En la medianoche del 12 de mayo de 1940, las profundidades del fiordo noruego de Ofoten se iluminaron por las balas trazadoras y los proyectiles de artillería nazis que buscaban de forma ansiosa alcanzar alguna de las decenas de barcazas francesas que asaltaron el pequeño puerto pesquero de Bjerkvik. Allí, en el círculo polar ártico, algunos rayos de sol despuntaban entre el cielo gris. Estaban cerca las primeras noches blancas del sol de medianoche, típicas del verano. La temperatura no superaba los 20ºC bajo cero.
La 13.ª Media Brigada Ligera de la Legión Extranjera (DBLE) se lanzó sobre las primeras casas del puerto acompañada de unos pocos blindados ligeros. Entre las explosiones y los disparos, de vez en cuando se podían escuchar aullidos en alemán, francés y algún insulto en español. Aquella unidad de cerca de 2.000 hombres recibía su bautismo de fuego, aunque muchos de sus hombres ya conocían el olor de la cordita. Cerca de la mitad eran republicanos españoles que habían combatido en la Guerra Civil.
Derrotados por el ejército de Franco, habían huido cruzando los Pirineos o embarcándose en la costa levantina rumbo a África. Amontonados en oscuros campos de refugiados devorados por piojos y enfermedades, los oficiales franceses ofrecían una salida en la Legión Extranjera, unidad que recibió su bautismo en la primera guerra carlista. Usando seudónimos para evitar represalias, miles aceptaron para continuar la lucha. Además de eso, el andaluz Manuel Fernández lo hizo por un dolor de muelas que le torturaba.
"El dolor era insoportable y constante. Me volvía loco. Pronto comenzaron también la diarrea y los piojos. Los de la Legión venían incitando a que nos alistáramos (...). Al final terminé aceptando: era la única forma para que me sacaran la muela y cesara el sufrimiento", relató a la periodista e investigadora Evelyn Mesquida, que recoge el testimonio en La Nueve (Ediciones B).
El círculo polar
Le sacaron la muela, pero cuando quiso darse cuenta el sol africano del cuartel general de la Legión en Sidi Bel Abbes le deslumbraba. Mucho antes de que el general Philippe Leclerc liberase París con La Nueve, formada por republicanos españoles en 1943, tres años antes ya había cientos de veteranos de la Guerra Civil combatiendo bajo bandera francesa, muchos de ellos en la 13.ª DBLE que en mayo de 1940 embarcó en Brest hacia Noruega.
En las bodegas de los buques de transporte General Metzinger y Providence que transportaban a brigada se apilaron esquís y demás equipamiento polar. El objetivo era capturar la ciudad de Narvik, ocupada por los alemanes. Muchos cantaron himnos de la Legión. Manuel Fernández y sus compatriotas entonaron canciones republicanas. Algunos no volverían. Se estima que en la II Guerra Mundial había entre 12.000 y 15.000 españoles desperdigados en toda la Legión Extranjera. En 1945 había muerto el 65%.
La cota 220
"Muchos oficiales habían desconfiado de ellos llamándoles comunistas y lamentando que se les hubiera incluido en la expedición de Noruega. Sin embargo, herederos de las virtudes militares de su raza, estos rojos se batieron como leones en las sierras nevadas de Noruega", escribió sobre ellos el historiador Georges Blond.
La Royal Navy había batido los fiordos sin éxito buscando derrotando a la Kriegsmarine que, desde sus posiciones en Noruega, podía amenazar el Atlántico Norte y mar Ártico. El gran contingente británico y francés, apoyado por remanentes de los ejércitos noruego y polaco, tenía como objetivo dominar Narvik, al norte del país. Desde ese vital puerto se cargaban cada año 11 millones de toneladas de hierro que no podían alimentar la industria de guerra nazi.
Tras la audaz captura de Bjerkvik en un asalto anfibio, a primera hora de la mañana los legionarios, apoyados por el chirriar de las cadenas de un par de pequeños blindados, marcharon hacia los almacenes de Elvegaarden. Desde una colina sin nombre que en los mapas militares figuraba como cota 220, cuatro ametralladoras pesadas rugieron protegiendo la retirada alemana.
A través de un pequeño y sucio torrente de agua y nieve, 39 legionarios -14 de ellos españoles- subieron la colina. Entre peñascos ascendieron como cabras. De vez en cuando alguna ráfaga alcanzaba a los asaltantes que, tras un duro combate, acallaron tres máquinas. La última seguía tartamudeando de forma violenta arañando la cresta. Levantar la cabeza de las rocas se volvió un acto de fe.
"El último asalto lo dieron tres legionarios españoles -Málaga, Pepe y Gayoso-, dos de los cuales no tardaron en desplomarse barranco abajo por los tiros de la cuarta ametralladora", explica Mesquida. El último que quedaba en pie, Gayoso, consiguió llegar hasta el final y, tras dar una patada a la ametralladora, la emprendió a culatazos contra los alemanes. Fue el primer hombre de la unidad que recibió la medalla al mérito militar.
Narvik terminó cayendo el 28 de mayo tras intensos combates cuerpo a cuerpo, asaltos con granadas, bayonetas y bombardeos de artillería. Murieron 250 legionarios solo en este combate. La primera victoria de los Aliados contra Hitler se esfumó rápidamente. Cuando estaban ya a menos de 14 kilómetros de la frontera sueca con los alemanes en retirada, en Londres y París cundió el pánico.
Más de 338.000 soldados británicos, franceses y belgas se apelotonaban en las costas de Dunkerque y Calais empujados hacia el mar por los panzer de la Wehrmacht, dueños del campo de batalla. El Cuerpo Expedicionario en Noruega fue evacuado hacia Escocia dejando atrás cientos de tumbas sin nombre. A pesar de que en el cementerio de Narvik solo se pueden encontrar 16 nombres españoles, los historiadores creen que los caídos republicanos alcanzan de sobra la centena.
La 13.ª DBLE se convirtió en la unidad más famosa de la Legión Extranjera en la II Guerra Mundial. Después de Noruega, ya en las Islas británicas, aquellos hombres tenían por delante decenas de batallas en África, Italia y Francia. No dudaron en dar un paso al frente cuando, en los momentos más oscuros de la contienda, Charles de Gaulle les preguntó si estaban dispuestos a empuñar las armas por la Francia Libre.