El Imperio español ocupó y controló territorios en cuatro continentes y hacia 1790 alcanzó su máxima extensión territorial. Sobre el papel alcanzaba los 20.000.000 de kilómetros cuadrados. Sin embargo, en el cambio de siglo, buena parte de la Armada española quedó destrozada en la batalla de Trafalgar de 1805.
Para rematar la faena, un inmenso ejército francés cuyo objetivo era conquistar al vecino reino portugués, terminó por invadir España en 1808. Con un país sumido en la guerra contra las tropas de Napoleón y una Armada reducida al mínimo, los criollos de los virreinatos americanos aprovecharon para sublevarse en una serie de cruentas guerras de independencia que terminaron sobre el año 1825.
Aunque se perdieron gran parte de las posesiones ultramarinas, aún quedaban fieles Cuba, Puerto Rico y Filipinas, además de un pequeño rosario de posiciones en el norte de África. A pesar de los feroces conflictos dinásticos y políticos que sacudieron la Península ibérica, la idea imperial aún seguía viva. Cuando la agitada política interior hispana consiguió dar un pequeño respiro, varios generales y gobernantes intentaron reconstruir el imperio. Estas fueron algunas de las últimas conquistas militares españolas en América, África y el Pacífico. Una de ellas dio a luz los leones del Congreso.
República Dominicana
Después de alcanzar su independencia el primero de diciembre de 1821, la joven República Domicana fue invadida en apenas dos meses por el ejército de Haití. El país caribeño permaneció ocupado hasta que en 1844 una rebelión liberal expulsó a los invasores del vecino país francófono. Esta joven república, sacudida por las crisis internas y amenazada por su vecino, se vio en la necesidad de buscar un protector.
Así, en 1861 el general conservador Pedro de Santana, después de asegurar su poder silenciando a la oposición, llegó a un acuerdo con la Corona española. Desde la cercana isla de Cuba y visto que EEUU se desangraba en una guerra civil y no podía imponer la doctrina Monroe, desembarcó un contingente hispano que restableció la Capitanía de Santo Domingo.
Esta restauración fue efímera. La nueva provincia estaba en bancarrota y los rivales de Santana, convertido en capitán general, se echaron al monte organizando una guerrilla en 1863. El conflicto, que se fue convirtiendo en una auténtica guerra plagada de escaramuzas en los manglares, era sumamente impopular en una España que comenzaba a tener serios problemas en otros confines de sus dominios. Las Cortes de Madrid decidieron abandonar la isla e Isabel II revocó la anexión en 1865.
África
A finales del siglo XVIII, Portugal cedió al rey Carlos III una serie de puestos comerciales en el golfo de Guinea. Estas factorías fueron ignoradas hasta que en 1843 el capitán de la Armada Juan José de Lerena, con cargo de comisario regio, reafirmó la soberanía española sobre la isla de Fernando Poo, actual Bioko. Además, llegó a varios acuerdos con los reyes nativos de Corisco y Annobón y tomó posiciones en la costa continental y las islas Elobeyas. Esta Guinea española, actual Guinea Ecuatorial, pasó casi desapercibida para la metrópoli durante gran parte del siglo XIX.
Siguiendo rumbo norte, frente a las islas Canarias se sitúa el Sáhara Occidental. En 1975, esta colonia convertida en provincia fue el último territorio español en alcanzar la independencia aunque de forma incompleta. La presencia española en la región se remonta hasta 1884, cuando la Asociación Española de Africanistas, financiada por el gobierno de Cánovas del Castillo, fundó en su costa norte la ciudad de Villa Cisneros, actual Dajla.
Siguiendo rumbo norte, llegando a las costas bañada por el Mediterráneo, poco antes de la incursión caribeña, el presidente del Gobierno y general Leopoldo O'Donnel aprovechó una serie de escaramuzas sucedidas en torno a Ceuta para declararle la guerra al sultán de Marruecos en 1859. El contingente español liderado por el general Prim se hizo con la victoria en las batallas de Tetuán y Wad-Ras. En esta última localidad se firmó en 1860 el tratado de paz homónimo que, entre otras cosas, reconocía la soberanía española sobre las deshabitadas islas Chafarinas, consideradas terra nullis y ocupadas por España desde 1843.
En otra cláusula se cedía a perpetuidad la posesión de una franja de tierra en Santa Cruz de la Mar Pequeña, un lejano puesto castellano establecido en la costa atlántica en el siglo XV y que se asimiló con Sidi Ifni, ciudad costera que no fue fundada hasta 1934 por la Segunda República. Los cañones marroquíes que fueron capturados en la batalla de Wad-Ras fueron fundidos en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla en 1865 y convertidos en los Leones del Congreso de los Diputados: Hipómenes y Atalanta.
Océano Pacífico
En 1858, partió desde Manila, Filipinas, un contingente español destinado a apoyar los planes de Napoleón III de reforzar la presencia gala en el Sudeste Asiático. Sin embargo, pese a a la participación hispano filipina en la conquista de Saigón, París fue el máximo beneficiado cuando se firmó la paz con el reino anamita en 1862.
[El marino y corsario gallego que aterrorizó a EEUU en 1898: su plan para revertir el Desastre]
Las aguas del océano Pacífico, surcadas por inofensivos pesqueros y por pesados buques mercantes, no eran ajenas al contrabando y al feroz azote de la piratería. En cuanto a la capitanía general de Filipinas, al sur del archipiélago se concentraban en el mar de Joló los escondites de los piratas islámicos, llamados "moros" por los españoles.
Estos tenían como forma de vida la captura y venta de esclavos, el secuestro y saqueo. Las siempre insuficientes fuerzas españolas en Asia hicieron lo posible por pacificar aquellos reductos piráticos. Por si fuera poco, el resto de potencias europeas en la zona estaban, al igual que España, a la caza de colonias.
Así en 1882, una pequeña fuerza al mando de Tomás de Olleros compuesta por una corbeta y un cañonero se presentan en el remoto archipiélago de Tawi-Tawi, que en idioma malayo significa "lejos". Compuesto por cerca de cuarenta islitas, algunos piratas islámicos habían establecido varias bases y refugios que fueron asaltados por las armas hispanas. En 1885 se firmó en Madrid un protocolo entre España, Reino Unido y Alemania donde se reconoce su soberanía sobre gran parte del mar de Joló a cambio de abandonar sus intereses sobre Borneo.
Poco más de una década y media después, las últimas posesiones españolas en América y Asia eran barridas por el fuego de la artillería naval estadounidense en el conocido como Desastre de 1898.