Entre 1977 y 1978, un equipo de arqueólogos griegos dirigido por Manolis Andronikos, profesor de la Universidad Aristóteles de Salónica, realizó una serie de excavaciones en el gran montículo de Vergina, ahora identificada como la antigua capital macedonia de Egas, "el lugar de las cabras", y en cuyo teatro el rey Filipo II, padre de Alejandro Magno, fue asesinado en el año 336 a.C. Los trabajos de investigación sacaron a la luz dos tumbas abovedadas (números II y III) con una fachada similar a un templo que estaban intactas y escondían una asombrosa cantidad de ricos objetos de oro y armas, y un tercer enterramiento (I) en forma de cista techado con losas de caliza que había sido saqueado en la Antigüedad.
Por la localización y la magnitud del sitio, Andronikos concluyó desde el primer momento que los enterramientos pertenecían a la familia real macedonia. En concreto, la hipótesis más extendida hasta ahora afirma que la tumba II, que contenía dos sarcófagos de mármol con dos cofres dorados con restos humanos en su interior, un par de elaboradas coronas de oro, una diadema de plata, ropas de color púrpura y una panoplia guerrera —una coraza, un casco de hierro o un escudo ceremonial de marfil—, sería el lugar donde se inhumó a Filipo II, el responsable de convertir a Macedonia en una potencia militar y económica en el siglo IV a.C.
Sin embargo, no todos los investigadores han respaldado esta teoría. Ahora, un nuevo estudio de los restos óseos publicado en la revista Journal of Archaeological Science: Reports y firmado por el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga y sus colegas Antonis Bartsiokas (Universidad Demócrito de Tracia) y Nicholas Brandmeir (Universidad de West Virginia) sugiere que el padre de Alejandro Magno fue en realidad enterrado en la tumba I de Vergina. La II, según sus conclusiones, sería el enterramiento de Arrideo, el hermanastro con problemas mentales del gran conquistador.
La tumba en cista del gran túmulo, que como la número III fue saqueada y destruida probablemente cuando Pirro, el rey de Epiro, ocupó Egas en 274-273 a.C. —sobre esta sepultura la comunidad académica alberga menos dudas: pertenece a Alejandro IV, el único heredero legítimo de Alejandro Magno y de 18 años en el momento de su asesinato—, conservaba los restos de un hombre maduro, una mujer joven de unos 18 años según el análisis dental y un recién nacido de sexo indeterminado. También pinturas en las paredes que sugieren que el ocupante era de familia real y probablemente un rey que gobernó.
"Sabemos por las fuentes antiguas que Cleopatra Eurídice, la última esposa de Filipo II, era la única reina de Macedonia con un bebé en el momento de su muerte", recuerdan los autores del estudio. La mujer, según los historiadores antiguos, era muy joven cuando se casó con el monarca, lo que encajaría con la edad del esqueleto. Los tres individuos fueron asesinados en el año 336 a.C. con unos pocos días de diferencia.
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Hay dos datos relevantes sobre el físico de Filipo II, dos heridas que sufrió a lo largo de su vida, para la posible identificación de su cadáver: recibió un flechazo en un ojo durante el asedio a una colonia de Atenas y sus últimos tres años estuvo cojo después de que le clavasen una lanza en una batalla contra una tribu tracia que provocó la muerte de su caballo. En la unión entre el fémur izquierdo y la tibia los investigadores han documentado un agujero y un ejemplo de anquilosis, es decir, la reducción de la capacidad para mover una articulación, en este caso la rodilla, que coincidiría con la información aportada por las fuentes sobre la cojera del monarca macedonio.
Más huesos recuperados en el enterramiento desvelan que el individuo sufría otros problemas físicos como tortícolis y osteoartritis, que son efectos secundarios de la cojera. "La fusión de la rodilla en la pierna izquierda es la prueba más concluyente de que la tumba I pertenece a Filipo II", escriben. Algunos investigadores habían defendido que esta sepultura, que disponía de una capilla o heroon para la práctica de un culto heroico, fue la del padre del soberano, Amintas III.
En la tumba II, datada en las dos últimas décadas del siglo IV a.C. según la iconografía de las pinturas murales, fueron depositados los restos cremados de otros dos individuos: un hombre de mediana edad y una mujer, en la antecámara, de entre 20 y 30 años en el momento de su muerte. La hipótesis que defienden Arsuaga y sus colegas es que el esqueleto bien conservado del varón es el del rey Arrideo porque no presenta ningún tipo de lesión —este monarca no participó en ninguna batalla u otro tipo de actividad física destacable debido a una discapacidad mental—.
Los huesos del sujeto femenino están fragmentados e incompletos, pero los científicos consideran que son los de Adea Eurídice, la mujer de Arrideo, ambos asesinados por orden de Olimpia, la madre de Alejandro Magno. Una hipótesis sustentada por los análisis óseos y por el equipamiento militar —un carcaj dorado al estilo escita y una coraza— que apareció en la tumba: está registrado que su madre, Cinane, la había entrenado para combatir. En las inmediaciones del recinto se han encontrado cuatro caballos y dos perros, probablemente el testimonio del funeral que celebró el nuevo rey Casandro en 315 a.C.
La historia de la familia real de la antigua Macedonia no solo fue un hervidero de conspiraciones y asesinatos, sino que para los investigadores se revela también en un rompecabezas de tumbas.