Levantado sobre pilotes en un río manso y poco profundo en el actual condado de Cambridgeshire, al este de Inglaterra, un devastador incendió registrado hace 3.000 años acabó con el poblado prehistórico de Must Farm. Aquel día, cerca de 60 personas huyeron a toda prisa abandonado sus hogares que, a dos metros sobre el agua, estaban comunicados mediante pasarelas y protegidos por una afilada empalizada. Para suerte de los arqueólogos que excavaron el lugar entre 2015 y 2016, el río sobre el que se asentó esta la comunidad de la Edad del Bronce estaba repleto de vegetación, lo que amortiguó las ruinas del sitio cuando colapsó.
Esto creó todo un "espejo arqueológico" que permitió conocer la distribución de sus hogares. Además, sus restos carbonizados se mezclaron con el fango pobre en oxígeno conservando de forma excepcional decenas de piezas. Gracias a todos estos elementos combinados, los investigadores han podido diseñar un mapa del lugar y conocer gran parte de los sorprendentes detalles del día a día de sus habitantes. En total se han documentado cinco grandes estructuras circulares en el yacimiento que se conoce como la "Pompeya británica".
La otra mitad del poblado fue destruido por una cantera cercana que estuvo en uso en el siglo XX. Ente los restos de la zona estudiada se localizaron grandes cantidades de madera chamuscada. Estos materiales estaban "verdes", por lo que se estima que aquel lugar construido hacia 850 a.C. no llevaba más de un año en pie cuando fue devastado por las llamas. Entre sus ruinas se encontraron gran cantidad de herramientas como hoces, cerámicas de cocina o un taller para hilar. También se halló un caro collar con cuentas originarias de Irán y Dinamarca.
"Mientras se excavaba el sitio, teníamos la sensación de que los residentes de la Edad del Bronce acababan de irse. Casi se podía ver y oler su mundo, desde el brillo de las herramientas de metal que colgaban de las paredes hasta el sabor a leche de sus gachas de avena", explica Mark Knight, director de la excavación, miembro de la Unidad de Arqueología de la Universidad y Cambridge y coautor de uno de los últimos informes publicados por el Instituto McDonald de Investigación Arqueológica de citada institución.
Bajo los edificios del poblado destruido ocho siglos antes del desembarco del Imperio romano en las Islas británicas, se acumuló gran cantidad de basura como ollas, restos de comida y un hacha intacta colocada directamente bajo una de las construcciones, como una ofrenda a la buena suerte o parte de un ritual después de construir el edificio.
Entre el fango apareció también el cráneo de una mujer. Esta calavera fue pulida en varias ocasiones, un comportamiento más propio del cariño de un descendiente que el de un colérico guerrero que atesora un recuerdo de sus enemigos.
Entre esta variada colección se recuperaron incluso heces que se fosilizaron con el paso del tiempo. El análisis de estos excrementos prehistóricos, denominados coprolitos, permitió conocer que uno de sus habitantes tenía parásitos intestinales.
El menú: venado glaseado
Un cuenco de cerámica enterrado durante milenios en el fango aún conservaba en su arcilla restos del menú del día en Must Farm: una papilla de granos de trigo mezclada con grasa de cabra o ciervo. Además, también apareció el cubierto de madera asociado al plato. La dieta del asentamiento no queda ahí: además de venados, también se han recuperado restos de asados de jabalí y pescados como el lucio y la dorada.
Para conseguir sus presas de caza, los habitantes del lugar, acompañados de perros, debían desplazarse a un bosque cercano dónde también conseguían madera y cultivaban lino y trigo en sus claros. "Los análisis químicos de los cuencos y frascos mostraron rastros de miel junto a carne de rumiantes como el ciervo, lo que sugiere que estos ingredientes se combinaron para crear una modalidad de venado prehistórico glaseado con miel", valora Chris Wakefield, arqueólogo del proyecto.
Al vivir sobre un río, el transporte fluvial resultaba fundamental. Asociado a Must Farm, se han localizado los restos de nueve canoas que fueron construidas en troncos de árboles talados entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro. "Durante la corta vida del sitio se habrían realizado innumerables viajes a través de los pantanos y juncos hasta los bosques", apunta Wakefield. "En verano, eso significaba atravesar nubes de mosquitos".
¿Guerra o accidente?
Uno de los edificios más impactantes es la llamada Estructura Uno. De más de 50 metros cuadrados, cuenta con una cocina situada al noreste donde han aparecido numerosas cerámicas y restos de comida almacenada. Cerca se documentó un espacio vacío donde dormirían los miembros de una familia. En las zonas con más luz natural se situaba un taller textil a juzgar por los restos de telas "casi aterciopeladas" y de las pesas de telar localizadas.
Cuando el acre olor del humo inundó el poblado a finales de verano o principios del otoño parece que sus habitantes pudieron escapar. Peor suerte corrieron los corderos de entre 3 y 6 meses de edad que fueron carbonizados por las llamas y que estaban resguardados en uno de los lados de la casa circular.
Si bien el collar recuperado compuesto por ámbar, vidrio, limonita y esquisto (algunas de estas cuentas se remontan hasta Oriente Medio y los actuales países nórdicos) habla de intercambios pacíficos, la Edad del Bronce fue un momento violento. Prueba de ello es que el poblado estaba protegido por estacas y sus habitantes poseían toda una serie de lanzas (alguna de hasta 3 metros) y espadas que podían usar en tiempos de guerra contra otros grupos.
[¿Cadáveres malditos o brutales sacrificios? El misterio de los nueve "lapidados" de Tarteso]
"Algunos argumentan que pudo haber sido atacado, ya que los ocupantes nunca regresaron a por sus bienes, que habrían sido bastante fáciles de recuperar de las aguas poco profundas", detalla Gibson.
Sin embargo, otros piensan que lo más probable es que haya sido un accidente. El fuego de uno de sus hogares pudo salirse de control y haberse extendido entre el resto de edificios en cuestión de minutos al estar apiñados muy cerca unos de otros.
Quizá los supervivientes decidieran probar suerte en otro sitio o quizá fueron víctimas de una feroz escaramuza prehistórica entre dos comunidades enfrentadas. "La causa del incendio que arrasó el asentamiento probablemente nunca se sabrá", cierra Gibson.