Solo unas pocas semanas después de llegar a Londres, en la primavera de 1749, Jorge Juan se convirtió en miembro de la prestigiosa Royal Society. El marino español había adquirido fama internacional gracias a los exitosos resultados de una expedición enviada a Quito en 1733 para calcular la medida del arco meridiano —lo hizo junto a otro joven guardiamarina, Antonio de Ulloa, con una precisión sorprendente y a pesar de las dificultades planteadas por la orografía americana y de que los franceses tratasen de reducirlos a meros ayudantes—: confirmó que la Tierra era una esfera achatada por los polos.
Pero aquel viaje a Inglaterra escondía un objetivo secreto encomendado por el rey Fernando VI: se trataba en realidad de una misión de espionaje industrial para estudiar las técnicas de construcción naval utilizadas en los arsenales británicos. Bajo el seudónimo de Mr. Josues, logró recoger una valiosa información sobre el diseño de los diques, la fabricación de velas, las máquinas empleadas para dragar puertos o el uso de bombas de vapor para la extracción de agua. Los ingleses tardaron más de un año y medio en descubrir su disfraz, y para entonces Jorge Juan ya había camelado a medio centenar de constructores navales católicos —tenían peores condiciones de trabajo— para servir a un nuevo monarca. Si a ellos los sacó de incógnito, él tuvo que huir fingiendo ser el marinero de un buque vizcaíno.
Algunos de los documentos que testimonian esta aventura, como una instrucción emitida por el marqués de la Ensenada con los fines de la empresa o una carta cifrada mediante un sistema de números y puntos que envió el científico al secretario de Marina, se exhiben ahora en la nueva exposición temporal del Museo Naval titulada Jorge Juan. El legado de un marino ilustre. "No solo queremos abordar el legado material, sino también el intelectual, la huella que dejó en la ciencia española y en la brillante Marina del siglo XVIII", explica José María Moreno, comisario de la muestra junto a Blanca Sazatornil.
Coincidiendo con el 250 aniversario de la muerte del marino, ilustre e ilustrado, la exposición, inaugurada este viernes por el rey Felipe VI, es la primera que ofrece una mirada completa, global, a su vida y revolucionaria obra. Y lo hace a través de 113 piezas de los fondos del Museo Naval y otras quince instituciones —a destacar, los retratos del gran maestre de la Orden de Malta, en el que se representa a Jorge Juan como paje portando una espada, y de los científicos franceses Louis Godin y Charles-Marie de La Condamine, que se pueden ver por primera vez en España— divididas en cinco bloques temáticos.
Nacido en Novelda, Alicante, en 1713, la biografía de Jorge Juan apenas recoge hechos de armas. En 1732, durante su etapa de formación en la Academia de Guardiamarinas, participó en la conquista de Orán y Mazalquivir, dos plazas perdidas en la guerra de Sucesión y controladas por los otomanos —de este episodio se muestra el lienzo Embarco de las tropas del conde Montemar en Alicante adquirido recientemente por el Ministerio de Cultura—. Porque lo suyo fue la ciencia: en esa iniciática expedición al Nuevo Mundo, al mismo tiempo que desempeñaba responsabilidades militares, levantó una cartografía detallada de las costas e islas americanas del Pacífico gracias al manejo de los instrumentos más modernos de la época.
El "sabio español"
Con la ayuda de los maestros navales que logró sacar de Inglaterra, Jorge Juan revolucionó la Marina española. "Desarrolló un nuevo sistema de construcción naval que aportaba una planificación previa y el uso de piezas más pequeñas, lo que permitió diseñar navíos en serie, como la de los llamados doce Apóstoles, el San Genaro o el San Carlos, que sería el modelo de referencia para el Santísima Trinidad", resume Blanca Sazatornil citando al poderoso navío de cuatro puentes que se hundió en la batalla de Trafalgar. También dirigió las obras de los arsenales de Ferrol, Cartagena y La Carraca (Cádiz), a los que viajó de forma constante para supervisar todos los preparativos e imprevistos.
Su incansable actividad como científico de la Ilustración —en Europa se le conocía como "el sabio español— le condujo a modificar por completo la docencia en la Academia de Guardiamarinas —cambió los libros y la metodología e introdujo, como había hecho en los arsenales, los prototipos de los barcos—, a impulsar un plan para crear una Academia de las Ciencias —tuvo que conformarse con la creación de una tertulia con matemáticos y médicos en Cádiz, la Asamblea Amistosa Literaria— o a utilizar un método preciso para hacer el primer mapa de España siguiendo los postulados de la cartografía científica. Incluso se le llamó para descubrir la mejor manera de reflotar tres navíos hundidos en el puerto de La Habana durante un ataque inglés en 1762.
"Fue el catalizador de todo lo que estaba pasando en el resto de centros europeos y lo aplicó a la Marian española, unas veces con éxito y otras sin él. Pero dejó la semilla de muchos proyectos o de las grandes expediciones científicas de finales del siglo XVIII", destacan los comisarios. El "sistema Jorge Juan" estuvo en uso hasta su progresiva sustitución a partir de 1765 del modelo de influencia francesa del ingeniero naval François Gautier. En la exposición se contraponen las maquetas de dos navíos diseñados siguiendo estos métodos para mostrar sus diferencias. En 1782 José Romero y Fernández de Landa regresó al "sistema Jorge Juan" introduciendo algunas mejoras.
El marino alicantino murió en Madrid el 21 de junio de 1773 en Madrid a causa del empeoramiento de los problemas de salud que arrastraba desde 1762. Fue enterrado en la desaparecida iglesia de San Martín, en la plaza de las Descalzas, pero la destrucción del templo durante el reinado de José I trasladó sus restos a los sótanos del Ayuntamiento de Madrid, donde permanecieron olvidados hasta 1854, cuando se les dio sepultura en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando.
La notable muestra, que reúne numerosas piezas contemporáneas de Jorge Juan, desde documentos firmados por él mismo hasta libros que consultó, se cierra con un busto prestado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hecho a partir de la mascarilla mortuoria sacada tras su fallecimiento. Es el retrato más fiel de un marino único y un científico admirado en su época a nivel internacional.