Fueron muchos los militares romanos que destacaron a lo largo de la historia: unos por heroicos, otros por valientes, otros por tenaces... Y en este sentido, cabe destacar que en tiempos del Imperio romano nacieron en Hispania tres emperadores: Trajano, Adriano y Teodosio.
Sin embargo, en la Península Ibérica también fue cuna grandes soldados que no llegaron a emperadores, pero estuvieron a punto... Hablamos de un soldado hispano que ha pasado desapercibido en la historia y que, sin embargo, pudo haber llegado a lo más alto del poder en la Antigua Roma por las numerosas condecoraciones que recibió.
El soldado hispano del Imperio romano que pudo ser emperador
Se trata de Marco Cornelio Nigrino Curiacio Materno, un político y militar romano y candidato al trono imperial. Nacido en Edeta (actual Liria, Valencia), fue un soldado que destacó por encima del resto por la cantidad de condecoraciones y honores que recibió a lo largo de su carrera.
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Según explica el escritor Carlos Goñi en su obra Hispanos (Arpa), la historia de Marco Cornelio Nigrino se conoce por una serie de lápidas halladas a finales del siglo XIX en Liria en las que se registró el cursus honorum de un general romano nacido en esa localidad en el año 40 d. C.
"Habida cuenta de los honores y condecoraciones que recibió el tal Nigrino, pocos romanos de la época habrían conseguido tantos logros como él a pesar de haber sido desconocido por la historia hasta el momento", apunta el autor.
Entre otros cargos, este personaje fue propretor de la provincia de Aquitania, legado propretor de Moesia y de Siria y recibió varias condecoraciones por sus intervenciones bélicas en la Dacia. No obstante, fue borrado de la historia tras sufrir una damnatio memoriae, seguramente por su ferviente fidelidad a la familia Flavia.
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Nigrino era natural de la ciudad hispana de Edeta (actual Liria) y procedía de una rica familia dedicada a la explotación minera. Su padre, Marco, habría recibido la ciudadanía romana en tiempos de Augusto y el cognomen de Cornelio. Según algunas informaciones, se casó con Curiacia Materna, quizás hermana de uno de los oradores más importantes de la Baetica, formando así una de las familias hispanorromanas más influyentes de su tiempo.
"La primera noticia de su inclusión en el ejército nos sitúa a Nigrino en Britania en el año 67 y en la frontera del Danubio en el 68", explica Goñi. "Tras la muerte de Nerón aquel mismo año, se vio envuelto en las guerras civiles por la sucesión. En un año accedieron al trono cuatro emperadores: Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano. Nigrino tomó partido de la familia Flavia, es decir, por Vespasiano, lo que le supuso entrar en el orden senatorial y ganarse la confianza del emperador y de sus sucesores, Tito y Domiciano."
En la época de ese último princeps obtuvo varias condecoraciones militares por sus campañas en Dacia y el gobierno de Moesia y de Siria (año 93). Sin pertenecer a la familia imperial, recibió tres consulados.
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Pero el Senado no estaba de acuerdo con la monarquía sucesoria que instauraron los Flavios y pronto se organizó una conjura contra Domiciano, quien fue asesinado en el año 96, y el viejo senador Marco Coceyo Nerva fue nombrado emperador. "Nigrino, fiel a la estirpe Flavia, pudo ser el mismo 'heroico gobernador' que, según cuenta Plinio el Viejo, dispuso a su ejército contra Nerva. No obstante, la sublevación nunca llegó a producirse y el hispano fue cesado de sus cargos, desterrado y silenciado su recuerdo. Otro hispano de nombre Trajano fue adoptado como legítimo sucesor al trono", detalla Goñi.
Y añade: "Parece el intento de Nigrino de hacerse con el poder por la fuerza de las armas fue frenado por la de la diplomacia. Se me antoja que, por lo que a la oratoria se refiere, sus ascendentes maternos no le fueron de gran ayuda, y el edetano sufrió un 'delete' total por parte de la saga de los Antoninos, lo que en latín se llama damnatio memoriae, condena de la memoria. Su brillante carrera militar se apagó de repente y no dejó ningún rastro".
Tras el nombramiento de Trajo, Nigrino se retiró a su tierra natal, donde brilló para los suyos y recibió de ellos homenajes de forma privada, como ponen de manifiesto las epigrafías encontradas. Se desconoce la fecha de su muerte, que pudo ser en los primeros años del siglo II.