Cuando Neil Armstrong dio "un gran salto para la humanidad", el 20 de julio de 1969, lo que hizo en realidad fue cortar la cinta de meta de la carrera espacial entre las dos superpotencias. La Luna era, probablemente, el único objetivo realmente al alcance de la tecnología del Siglo XX. Y, por tanto, la carrera la ganó Estados Unidos.
Ahora, en el Siglo XXI, se habla del New Space, una nueva versión comercial de la carrera espacial con otros 'dineros' (privados, aparte del aporte público), metas diferentes y desarrollos más acelerados.
Surgen nuevas ideas, como los cohetes reutilizables de SpaceX y Blue Origin (también lo será el de la española PLD Space), y nuevas ambiciones, como el retorno a la Luna, el viaje a Marte y la minería en asteroides. Y la saturación de las órbitas terrestres, con miles de satélites activos e ingente basura flotante. La actividad espacial está en un momento efervescente.
"El 'Nuevo Espacio' supone la entrada de la empresa, del sector privado, el empresarial, en lo que es la definición y el desarrollo de programas espaciales y tecnología, que antes estaba en manos de las agencias [gubernamentales]", define Eduardo Ahedo, director del departamento de ingeniería aeroespacial de la Universidad Carlos III, interviniendo en una jornada organizada por la entidad educativa madrileña.
"Eso está trayendo mayor financiación y más actores. Y todo ello redunda en un mayor dinamismo, en muchas más ideas. Estamos viendo nuevas aplicaciones en todos los sentidos. Creo que, efectivamente hay mayores avances y más rápidos", completa Ahedo.
Plataforma Aeroespacial Española
Ese mayor dinamismo del fenómeno económico espacial se manifiesta en un dato que aporta Andrés Catalá, secretario general de la Plataforma Aeroespacial Española (PAE), que agrupa entidades puramente científicas y de investigación, académicas, centros tecnológicos y empresas, incluidas grandes corporaciones, pymes y startups. "Ya tenemos 113 socios", señala Catalá, "y pronto seremos más".
Su objetivo es participar e influir en la agenda estratégica del sector. Que, por cierto, tiene dos patatas calientes en las manos del Gobierno: un PERTE, en fase casi de diseño, y la inminente creación de la Agencia Espacial Española.
Sobre ambos asuntos se explaya Miguel Belló, comisionado para el PERTE, del que explica que se articula en "18 actividades, con cuatro ejes [del Plan de Recuperación] y diez palancas [ídem]".
En el principio están los planteamientos estandarizados para estas actuaciones del Ejecutivo, los PERTE, cuyos ejes son transición ecológica, transformación digital, cohesión social y territorial e igualdad de género (¿cohetes, cohetas, cohetos…?).
Pero, entrando en lo específico, este PERTE se apoya en tres pilares: el aeronáutico, el espacial y las implicaciones transversales.
Y en lo que más puede importar, el plan de financiación prevé una inversión de 4.533 millones, en cinco años, de los cuales 2.193 se atribuyen a inversión pública (contando la participación española en la Agencia Espacial Europea) y los otros 2.340 se esperan de la inversión privada.
Estos 'dineros' deberían generar, en 10 años, 14.079 puestos de trabajo, 4.608 de ellos directos, y elevar el PIB español un 0,22%, estiman las previsiones mostradas por Belló.
Calendario de urgencias
El calentón de la patata, frente a los números, lo producen las prisas de calendario. Belló destaca la urgencia de convocar concurso para un nuevo lanzador antes de fin de año, con el fin de que pueda incluirse presupuestariamente en 2022, para los fondos que se reciben de Europa. El cohete debería estar disponible antes de 2025, con un presupuesto de 45 millones.
El plan que detalla es una operación conjunta con Portugal, ("es el único PERTE con colaboración internacional que se ha presentado a la CE y les ha sorprendido gratamente", dice) para crear "una constelación atlántica de 16 satélites de vigilancia de la tierra".
La idea original era "repartir las tareas entre ambos países", pero finalmente se ha optado por "dos sistemas en paralelo, aunque parezca una aberración, y hacerlo todo por duplicado", indica Belló, justificando que, de este modo, ambos países desarrollarán los mismos niveles de conocimiento. España y Portugal destinarán 30 millones cada uno a este proyecto.
Esos 16 satélites, cuatro de ellos en cada plano orbital, frente a los sistemas ya en funcionamiento de Copernicus con la misma misión, aportarán la ventaja de ofrecer datos de cada punto con una frecuencia de sólo tres horas, incluyendo un prototipo para alertas de tsunami.
Comunicación cuántica
El otro proyecto estelar del PERTE ambiciona crear un sistema geoestacionario de comunicación cuántica, que será el primero capaz de generar claves cuánticas. El presupuesto es de 126 millones de euros y la ESA estará en ello.
Una vez más, las fechas aprietan. El contrato debería establecerse a primeros de año y el concepto ha de estar aprobado en 2025, para lanzarlo en 2026. Si no se cumple el plazo de aprobación, habría de devolverse el dinero del PERTE invertido hasta entonces, advierte Belló.
[Jan Wörner (ESA) anticipa un negocio espacial de 14.500 millones de euros en tres años]
En cuanto a la Agencia Espacial Española, todavía con "presupuesto cero" y cerrándose el concurso en estos primeros días de noviembre, lo que no iba a hacer Belló es mojarse en lo ahora esencial: ¿dónde se ubicará?
Sí explicó que el Gobierno ha optado por resolverlo con procedimiento de urgencia, lo cual obligará a evaluar en diez días una treintena de candidaturas y apenas dejará otros diez para llevar la elección al consejo de ministros.
Al final, las prisas son para que el Gobierno apruebe su creación "el 20 de diciembre y que el uno de enero esté funcionando".
Belló aclara que será una agencia "sin ingenieros, dedicada a tareas de gestión y con unas 60 personas". Dependerá de dos ministerios, Ciencia y Defensa, con un presupuesto de 300 millones. Burocracia, pues.
Proyectos europeos
Además de la batalla del PERTE, los ojos de la industria espacial española deberán fijarse en el consejo de ministros espaciales de la ESA, el 22 de noviembre, en París, del que se esperan decisiones sobre proyectos que suman hasta 20.000 millones. ¿Qué papel jugarán ahí Francia y Alemania? Esa es otra gran incógnita.
Aparte de la expectación por los dos elementos capitales de corte administrativo que desgrana Belló, el pulso de la investigación y las empresas españolas dedicadas al espacio se reparte entre muchos focos.
Está desde luego muy vivo el maridaje público-privado, en consonancia con ese New Space, del que Ahedo destaca que "en el sector de la baja órbita y media órbita, el más accesible, se nota bastante la convivencia con el espacio, digamos, más tradicional".
Ahedo llama la atención sobre el contraste entre grandes programas de satélites la ESA, como Copernicus y Galileo, con la irrupción de Starlink, el proyecto de Elon Musk con SpaceX, que planea lanzar 12.000 satélites, "de los cuales, el 20% ya está ahí y ha ocurrido bastante rápido".
Hablando de SpaceX, es inevitable una mención a los cohetes reutilizables "y la nave tripulada Dragon, que lleva ya cinco misiones a la Estación Espacial. De alguna manera el transporte de astronautas seguía siendo uno de los reductos exclusivos de la NASA", afirma. Aunque, también, la NASA llevaba años sin saber cómo hacerlo, desde que canceló sus transbordadores.
Microelectrónica comercial
Para Almudena Lindoso, investigadora del grupo de diseño microelectrónico y aplicaciones de la Universidad Carlos III, "se nota en el sector un cambio bastante grande, incluso en las agencias (públicas), que están más en la línea de innovar. Pero no solo las agencias, también en las empresas, que antes eran mucho más conservadoras. Va todo mucho más acelerado".
Hablando de su especialidad, Lindoso afirma que "en el ámbito de los circuitos, se hacen misiones muy ambiciosas, que tienen instrumentos más complejos y necesitan una electrónica que no se tiene disponible cualificada. Hay que utilizar otras cosas y se está haciendo. Tenemos el helicóptero de la NASA [en Marte], Ingenuity, que está hecho con circuitos comerciales. Tiene un microprocesador de móviles y ha estado ahí, volando".
"Estamos lejos de parar ahí y es una oportunidad para muchas empresas que empiecen, no sólo en New Space, sino también en el old, como lo llaman algunos. Hay que mezclarlos. Una mezcla que va a acelerar el proceso", añade Lindoso.
María José Castellanos, investigadora en el ámbito del Derecho aplicado al sector de las aeronaves tripuladas y no tripuladas, subraya que " si las empresas privadas pueden ahora invertir en este sector es porque las agencias espaciales han promocionado sus misiones. Es lo que han denominado como economía de la órbita terrestre baja o economía Leo".
Desde el punto de vista legal, Castellanos puntualiza que el espacio va algo retrasado en sus reglamentos. "El del Espacio Europeo, que se empieza a aplicar desde 2021 hasta el 2027, es precisamente en el que se enmarca lo que denominamos New Space".
Pero la cuestión esencial que se le plantea ahora al Derecho es la referida al aprovechamiento comercial del espacio, la posibilidad de explotar la minería cuerpos celestes como la Luna, Marte, los asteroides…
La Luna, patrimonio mundial
"Hasta el año 67 no existe un tratado internacional. Hay otros, pero el más aceptado, por más países, es éste, que dice que la propiedad del espacio exterior de los planetas y los cuerpos celestes es un patrimonio común mundial. Esto quiere decir que ningún estado puede apropiarse de una parte, ni de un asteroide la Luna, ni de Marte. No se puede dividir y que cada uno tome propiedad".
"Ningún estado puede tener jurisdicción en un planeta o cuerpo celeste", concreta explícitamente Castellano, refiriéndose al Tratado del Espacio Exterior de 1967, inicialmente firmado por Estados Unidos, la URRS y Reino Unido.
Sin embargo, "eso es lo que dice en principio este tratado". "A raíz de este New Space, que lo que más le caracteriza es la parte comercial, se hace necesario que este debate se abra. Ningún estado se podría apropiar de esos recursos. Sin embargo, algunos Estados, sobre todo Estados Unidos, están sacando normas nacionales, que dicen que el país que realiza un lanzamiento para la extracción de minerales se puede apropiar de dichos recursos. Incluso sus empresas privadas. Eso entra totalmente en colisión con el tratado".
Otra visión del momento, desde una empresa como Hispasat que lleva años desarrollando actividad comercial en el espacio con sus satélites, la ofrece su responsable de iniciativas 5G, Jorge García Hospital.
"El espacio levanta grandes expectativas, especialmente en España por el PERTE. Hay una inversión privada enorme debido al nuevo paradigma de diseño, fabricación y operación de redes, que permite hacerlo desde pequeñas startups con sistemas sacados del mercado", reflexiona.
Nuevos servicios por satélite
García Hospital ve un futuro adaptado a las nuevas tecnologías con, "por ejemplo, radios definidas por software o arquitecturas regenerativas en los satélites para adaptar sus servicios a las necesidades de los usuarios. Los casos de uso van a incrementar el negocio que se podrá desplegar desde el espacio".
Recuerda que Hispasat fue "el mayor distribuidor de televisión en portugués y español", desde satélites, para ejemplificar que los servicios posibles se basan "en el estado del arte de la tecnología". Y ahora es el momento de la "conectividad para posiciones como lugares rurales y entornos a los que otras tecnologías no pueden llegar. Para conexiones empresariales o para sedes militares".
Pone en valor, como un "negocio enorme", las conexiones "seguras y resilientes a través de satélites, que han llegado a soluciones residenciales de 100 megabits a unos precios adecuados".
También plantea "conectividad en movimiento, para trenes, flotas, autobuses… y conectividad marítima para barcos y para aviones. Ahora vamos a pensar en qué servicios se pueden poner encima. De la conectividad pura, a servicios OTT [contenidos bajo demanda], hacer seguimiento de contenedores por todo el mundo, sensorizar agricultura, monitorización forestal… y estamos trabajando para la integración de la tecnología 5G por satélite".
"Democratización" espacial
Almudena Sánchez, ejecutiva de desarrollo de negocio de GMV, una de las grandes empresas españolas dedicadas al espacio y con importantes contratos con la ESA, ve en el nuevo panorama espacial un "incremento y democratización" de las actividades.
Observa el florecimiento de "nuevos sensores, nuevos instrumentos, nuevas plataformas y microlanzadores", que ofrecen un renovado abanico de posibilidades "y mejores servicios para organismos públicos, corporaciones privadas e incluso para los ciudadanos", con "nuevos actores" y opciones de "colaboración público-privada que facilita el acceso al espacio".
Desde la experiencia de su empresa en actividades relacionadas con las constelaciones Galileo y Copernicus, y siendo "muy activa en el segmento comercial", con centros de "control telecom", Sánchez habla de sistemas inteligentes para vehículos autónomos, agricultura de precisión, monitorización de bosques y cambio climático.
Sánchez invoca "nuevas oportunidades para todos que van a dar lugar a servicios de muy alto valor añadido para la ciudadanía".
Y, en el terreno de la innovación disruptiva, Sara Correyero, CTO en Ienai Space y representante del Madrid Innovation and New Space Cluster-MINSC, ambas entidades en el Parque Científico UC3M, puede contar cómo es tener las manos en la masa, en la creación de ese New Space.
Micropropulsores eléctricos
Su startup desarrolla motores espaciales eléctricos: "Somos una empresa de 13 personas. Desarrollamos sistemas de propulsión eléctrica para pequeños satélites y el pasado 30 de septiembre lanzamos el primer sistema desarrollado en España, con el cohete Firefly 2".
La estadounidense Firefly es, por cierto, otra empresa debutante en el negocio espacial, que desarrolla pequeños lanzadores utilizando algunos materiales aligerados, como fibra de carbono, en determinadas partes. El citado lanzamiento ha sido el primero suyo con éxito.
"El New Space abre oportunidades y se ha hablado mucho de la inversión privada, a lo que quiero hacer un matiz", añade Correyero.
"Como lo estamos viviendo nosotros, desde el mundo de las startups, y desde esa búsqueda constante de financiación, creo que España todavía está muy por detrás, no solamente de Estados Unidos, sino también de otros países de Europa. Tenemos que ser conscientes. Es necesaria la inversión privada, y España, en ese sentido… Nosotros fuimos la primera startup que recibió una inversión inmensa de capital en España, pero miras a Francia y Alemania, y tienen capitales, fondos de inversión, dedicados a empresas espaciales".
Sobre los motores que desarrolla Ienai, Correyero ofrece jugosos detalles: "Es un tipo de propulsión eléctrica basada en la extracción y aceleración de iones de un líquido, una sal fundida, o líquido iónico, que no tiene asociadas muchas pérdidas. Nuestros sistemas son muy eficientes. Es una tecnología basada en procesos micro y nano. Desarrollamos el sistema más pequeño posible de micropropulsores. El que hemos lanzado con Firefly tiene una sección de dos por dos centímetros y contiene 385 micropropulsores".
*** Nota del editor: El autor de este artículo participó en la jornada El “New space”, la carrera espacial del siglo XXI, organizada por UC3M, como moderador de la mesa redonda con entidades académicas y empresas, sesión cofinanciada por la Comunidad de Madrid y fondos FEDER.