda a lo que nos pasó a muchos de nosotros cuando nos encontramos por primera vez con un ordenador. Si lo pensamos, antes de los PC, no había correos electrónicos, procesadores de texto ni hojas de cálculo. Es difícil de imaginar ahora, pero era un mundo en el que la gente era capaz de hacer la contabilidad de una multinacional como Microsoft por medio de faxes y libros en papel", introduce. "Nos llevó un par de clases de Excel pero comenzamos a usar la tecnología y estas herramientas cambiaron nuestras habilidades, los flujos de trabajo y el talento de las empresas. Con la IA sucederá lo mismo: los copilotos se volverán omnipresentes, los usaremos a diario y debemos ser conscientes de lo que son capaces y de sus limitaciones", explicaba en entrevista exclusiva a este medio Satya Nadella, CEO de Microsoft.
Un año de revoluciones
Si alguien podía pensar que el lanzamiento de ChatGPT iba a ser determinante o conclusivo, nada más lejos de la realidad. En enero de 2023, OpenAI lanzó su primera actualización importante para ChatGPT, la segunda desde su lanzamiento. Esta actualización se enfocó en mejorar el rendimiento general del modelo en una amplia gama de temas, aumentando su precisión y ajuste a los hechos. Sin embargo, el modelo aún seguía ofreciendo respuestas basadas en información disponible hasta 2021, sin incluir datos más recientes.
En paralelo, OpenAI anunciaba una versión 'premium' de ChatGPT, conocida como ChatGPT Plus, que buscaba garantizar la viabilidad a largo plazo de la herramienta a cambio de no sufrir demoras en el acceso al sistema y algunas funcionalidades exclusivas.
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Sería el primer paso para una oleada de innovaciones que no han cesado en meses posteriores. OpenAI introdujo la posibilidad para los usuarios de crear versiones personalizadas de ChatGPT, conocidas como GPTs. Estos modelos pueden ser intercambiados y vendidos en un nuevo marketplace, ofreciendo a los usuarios la oportunidad de monetizar sus creaciones personalizadas. La iniciativa representa un paso hacia la inteligencia artificial a medida, permitiendo a los usuarios crear GPTs sin necesidad de conocimientos de programación.
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Todo ello mientras el mundo comenzaba a descubrir ChatGPT-4, una versión más avanzada y "humana" de su modelo de lenguaje. Esta actualización ofreció una capacidad de procesamiento mejorada, permitiendo al modelo analizar solicitudes de forma más rápida y eficiente. ChatGPT-4 se destacó por su habilidad para realizar tareas complejas, como escribir novelas, generar códigos de programación y razonar a partir de imágenes. Un modelo que, ahora sí, tenía acceso a internet y permitía integraciones vía plugin con distintas aplicaciones y herramientas.
Eso en lo que concierne a texto, porque en imágenes también hemos experimentado una auténtica revolución a lo largo del último curso. OpenAI presentó DALL-E 3, una versión evolucionada de su sistema de generación de imágenes a partir de texto, integrado ahora de forma nativa en ChatGPT-4. DALL-E 3 trajo mejoras significativas en la precisión y la capacidad de adherirse a descripciones complejas, con mejoras notables en la captura de relaciones entre objetos y la representación de detalles humanos fotorrealistas.
Y si los avances tecnológicos han sido impresionantes, no han dado menos que hablar los movimientos corporativos en el seno de la propia OpenAI. Comenzando por Elon Musk, padre de la criatura, que renegó de sus avances para posteriormente lanzar una tecnología rival. Y culminando, casi coincidiendo con este aniversario, con la destitución de su fundador -Sam Altman- como consejero delegado, que desencadenó un auténtico 'Juego de Tronos' hasta culminar con su regreso y el despido de 2 CEO interinos y varios miembros de la junta directiva apenas una semana más tarde.
Paralelamente a estos cambios en su liderazgo, OpenAI ha estado en conversaciones con inversores para una venta de acciones que podría valorar la empresa en unos impresionantes 86.000 millones de dólares, casi triplicando su valoración a inicios de 2023. Aunque ese movimiento ha sido frenado, lo cierto es que Microsoft ha ido ampliando su participación en la compañía hasta alcanzar el 49% de su capital, con aportaciones tanto monetarias como a cambio del uso de su infraestructura en la nube para entrenar y operar estos modelos de IA.
La adopción de ChatGPT en España
Desde su lanzamiento en noviembre de 2022, el número de usuarios mensuales de ChatGPT en España se ha triplicado, pasando de 1,4 millones en diciembre de 2022 a más de 4 millones en octubre de 2023. Son datos de GfK, el medidor oficial de consumo digital en nuestro país, según los cuales la Generación Z (personas entre 16 y 24 años) ha mostrado una afinidad particularmente alta por ChatGPT, con una tasa de uso un 144% superior al promedio poblacional. Le siguen de cerca los millennials (entre 25 y 34 años), cuya tasa de uso es un 63% mayor que el promedio.
En términos de género, no hay grandes diferencias en el uso de ChatGPT. Sin embargo, los hombres parecen usar ligeramente más esta tecnología, con 2.246.118 usuarios únicos, en comparación con 1.884.477 mujeres.
Más de cuatro millones de españoles usan ya de forma habitual ChatGPT
En lo que sí hay diferencias notables es la preferencia por los PC sobre los dispositivos móviles. En octubre de 2023, más de 2,9 millones de usuarios mensuales utilizaron ChatGPT a través de sus ordenadores, en comparación con casi 1,7 millones que optaron por sus dispositivos móviles. Esta preferencia por los PC sugiere que los usuarios buscan una experiencia más inmersiva y detallada que la que podrían obtener en una pantalla más pequeña.
El estudio en cuestión también destaca una tendencia estacional en el uso de ChatGPT. Durante los meses de verano, especialmente en julio y agosto, se observa una disminución notable en el número de usuarios, con cifras que caen por debajo de los 2,7 millones. Esta variación puede atribuirse a la disminución de la actividad laboral y académica durante estos meses, afirman desde GfK.
La revolución del conocimiento... o no
Uno de los campos donde más se ha tratado la irrupción de herramientas como ChatGPT es el mundo académico. Tal y como sucedió con la incorporación de las calculadoras, una suerte de neoludismo plantea cuáles podrían ser las consecuencias en el proceso formativo de los más jóvenes si tienen acceso a una tecnología capaz de escribir trabajos, resúmenes o análisis por sí sola, sin necesidad siquiera de que el estudiante revise el texto que presenta a su profesor.
No son pocos los docentes que han puesto el grito en el cielo sobre este extremo y las dificultades que enfrentarían a la hora de plantear tareas extraescolares a sus alumnos, que se tirarían de cabeza al plagio masivo mediante la inteligencia artificial. Obvian, no obstante, que estamos ante una tecnología limitada y que si bien el chat de Bing es capaz de acceder a información actualizada, también es susceptible de caer en errores e imprecisiones de calado en algunas cuestiones específicas.
De nuevo, lo que en un primer vistazo puede suponer una revolución que deje sin sentido el modelo académico actual, en realidad podría consolidarse como una útil herramienta de búsqueda y síntesis que facilite el trabajo de los alumnos y les permita destinar más tiempo al análisis crítico y la revisión de fuentes que al 'picado' manual de datos.
"Si los estudiantes utilizan ChatGPT para obtener respuestas a preguntas en sus trabajos académicos, es posible que no reconozcan que la respuesta es una copia directa de una fuente existente. Esto puede llevar a que se presenten trabajos que contengan plagio, lo que puede tener graves consecuencias académicas", responde el propio chatbot cuando es preguntado por este tema. "Es importante que los educadores enfaticen la importancia de la integridad académica y el respeto por los derechos de autor al utilizar herramientas como ChatGPT en el aula. Los estudiantes deben ser conscientes de las limitaciones de estas herramientas y se les debe enseñar a utilizarlas de manera responsable y ética, incluyendo la adecuada atribución de fuentes cuando corresponda".
Ética, privacidad... y regulación
Obviamente, lo anterior nos emplaza a un futuro distópico en el que conoceríamos todos los males de la inteligencia artificial. Pero, aterrizando en las herramientas de IA generativa que ya tenemos con nosotros, tampoco nos libramos de muchos riesgos y vulnerabilidades sociales, principalmente relacionadas con lagunas éticas y de privacidad en su uso.
No en vano, ChatGPT se entrena con grandes conjuntos de datos, que pueden contener sesgos y discriminación en el lenguaje y los datos. Si no se maneja adecuadamente, esto puede resultar en respuestas sesgadas y discriminatorias que reflejen y amplifiquen los prejuicios culturales y sociales existentes. Además, las conversaciones que mantenemos con estos chats pueden incluir información confidencial o personal que, si se maneja de manera inadecuada, puede resultar en la exposición de información privada y personal. Pero eso no es todo: si se utiliza con fines malintencionados, ChatGPT puede ser utilizado para engañar y manipular a grandes masas de población al proporcionar información falsa o incompleta.
Para mitigar estos riesgos éticos, es importante que las empresas y los desarrolladores que crean y utilizan modelos de lenguaje sean conscientes de estos riesgos y trabajen para abordarlos a través de la implementación de prácticas éticas y responsables. Esto incluye la selección cuidadosa de conjuntos de datos, la evaluación regular de sesgos y discriminación, la implementación de medidas de seguridad y privacidad, y la transparencia en el uso de la tecnología. Por supuesto, su regulación desde la esfera pública se antoja más necesaria que nunca, aunque lo difuso de su potencial real hace que sea complicado ponerle puertas al campo, como suele decirse.
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Por supuesto, y así coinciden todos los expertos, es esencial la transparencia y explicabilidad: es importante que los modelos de inteligencia artificial generativa sean transparentes en su proceso de toma de decisiones y que puedan explicar cómo llegaron a una respuesta en particular. También deberemos, más pronto que tarde, establecer responsabilidades claras y definir las medidas de responsabilidad legal en caso de que se generen respuestas inapropiadas o dañinas. Y, por supuesto, que analistas en ética y comunidades afectadas puedan involucrarse en la identificación de cualquier problema ético potencial en los modelos de inteligencia artificial generativa.
La regulación europea de IA incluirá requisitos adicionales de transparencia a ChatGPT
Algunos de estos desafíos son tratados ya por medio de la regulación internacional, como la ley europea de inteligencia artificial (AI Act) que entrará en vigor el próximo año. En ese sentido, la Eurocámara ya ha aprobado en su revisión del texto un conjunto de restricciones significativas para ChatGPT, además de imponer requisitos de transparencia adicionales.
ChatGPT y sistemas similares ahora deben revelar claramente que el contenido fue generado por IA, asegurarse de no producir contenido ilegal y no publicar resúmenes de datos protegidos por derechos de autor usados en su entrenamiento. El Parlamento Europeo también buscaba reconocer un derecho universal a querellarse contra sistemas de IA que afecten significativamente los derechos de los ciudadanos
El último gran salto en la historia
Que la inteligencia artificial esté en boca de todos no es algo nuevo. De hecho, la historia de esta tecnología se remonta hasta la década de 1940, cuando la informática apenas era incipiente e internet apenas podría ser el sueño húmedo de algún visionario.
En aquellos lejanos tiempos, Ada Byron (más conocida como Ada Lovelace, quien fuera la primera informática de la historia) creó el primer algoritmo computacional. Ya en los 50, varios trabajos científicos, entre ellos varios de Alan Turing, fueron aterrizando las bases de la actual IA. De hecho, fue este genio británico, considerado como el padre de esta ciencia y autor del famoso test que lleva su apellido, quien se planteó al inicio de esa década la pregunta que aún hoy estamos tratando de responder: "¿Puede pensar una máquina?".
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Una reflexión que se incorporó como punto de partida en la Conferencia de Darthmouth de verano del 1956, donde Marvin Minsky, John McCarthy y Claude Shanon acuñaron formalmente el concepto de "inteligencia artificial" y se aventuraron a una particular -y a la sazón, errónea- predicción: para los años 80, las máquinas harían todos los trabajos de los hombres.
Desde entonces y hasta la actualidad se sucedieron los trabajos para conseguir desarrollar una inteligencia artificial que cada vez llegara a más niveles y actividades. Unos investigadores lo hicieron defendiendo una visión simbólica, basada en el cálculo lógico, y otros el foco conexionista, que requería entender cómo funcionan físicamente las neuronas para replicarlas artificialmente. En los 80 y 90, con la mejora de las capacidades informáticas, triunfó la apuesta por las redes neuronales que terminarían por despegar a partir de la década de 2010... abriendo el camino para la explosión que hoy nos ocupa.