Enclavada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, Bogotá es la macrourbe más elevada del planeta. Cuenta con 5,5 millones de habitantes, que suman más de 11 millones con las poblaciones satélites de la conurbación integrante de su área metropolitana y su región. La ciudad de La Paz (Bolivia), está a más de 3.600 metros de altura, pero no llega al millón de habitantes.
Bogotá, con 35 kilómetros de punta a punta, se acuesta literalmente contra una cadena de "cerros" (así los llaman) de la Cordillera Oriental de los Andes, cuyas crestas asoman unos 600 metros por encima de los rascacielos. El bogotano no necesita brújula para orientarse. Basta con que alinee su hombro derecho en perpendicular a los cerros y sabrá que está mirando al norte. Otros asuntos sí requieren cierta orientación.
Colombia presume de muy buenos indicadores económicos, pese a la pandemia, y de ser el tercer país más emprendedor de la OCDE (2021), por detrás de Corea del Sur y Chile, según datos que muestra Francisco Noguera, presidente de Innpulsa, la agencia gubernamental de emprendimiento e innovación.
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Además, Bogotá es la tercera capital latinoamericana en levantamiento de capital riesgo (6.642 millones de dólares de 2017 a 2022), sólo por detrás de los gigantes México DF (14.931 millones) y Sao Paulo (29.351). Las cifras de Colombia desde 2018 multiplican por 22 la captación de fondos obtenida en el periodo de 2014 a 2017.
Los números indican también que Colombia es ahora el país de Latinoamérica "con mejor entorno para emprender". A Bogotá la llaman "el pequeño Silicon Valley", aspira a convertirse en el hub clave para la innovación en Sudamérica y su aeropuerto de El Dorado es el número uno de Latam en movimiento de carga.
Feria GoFest
D+I ha tenido ocasión de echar un somero vistazo a ese prolijo ecosistema de emprendimiento, aprovechando la celebración de la feria GoFest, organizada por la Cámara de Comercio bogotana en su espectacular centro de congresos Ágora, que convoca a las fuerzas vivas de la innovación del continente y más allá. Israel ha sido país invitado.
"La Cámara de Comercio es una alianza público-privada”, informa a este medio su presidente, Nicolas Uribe, dando una primera pista de cómo se construye ese ecosistema diferencial con los países del entorno, apoyándose en un impulso en el que participan muy activamente los poderes públicos.
Uribe desgrana actividades que empiezan en "el acompañamiento con mentorías que, mediante programas de voluntariado, ayudan a 8.000 emprendimientos con ejecutivos de las mayores compañías. Tenemos unalínea de crédito. Y tenemos Bazzarbog, una vitrina comercial en la que los emprendedores de nuestra región pueden subir fotos de sus productos y empezar a vender virtualmente sin hacer ningún gasto. Tenemos desde programas de gran impacto y a largo plazo, hasta cursos rápidos para aprender a vender por Whatsapp, pagar impuestos, llevar la contabilidad o cómo innovar. Es una plataforma integral con más de 500 servicios".
Hay que advertir que la Cámara de Comercio actúa como entidad privada, pero tiene una misión de recaudación de impuestos empresariales delegada por el Gobierno. Si bien el presidente subraya que "las Cámaras no son entidades de recaudo y expedición de certificados de matrícula mercantil (que también lo hacen), sino agencias de desarrollo del territorio al servicio del sector empresarial".
Así, precisa que, a través de esta entidad es posible realizar todas las gestiones administrativas que requiere una empresa, e incluso todos los trámites para crear una compañía, "sin tener que acudir a una notaría y con ventanilla única". También gestiona, al margen de los organismos públicos "para evitar la corrupción", otros registros como "el de proponentes", que son personas y empresas que desean acudir a licitaciones públicas.
El primer metaverso latino
A la vez, habla de actividades en transición energética y medioambiental, y de una tarea de difusión de nuevas tecnologías, que llega hasta los límites del "metaverso y el blockchain", presentes en la feria GoFest con "el primer metaverso latino", una plataforma llamada Landian, donde se puede comprar y vender simultáneamente para el mundo físico y el virtual, con criptos, o con tarjeta de crédito normal.
Aunque también es cierto que el concepto de emprendimiento que ocupa a Uribe no se refiere únicamente a proyectos basados en tecnología e innovación. Cualquier pequeño nuevo desarrollo empresarial genera similar entusiasmo para combatir el problema de tener "un 50% de unidades productivas en la informalidad (economía sumergida)". Por eso la feria de emprendedores también dedica un buen espacio a pequeños negocios y actividades de artesanía que así "se ingresan en la formalidad" económica.
Precisamente desde el escenario del GoFest, el representante en el Congreso Erasmo Zuleta se pone la medalla, con tono bastante mitinero, por la aprobación en 2021 de la Ley de Emprendedores, presentada e impulsada por él.
Ahora falta, le replican en mesa redonda, desarrollar los reglamentos. Pero, como primera medida, esa legislación ya en vigor impone a los sistemas de pensiones colombianos la obligación de invertir un 3% de sus fondos en la financiación de startups y proyectos de emprendimiento.
Eso supone, dice Zuleta, que están obligados a inyectar en el ecosistema 12 billones de pesos (más de 2.900 millones de euros), de los 400 billones (unos 97.000 millones de euros) que manejan los cuatro fondos privados de pensiones existentes en Colombia, además de la empresa estatal Colpensiones.
A su vez, el político exige que esa nueva potencia inversora no se vaya a integrar cómodamente como partícipe en los fondos de inversión que ya operan en el país, aplicando sus propios criterios en busca de beneficios.
Instituciones y unicornios
Se adivina en el mensaje un trasfondo de pugna del resto del país con el distrito de Bogotá, que ahora acapara el 69% del impulso emprendedor, seguida de lejos por el 19% de Medellín y el 3% de Cali. Las migajas del 9% restante se reparten entre los otros siete distritos colombianos.
Pero la clave de ese poderío centralizado, protestan los líderes de las diversas entidades que tejen el ecosistema bogotano, no se basa sólo en la capitalidad.
En torno a la idea del emprendimiento, no exclusivamente tecnológico, gravitan la propia Cámara de Comercio de Bogotá; su brazo de captación de capital extranjero, Invest in Bogotá; la agencia de emprendimiento e innovación del Gobierno, iNNpulsa Colombia, que se coordina con el ministerio de Comercio, Industria y Turismo; la red Connect Bogotá, que urde conexiones entre "empresas, universidades, emprendedores y el Estado"; la asociación de fondos privados Col Capital; una relación de 131 bancos y fondos de inversión, incluidos grandes inversores extranjeros, y 22 universidades con programas de emprendimiento…
Y a toda esa larga lista de agentes activos en el ecosistema se le añade la fuerza tractora de los primeros dos unicornios del país, Rappi (logística) y Habi (proptech). Dos modelos a imitar (hay una docena de startups a punto ya de serlo también) que actúan como plataformas en las que se apoyan otros negocios.
Es el caso, sobre todo, de Rappi, una tecnológica que empezó en 2015 como delivery de comida a domicilio. En poco tiempo, y sobre todo en los difíciles momentos de la pandemia, se ha convertido en una potente distribuidora logística, para todo tipo de comercio, que opera ya en nueve países latinoamericanos.
Nicolás Villegas, CTO de Tül, una de esas startups que están a punto de ser unicornios, detalla a D+I las características de su peculiar plataforma de comercio electrónico, que en buena medida se apoya en los servicios de Rappi.
Logística de ferretería
Su negocio, instalado en Colombia y México, consiste en suministrar a las ferreterías todo el género que precisen, en pequeñas cantidades. El ferretero, en Latinoamérica, vende no sólo herramientas, clavos y tornillos, también todo tipo de material de construcción.
En muchos casos son locales pequeños, sin espacio para almacén ni fuelle económico, para adquirir toneladas de cemento, de ladrillos, pinturas y otros productos, como tendrían que hacer recurriendo a los fabricantes como proveedores.
"Nuestra idea es que el cliente compre muchas veces, pocas cosas", dice Villegas. Es Tül la que compra y almacena en grandes cantidades, para suministrar al ferretero lo que necesita puntualmente para la venta al detalle.
La startup empezó a preparar su propia tecnología, apoyada en datos, en diciembre de 2019 y ya estaba "vendiendo" en enero de 2020. Pero entonces la pandemia cerró el país. Se reorientaron a vender artículos para la desinfección. Al fin y al cabo, es una app de e-commerce que dispone de sus propias "bodegas" (almacenes) estratégicamente repartidas.
Aunque lo más importante fue activar un sistema con el que el ferretero, que es un comerciante de proximidad en el barrio, podía vender lo que fuera a un vecino sin tener si quiera que abrir su tienda. Lo pedía a Tül y esta, a través del servicio de logística (de Rappi, mayormente), entregaba directamente al cliente final.
Así se explica el crecimiento meteórico de un negocio apoyado en las ventajas del ecosistema. "Pasamos de 10 a 5.000 clientes (ferreteros) en un año. Ahora ya tenemos 60.000 registrados", indica Villegas. Pero no ve conveniente, sin embargo, actuar como un marketplace abierto al público. Se define como un B2B.
En Colombia se practica mucho "la autoconstrucción", explica. Es decir, el propietario de una vivienda se hace sus propios arreglos y ampliaciones. Sólo necesita comprar las herramientas y materiales. Pero en las pequeñas ferreterías no siempre pueden tener lo que el comprador necesita. Ahora pueden hasta vender por catálogo. Y, lo que valora Villegas, es el suministrador de confianza en su barrio.
Las entregas se hacen contra pago directo (incluso en metálico). Tül se ha adentrado también en la concesión de pequeños créditos, "hasta 500 dólares, no para consumo", sino para facilitar sus propias ventas. Lo llama "créditos productivos". Mientras, empiezan a pensar en 2otros verticales como agroindustria, talleres de coches, papelerías, cacharrerías…"y un posible sistema de alquiler de herramientas.
Fintech con sandbox
Isabella Muñoz, directora ejecutiva de Invest in Bogotá (entidad que pertenece a medias a la Cámara de Comercio y a la Alcaldía Mayor), cuya misión es ayudar a atraer capital extranjero, organizando contactos, reuniones, eventos y visitas, habla en dólares para subrayar que una inversión de 3.229 millones, en más de 440 proyectos, son responsables de la creación de 61.877 empleos directos, a lo largo de tres lustros de actividad.
Su organización se plantea como sectores prioritarios las "ciencias de la vida, industrias creativas, infraestructuras, manufacturas de valor agregado, IT BPO (externalización de servicios IT), reuniones y eventos y emprendimiento". Explica que su misión es "dar visibilidad a los emprendimientos ante los inversores extranjeros".
Y uno de los sectores en los que Bogotá se siente muy capaz de mostrarse es la tecnología financiera. Erick Rincón Cárdenas, presidente de Colombia Fintech, afirma que es "la segunda ciudad hispanohablante en fintech, con una buena base en educación digital, software y bilingüismo".
El distrito cuenta con la agencia Atenea para la educación superior, la ciencia y la tecnología, y la plataforma de educación online Platzi, que se reivindica como la más grande en español enfocada a tecnología. Según el último dato de 2021, el paro juvenil era del 21%.
Medellín se ha adelantado, teniendo ya constituido su Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación, con arreglo a la ley de emprendimiento de 2021. Bogotá planea estrenar el suyo en 2026. Pero lo que sí existe ya para encaminar actividades es una primera sandbox, dedicada a criptoactivos, que tendrá vigencia hasta 2023.
Mientras, en la competición para startups del GoFest, la triunfadora, por votación de los asistentes, es Vividero, un emprendimiento dedicado a la reforma y renovación virtual de viviendas, que permite ver y diseñar el antes y el después propuesto para un domicilio a través de un software con inteligencia artificial. Así promete resolver con precisión en un par de meses tareas que requerirían hasta medio año, sabiendo de antemano cómo debe quedar.