En el centro, Luis Castro, capitán de la Guardia Civil y jefe del Servicio de Información y Policía Militar en Teruel, artífice de la desarticulación de una docena de redes de espionaje republicano.

En el centro, Luis Castro, capitán de la Guardia Civil y jefe del Servicio de Información y Policía Militar en Teruel, artífice de la desarticulación de una docena de redes de espionaje republicano. Archivo familiar

Historia

Evasiones, sabotajes y espías: historias inéditas de la Guerra Civil que muestran todo su drama

Los investigadores Alberto Laguna y Victoria de Diego reconstruyen en un elaborado ensayo una veintena de microhistorias olvidadas o poco conocidas de la contienda.

14 junio, 2024 08:44

El brigada Francisco Mas, encerrado en la prisión tinerfeña de Paso Alto, aguardaba apesadumbrado, como un "tormento inenarrable", la ejecución de su sentencia: el fusilamiento. El comandante militar de Canarias lo había condenado el 22 de agosto de 1936 a la pena de muerte por un "delito consumado de rebelión militar". En realidad, el guardia civil, el único que se opuso a la sublevación militar y a Franco en todo el archipiélago, se había mantenido fiel al Gobierno de la República desde su humilde cuartel en la pequeña localidad de Vallehermoso, en La Gomera.

Con cuatro agentes y unos cuantos paisanos a los que entregó un puñado de escopetas, pistolas automáticas, revólveres y varios kilos de dinamita, logró repeler con disparos al aire a una columna de tropas rebeldes. Pero Mas, veterano de la guerra de Marruecos —había sido alcanzado en la ingle por un francotirador durante los combates del barranco del Lobo, en 1909—, decidió rendirse al día siguiente ante la llegada de refuerzos mucho mejor armados. Los franquistas, incumpliendo sus promesas, arrestaron al guardia civil, al alcalde Ramón Cabrera y al presidente de la Federación Obrera local, Manuel Quintana, y los sometieron a un consejo de guerra.

"Me despedaza. Me hacer perder el sentido pequeñito de mi vida. Os quedáis sin padre, sin su calor, sin su protección, sin sus caricias", escribió el agente a su mujer y a sus hijos dos días antes de ser ejecutado. "¿Qué será de vosotros? ¿Qué delito habéis cometido? Qué felicidad sentía cuando entre mis brazos os paseaba, os abrazaba y apretujaba. Cuando os besaba". A pesar de su mentalidad castrense y su fervor religioso, Francisco Mas decidió defender la legalidad republicana tras el golpe de Estado. Si bien comulgaba más con las ideologías izquierdistas, su biografía refleja a la perfección todas las complejidades y líneas grises que pueblan la Guerra Civil.

El coronel republicano José Puig fue víctima de un atentado.

El coronel republicano José Puig fue víctima de un atentado. Archivo de la familia Puig

La del miembro de la Benemérita es una de las microhistorias que engrosan La guerra encubierta (Arzalia), apasionante libro de los periodistas e investigadores Alberto Laguna y Victoria de Diego en el que sacan a la luz operaciones secretas, de sabotaje, de evasión o de espionaje muy desconocidas de la contienda de 1936-1939. De hecho, mucha de la información presentada en el trabajado volumen, resultado de minuciosas búsquedas en archivos y entrevistas a descendientes de los personajes, es inédita.

Por ejemplo, destaca Laguna que no se sabían las verdades sobre la huida hacia zona sublevada de Alejandro Goicoechea, futuro inventor del Talgo. Responsable de las obras del famoso Cinturón de Hierro de Bilbao por encargo del Gobierno vasco, le entregó a los franquistas los planos de la línea de fortificaciones, que no era tan inexpugnable como se ha vendido siempre. En su capítulo se profundiza en su figura como no se había hecho y en las relaciones que mantuvo con ambos bandos y con los nacionalismos.

Instante en el que se hunde el submarino B-6 con algunos de sus tripulantes todavía en cubierta.

Instante en el que se hunde el submarino B-6 con algunos de sus tripulantes todavía en cubierta. Archivo Museo Naval

También revelan la identidad del agente Leblond, cuyo nombre real era Jules Brocard González, un espía francés enviado por Franco desde San Sebastián para que montase una radio clandestina en Barcelona y que es definido como "el intoxicador de la batalla del Ebro". "Se ha dicho que podía haber sido una mujer, pero no fue así. Lo curioso es que este señor terminó convirtiéndose en la posguerra en el marido de la escritora Ana María Matute", asegura el autor también, junto a Antonio Vargas Márquez, de La Quinta Columna. La guerra clandestina tras las líneas republicanas (La Esfera de los Libros, 2019).

Madrid y los cielos

"Para entender la Guerra Civil hay que comprender las aportaciones de personajes anónimos, algunos de los cuales tuvieron una enorme trascendencia", subraya el investigador, señalando el caso de Antonio Garijo, teniente coronel de Infantería del Ejército de la República y jefe de los servicios de información del Grupo de los Ejércitos. No solo simpatizaba con los golpistas y colaboró con la Quinta Columna, sino que, tras el golpe del coronel Casado, desempeñó un papel fundamental en las negociaciones para el desenlace de la contienda. Lo curioso es que pese a su innegable hoja de servicios la justicia franquista decidió no rehabilitarlo y fue alejado de los círculos castrenses.

A bordo de uno de los pocos Douglas D-2 que le quedaban al bando republicano, Garijo, como representante del Consejo Nacional de Defensa, se desplazó hasta el aeródromo de Gamonal, en Burgos, los días 23 y 25 de marzo de 1939 para tratar los detalles de la capitulación. El piloto de la aeronave, José Corrochano Márquez, cuenta con un capítulo específico en La guerra encubierta. No solo salvó la vida al general Miaja sacándolo de Valencia unas jornadas más tarde: en su expediente figura haber sido el primer caza derribado durante los combates aéreos en los cielos de la sierra de Madrid.

José Corrochano junto a un avión civil con el que hacía fotografía aérea antes de 1936.

José Corrochano junto a un avión civil con el que hacía fotografía aérea antes de 1936. Cedida por Ángeles Corrochano

Madrid ocupa buena parte de las aventuras de un libro que evidencia que hubo muchas guerras civiles dentro de la Guerra Civil y todas estuvieron gobernadas por la misma ley: la del drama humano. Laguna y De Diego ofrecen una reconstrucción casi minutada de las últimas 72 horas de la capital bajo la bandera tricolor. "Lo hacemos desde diferentes puntos de vista: el Ministerio de Hacienda, el aeródromo de Barajas, el Ayuntamiento, el frente de Entrevías o la Ciudad Universitaria, donde se produjo la escena formal de la rendición. La intervención de los agentes secretos de Franco son aportaciones que prácticamente no se han visto en otras investigaciones", presumen.

En ese ocaso de la contienda se produjo un hecho insólito: la deserción del comandante franquista Ramón Lloro Regales a las filas enemigas. Enfrentado con su superior, el teniente coronel Eduardo Losas, decidió abandonar su trinchera en una noche de borrachera ante el temor de acabar fusilado por los suyos. Los investigadores arrojan luz sobre este caso, y también sobre el papel de Manuel Gutiérrez Mellado como quintacolumnista, desde siempre discutido por sus compañeros.

"Ponemos el foco en las sombras de Guti, como lo llamaban. Hizo un buen papel como espía, pero cuando la guerra ya estaba encaminada. Aportamos fechas y lugares exactos por donde se evadió a la zona rebelde desde el Madrid del Frente Popular, reconstruimos su círculo de colaboradores y su actuación posterior en puestos de responsabilidad en el espionaje de los alzados. Va a dar mucho que hablar", aventura Laguna.

El teniente coronel Eduardo Losas en Larache el día del golpe de Estado, cuando era jefe del Grupo de Regulares.

El teniente coronel Eduardo Losas en Larache el día del golpe de Estado, cuando era jefe del Grupo de Regulares. Cedida por Fernando Calvo González-Regueral

No cabe en este artículo un breve resumen de todas las microhistorias que se recogen en el libro, pero sí merece la pena mencionar algunas más: la del coronel republicano José Puig, que no murió en la sierra del Guadarrama por culpa de un proyectil franquista, sino por un atentado perpetrado por su propio chófer; la del alférez de navío Óscar Scharfhause, responsable del submarino gubernamental B-6 y protagonista de un sabotaje que propició su hundimiento y la captura de toda la tripulación; la de Juan Reus, un as de la aviación ejecutado por negarse a bombardear el cuartel de la Montaña; o la de Vsevolod Marchenko, Vicente, un piloto ruso que combatió con los sublevados y que fue capturado durante un ataque a una base aérea en Sariñena (Huesca). 

Una serie de vibrantes y trágicas lecturas para sumergirse en toda la complejidad y el drama de la Guerra Civil.