Minutos después de las 10 de la mañana del 13 de enero de 1958 se desató el infierno. Varias ráfagas de ametralladora agujerearon los primeros vehículos de los 350 hombres de la XIII Bandera de la Legión que circulaban en misión de reconocimiento por el cauce seco de un río en Saguia el Hamra, hoy Sáhara Occidental. Pronto se escuchó el grito de los primeros heridos. Iban en busca de una numerosa partida de guerrilleros marroquíes que, encuadrados bajo las órdenes del Ejército de Liberación Nacional, acosaban el Sáhara español. Estos les encontraron antes y los legionarios descendieron de sus vehículos mientras el enemigo les escupía un torrente de balas desde las dunas y los ásperos matorrales africanos.
El teniente Arturo Martín de Gamborino ordenó devolver los disparos. Poco después, rodeado de casquillos ensangrentados, caía abatido de un disparo en el vientre. Entre los primeros todoterrenos de la columna marchaba el coche del Regimiento de Transmisiones 21, operado por el cabo primero Pedro Fernández-Mayoralas, encargado de mantener las comunicaciones. Estas se volvían cada vez más angustiosas según aumentaban los heridos y el crepitar de las ametralladoras, hasta que a las cuatro de la tarde no se supo más de aquella emisora y sus mensajes cesaron por completo.
El capitán Agustín Jáuregui, dispuesto a cortar la hipotética retirada de la partida enemiga y salir de aquel atolladero, se internó con sus hombres en el valle. Pensando que sorprendería a los marroquíes por su retaguardia, se los encontró de frente. El combate se convirtió en una auténtica escabechina y se llegó a las bayonetas después de quedar rodeados. El propio capitán y gran parte de su tropa pereció en aquel lejano wadi saharaui. Los morteros de la sección de apoyo, al rojo vivo, se quedaron mudos al terminarse los proyectiles. Al caer la noche, el valle olía a cordita y a sangre.
Desaparición
Los marroquíes, que también sufrieron abundantes bajas, abandonaron sus posiciones mientras la luna y el infinito manto estrellado envolvían el valle como un sudario. El coche de transmisiones apareció completamente destartalado, sin baterías ni emisora. Del cabo primero Fernández-Mayoralas jamás se supo nada ni nunca se localizó su cadáver. Se lo tragó el desierto.
"En este terreno quebrado en el que la ocultación era difícil, el 13 de enero de 1958, la XIII Bandera de la Legión sufrió una emboscada al carecer de flanqueos y su 2.ª Compañía, que marchaba en vanguardia, resultó duramente batida por el fuego enemigo llegándose al combate al cuerpo a cuerpo. Cuando se produjo el repliegue al atardecer, las bajas ascendían a 48 muertos y 64 heridos". Así resume el brutal choque el coronel de Artillería Ignacio Fuente Cobo en un artículo de la revista Ejército.
El combate de Edchera fue uno de los más sangrientos que recuerda el Ejército y el último en el que se han concedido la máxima condecoración militar española: la Laureada de San Fernando. Todo ello ocurrió en la olvidada y censurada guerra de Ifni (1957-1958). Una semana después del combate, un escueto y marcial telegrama desgarró una familia entera. Sin mayores explicaciones se informaba de que Pedro Fernández-Mayoralas estaba desaparecido en combate. Diez años después, siguiendo la ley militar, se le reconoció como fallecido en combate sin apenas informar a sus familiares.
Este próximo sábado, la Legión española homenajeará en Almería a este desaparecido soldado de transmisiones que fue condecorado de manera póstuma después de Edchera con la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo. Dicha medalla será entregada a su hermana Marciana, de 84 años.
La historia de Pedro Fernández-Mayoralas ha sido rescatada del olvido casi por accidente. El teniente coronel Juan José Crespo, actualmente destinado en el cuartel general de la OTAN en Bruselas, decidió recopilar en un libro 24 historias de los soldados que sirvieron en el Regimiento de Transmisiones 21 con motivo de su 150 aniversario, ocurrido en 2022.
El teniente coronel recuerda en su obra al desaparecido, y cuando publicó El alma del 21 pudo localizar a sus últimos familiares vivos, especialmente a su hermana Marciana. Así, después de seis décadas de olvido y por iniciativa de la Legión, Pedro Fernández-Mayoralas será recordado en un acto de reconocimiento que le devolverá la dignidad tanto a él como a su familia después del silencio oficial que rodeó su muerte con motivo de la férrea censura que impuso el régimen de Franco sobre los combates en África.