Antes de que en Europa la ciudad de Roma dominase el Mediterráneo, al otro lado de Eurasia, en el siglo III a.C., el militar y político chino Quin Shi Huang se autoproclamó primer emperador de China. En su particular limes del norte ordenó conectar varios fortines que existían desde el siglo VIII a.C. para proteger sus dominios de las incursiones de jinetes nómadas desde las estepas de Mongolia. Esta línea defensiva, más conocida como la Gran Muralla, se fue ampliando con el paso de los siglos.
Quin Shi murió en el año 210 a.C. y fue enterrado en un espectacular complejo situado en la actual Xi'an, provincia de Shaanxi, protegido por un ejército inmortal de 7.000 guerreros de terracota que fue descubierto por casualidad por unos campesinos que excavaban un pozo de agua en 1974. En la actualidad, 50 años después del hallazgo, un equipo de arqueólogos se encuentra estudiando en su interior la tumba de un príncipe perdido entre la historia y la leyenda.
El ataúd de 16 toneladas descubierto en 2011 cargado de riqueza que está siendo investigada podría pertenecer al príncipe Gao, hijo de Quin Shi. En un primer momento se dejó como estaba para mejorar su conservación hasta que unas lluvias torrenciales motivaron su actual excavación por temor a que las inclemencias del tiempo destruyesen el milenario y dañado sarcófago.
La cámara funeraria, en forma de pirámide invertida, tiene 109 metros de largo, está enterrada a 16 m de profundidad y cuenta con grandes escalones de tierra que se van estrechando hasta llegar al sarcófago.
"La tumba fue construida con mucha precisión a mucha profundidad y a una escala inmensa. La mayoría de las tumbas antiguas han sido saqueadas, por lo que no teníamos muchas esperanzas para la cámara del ataúd. Pero resultó que no había sido saqueada y nos quedamos asombrados", ha explicado Jiang Wenxiao, líder de las excavaciones, al diario británico The Times. "Cada vez que bajo todavía me siento asombrado".
El sarcófago estaba muy deteriorado, pero emergió acompañado de un montón de armas, armaduras, jade y un tesoro de 6.000 monedas de bronce y un par de camellos de oro y plata, inéditos hasta el momento. Además de estos artefactos, en la tumba se encontró una vajilla y un juego de utensilios que debían acompañar al difunto en su viaje al más allá.
Está claro que el personaje enterrado pertenecía a la élite china del primer imperio Quin, pero su identidad es todo un misterio. Una posible explicación que esgrimen los arqueólogos chinos se encuentra en una serie de textos semi legendarios escritos por el historiador Sima Qian sobre el año 85 a.C.
El príncipe que quiso morir
Según las crónicas de Qian, tras la muerte del emperador, su hijo Hu Hai mató a todos sus oponentes en una feroz purga por asegurar el trono. Su hermano, el príncipe Gao, le rogó que también lo matase a él y lo enterrase en el mausoleo debido a que lamentaba no haber podido acompañar a su padre al otro mundo. Hu Hai, dispuesto a asegurar su posición, no se opuso al deseo de su hermano, le entregó 100.000 monedas de bronce para organizar su entierro y cumplió su petición.
Esta historia mítica podría esconder algo de realidad. En los textos se menciona que el faraónico complejo funerario contaba con 100 ríos de mercurio, metal líquido altamente tóxico que se consideraba divino y milagroso. Con toda probabilidad el número sería una exageración, pero los análisis del espacio detectaron niveles de este elemento químico mucho más elevados de lo que sería habitual.
"Por eso la excavación es tan emocionante", ha confesado Hui Ming Tak Ted, experto en la dinastía Qin y profesor asociado de la Universidad de Oxford. "Por primera vez en 2.000 años tenemos la oportunidad de descubrir si Sima Qian estaba en lo correcto".
Antes de sacar una conclusión precipitada decidieron volcarse sobre los restos conservados en el interior del sarcófago. Se descubrió que el cuerpo pertenecía a un hombre que, gracias al análisis de fragmentos de su dentadura -un premolar en buen estado-, tuvo una buena alimentación a lo largo de su vida y que contaba con entre 18 y 22 años antes de morir.
Varios elementos del ajuar datan de finales del periodo Qin, por lo que tuvieron que ser depositados junto al sarcófago no más de 3 o 4 años después de la muerte del primer emperador. Todos estos indicios parecen apuntar a que se trata de la tumba del príncipe Gao, pero por el momento los arqueólogos prefieren ser cautelosos.
"Después de la muerte del primer emperador, todos sus hijos tuvieron un final trágico, por lo que me inclino más a creer que esta tumba pertenece a un noble de alto rango o a un jefe del ejército", apunta Jiang Wenxiao.
Esta investigación arqueológica hechizó a las cámaras del documental sino-británico Misterios de los guerreros de terracota, producido por Netflix y para el que se concedió acceso al gran conjunto arqueológico de Xi'an, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. "Es el sitio más extraordinario que se pueda imaginar", ha subrayado Richard Bradley, productor del filme que se estrenará el próximo miércoles 12 de junio. "Cuando estás parado frente a los guerreros de terracota la sensación es impresionante, casi indescriptible".