Entre los siglos VII y VIII d.C. las calles de las ciudades de las Islas británicas hervían de actividad. Los mercaderes y clientes comenzaron a usar nuevas monedas de plata dejando cada vez más arrinconadas a las piezas de oro que antes habían dominado el mercado en la región. De los poco más de cien años que duró este 'boom' han llegado hasta nuestros días unas 7.000 de estas acuñaciones, casi la mitad de las que se conservan de todo el periodo anglosajón, que va desde el siglo V d.C. hasta el año 1066.
Los historiadores han especulado con que el preciado metal fue fundido de viejos lingotes, joyas y monedas romanas o bizantinas que fueron guardadas con celo o que procedían de las estratégicas minas de Melle, al oeste de Galia y dominadas por los francos. Gracias al análisis de oligoelementos y el estudio de la composición de 49 monedas medievales depositadas en el Museo Fitzwilliam de Cambridge se ha conseguido desvelar parte del misterio. Los resultados del estudio, según los investigadores, pueden cambiar la comprensión sobre las transformaciones políticas y económicas ocurridas en Europa en la Alta Edad Media.
"Determinar los orígenes de la plata utilizada puede demostrar la existencia de rutas tangibles de intercambio a larga distancia, ayudar a explicar los periodos de expansión y contracción económica y generar nuevos conocimientos sobre los orígenes de la acuñación de plata en la región", explica Jane Kershaw, arqueóloga de la Universidad de Oxford y coautora del estudio publicado en la revista Antiquity.
La plata de Constantinopla
En 29 de estas monedas analizadas los investigadores descubrieron que tenían entre un 0,6 y 2% de oro y que su plata poseía una firma química e isotópica muy clara que coincidía con el metal producido en el Imperio bizantino entre los siglos III y VII d.C.
"Estas monedas se encuentran entre los primeros signos de un resurgimiento de la economía del norte de Europa desde el fin del Imperio romano. Muestran profundas conexiones comerciales internacionales entre lo que hoy es Francia, los Países Bajos e Inglaterra", explica Kershaw en una nota de prensa distribuida por la Universidad de Cambridge.
En mayo de 1939 la excavación de un montículo en Sutton Hoo, al este de Inglaterra, desveló la rica tumba de un guerrero anglosajón enterrado entre los siglos V y VI d.C. junto a un barco funerario. Aquella tumba que pudo pertenecer al rey Redvaldo de Estanglia contaba con numerosas piezas de plata bizantina que pesan poco más de 10 kilogramos y que, de haberse fundido, podrían haber formado casi 10.000 monedas.
"Estos hermosos objetos de prestigio sólo se habrían fundido cuando un rey o un señor necesitaba urgentemente mucho dinero en efectivo. Algo grande habría estado sucediendo, un gran cambio social", explica la arqueóloga.
En cuanto al origen del metal bizantino en Europa occidental, las principales hipótesis que se plantean indican que llegaron a través de una mezcla de comercio de larga distancia, diplomacia y como parte del sueldo de guerreros anglosajones que, junto con sus pares nórdicos, se enrolaron como mercenarios en las filas de los ejércitos de Constantinopla. Sin embargo, las cuestiones relativas a dónde se almacenaba esta plata y por qué se decidió fundirla en grandes cantidades siguen sin respuesta.
Las minas de Carlomagno
Las otras veinte monedas de plata analizadas son más tardías y cuentan con menor cantidad de oro, por lo que el análisis concluye que su plata se extraería de las minas de Melle, al oeste de la Galia dominada por los francos. Desde el año 750 d.C. gobernó la dinastía carolingia cuyos monarcas dedicaron una gran atención a los asuntos numismáticos y la explotación de las minas. Además de fundirse la plata, se solía mezclar con remesas de monedas y joyas romanas que seguían circulando.
Se sabía que Melle había sido un sitio de vital importancia para los reyes francos, pero se desconocía la velocidad con la que aquellas minas argentíferas se convirtieron en un gran motor económico en Europa occidental. El estudio mantiene que Carlomagno mostró mucho interés por controlar sus preciadas cecas y todo lo relacionado con la acuñación de nuevas monedas en las que, imitando a los emperadores romanos, ordenó grabar su figura.
Cinco de estas monedas de plata franca analizadas contaban con la efigie del rey Offa de Mercia, uno de los reinos anglosajones más prominentes de las Islas británicas. Los súbditos de Offa, dependientes de la plata de Melle, pasaron un gran apuro cuando el rey de los francos decidió romper relaciones con Mercia después de varias discusiones sobre un hipotético matrimonio entre sus descendientes.
[Hallan una excepcional moneda de hace 2.500 años en Israel: una de las primeras de la historia]
"Cuando los productos básicos están solo en unos pocos lugares en cantidades limitadas siempre entran en juego las cuestiones de poder e interés nacional ", apunta en la nota Rory Naismith, historiador de la Universidad de Cambridge y uno de los coautores del artículo en el que también ha participado Stephen W. Merkel y Paolo D'Imporzano, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Libre de Ámsterdam.
"Había mucha comunicación y tensión entre Carlomagno y Offa. Este último no estaba en la misma liga, su reino era mucho más pequeño, tenía menos poder sobre él, y ciertamente no tenía tanta plata. Pero seguía siendo una de las figuras más poderosas de Europa que estaba fuera del control de Carlomagno. Así que mantuvieron una pretensión de igualdad. Nuestros hallazgos se suman a una dinámica que las actuales Inglaterra y Francia han tenido durante mucho tiempo", concluye Naismith.