Gerard Martret era un habitual en los eventos y foros de debate sobre el futuro de la movilidad cuando Uber daba los primeros pasos. Antes de que los patinetes invadieran las aceras o de que los taxistas de medio mundo se echasen a las calles.
En 2012, abrió en San Francisco su primera compañía, Shotl. En lugar de pensar en coches particulares compartidos, como hacían Uber y Lyft, decidió aliviar el tráfico con vans, furgonetas que hacían una servicio intermedio, con un gran hueco por cubrir. No eran la línea de autobús, tampoco el trayecto del coche particular, ni el del taxi.
Parecido a lo que en México ofrece Urbvan, o el trayecto que tradicionalmente hacían las denominadas 'Dollar van' en Nueva York. Es decir, ofrece un trayecto flexible, dentro de un perímetro y aporta comodidad y economía.
Gerard, además, añadió seguridad, fiabilidad y comodidad incluyendo aspectos como calefacción, horario y conexión a internet. Poco después llegó el gran diferencial, un algoritmo para optimizar rutas en tiempo real. Ya no era ni un taxi ni un bus, sino un transporte inteligente y flexible.
En paralelo Shotl ha seguido creciendo, con expansión en 22 ciudades y un total de 10 países. Entre ellos Brasil, Japón y gran parte de la Unión Europea. Esta vocación internacional es la que ha atraído a Swvl, el líder del sector en Oriente Medio, que ha comprado Shotl para entrar en el mercado europeo.
Ninguna de las dos partes ha querido compartir la cifra de la adquisición. Esta fusión es el paso necesario para el estreno bursátil en el Nasdaq, el plan que anhela Swvl.
La valoración de la nueva compañía supera los 1.500 millones de dólares. Gracias a esta unión se llega a Egipto, Kenia, Jordania, Pakistán y Emiratos Árabes.
Gerard seguirá al frente de la delegación Europea desde su sede de Barcelona. Echando la vista atrás, rememora los primeros tiempos: "Nosotros siempre fuimos emprendedores de los llamados bootstrappers; esto quiere decir que nuestro modelo de crecimiento ha dependido más de los ingresos generados por la distribución del producto (en este caso por el licenciamiento de la tecnología)".
"Esto ya hizo que nuestra primera empresa (Drivania) fuera 100% de nuestra propiedad, hasta la actualidad (20 años desde su fundación)".
En Shotl también tuvo que hacer un esfuerzo importante: "Fuimos los tres socios quienes hicimos una aportación inicial de 500.000 euros, junto a la aportación de un segundo socio fundador estratégico del sector de la movilidad que aportó otros 500.000 euros más".
"En Shotl fuimos capaces de mantener niveles mensuales de punto muerto durante la segunda mitad del 2019, hasta la llegada de la pandemia, lo que afectó muy severamente nuestro sector", añade.
El impacto de la pandemia
"A pesar del impacto negativo de la parálisis en materia de movilidad, empezamos a recibir el interés por parte de inversores y compradores. De las tres opciones más atractivas que recibimos, tuvimos muy claro desde el principio que Swvl era la mejor y trabajamos para llegar a un acuerdo que fuera bueno para todos", apostilla el empresario.
Dejando de lado el aspecto económico, lo que más enorgullece al fundador es el impacto en el medioambiente: "Por cada nuevo vehículo que opera en una ciudad o una área suburbana con nuestra tecnología, una media de 3,5 coches son eliminados de nuestras calles".
Camina Lab, la fábrica de ideas de movilidad
Por otro lado, "estamos licenciando nuestra tecnología a técnicos de movilidad, ayuntamientos, autoridades de transporte público y operadores de buses, dándoles acceso a datos y KPIs valiosos, dándoles poder para tomar decisiones mucho más acertadas en materia de planificación de transporte y urbana", explica.
A medida que se exploraba el sector, Martret comenzó a tener más ideas. Así nació Camina Lab, todavía en funcionamiento, como un venture builder de movilidad con sede en Barcelona, donde comenzó a aplicar esta tecnología. En 2017 ya tenía un prototipo en funcionamiento en su ciudad natal.