Miles de años después de su primer uso como espacio funerario por comunidades prehistóricas, la cueva de los Murciélagos, situada a dos kilómetros del pueblo de Albuñol (Granada), fue redescubierta en 1831 por el propietario de los terrenos circundantes. Allí encontró abundantes excrementos de quirópteros para utilizar como fertilizante y un refugio para las cabras. Pero en 1871, tras el hallazgo de una veta de galena, una compañía minera empezó a explotar el sitio. Estos trabajos sacaron a la luz una cápsula del tiempo: una galería que conservaba los cuerpos parcialmente momificados de 68 individuos acompañados por cestas de esparto, herramientas de madera y otros objetos arqueológicos.
Muchos de los artefactos, sin embargo, se quemaron para avivar las llamas de una caldera y se dispersaron por el yacimiento, o incluso fueron repartidos entre los vecinos de la localidad. El primer investigador del sitio fue el arqueólogo Manuel de Góngora y Martínez, pero hasta los años 70 del siglo pasado, cuando se realizaron las primeras dataciones de las fibras vegetales, la cronología de los materiales y su autenticidad fue motivo de debate.
Ahora, un nuevo estudio ha desvelado que la cueva de los Murciélagos escondía el conjunto de cestería hecho por cazadores-recolectores más antiguo y mejor conservado de la Península Ibérica y del sur de Europa, además de otros artefactos únicos realizados con materiales orgánicos, como sandalias o un mazo de madera, por las primeras comunidades de agricultores del Neolítico. Los análisis sitúan la fabricación de esta colección entre los años 7500 y 4200 a.C.
El trabajo, liderado por el profesor Francisco Martínez-Sevilla, de la Universidad de Alcalá, y la bióloga y antropóloga física Maria Herrero-Otal, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y publicado este miércoles en la revista Science Advances, es el primero que estudia los materiales hallados en el interior de la cavidad en el siglo XIX de forma interdisciplinar, combinando la geoarqueología, las dataciones radiocarbónicas y el modelo bayesiano, la identificación de materias primas y los análisis de las características de las tecnologías de fabricación.
Una de las principales conclusiones del trabajo es que los cazadores-recolectores y los primeros agricultores del sur de Europa se dedicaron a tejer intrincadas cestas con fibras vegetales y materiales orgánicos. Según los investigadores, los hallazgos de la cueva de los Murciélagos —también se han documentado recipientes cerámicos, hojas y escamas de sílex, una cabeza de hacha pulida, punzones de hueso y diversos ornamentos personales como conchas perforadas o dientes de oso salvaje—, abren una nueva ventana a la difusión de tecnologías y artesanías basadas en plantas entre las sociedades prehistóricas y documentan uno de los primeros y más diversos conjuntos de calzado a base de plantas en la Europa prehistórica.
Los objetos y herramientas de origen vegetal se sitúan entre los primeros artefactos de la historia humana, pero la naturaleza perdurable de la materia orgánica ha provocado la conservación de muy pocos ejemplares en el registro arqueológico. Solo aparecen en condiciones excepcionales, como las que se dan en la cueva granadina, donde apenas hay humedad y circula un viento frío que seca el ambiente. En total, este conjunto de una "diversidad sin precedentes" lo componen 65 objetos de esparto, materia con la que se produjeron todo tipo de cestas y cordajes, 10 de madera y uno de juncos. De todos ellos, 14 han sido datados con Carbono 14.
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Calzado prehistórico
Tras analizar y fechar las piezas, los investigadores han identificado dos fases dieferentes de ocupación y uso de la cavidad, pero la continuación de una tradición cultural relacionada con prácticas funerarias. La primera se relaciona con las poblaciones de cazadores-recolectores de principios del Holoceno y se caracteriza por cestas tridimensionales entrelazadas que estaban decoradas con motivos geométricos, hechos también con fibras teñidas, y que en algunos casos incorporaban pelo humano o pigmentos.
La segunda fase engloba una mayor diversidad de objetos —aparecen más fragmentados, lo que indicaría su uso para una variedad más amplia de tareas—, técnicas —los investigadores barajan que algunas de ellas se podrían haber desarrollado originalmente en Iberia— y materias primas. Hay cuerdas, que quizá formaban parte de un arco, cestas bidimensionales y contenedores tridimensionales —se ha identificado, por ejemplo, la evidencia más antigua de Europa de un objeto de origen vegetal entrelazado de forma diagonal— y hasta 22 sandalias de esparto de dos tipos diferentes que conforman "el conjunto más antiguo y más amplio de calzado prehistórico tanto en la Península Ibérica como en Europa".
La tecnología y acabado de estas cestas y objetos de la cueva de los Murciélagos abren perspectivas innovadoras sobre la complejidad de las poblaciones del Holoceno temprano-medio en Europa, según los investigadores: "Nuestros resultados indican un conocimiento amplio de los recursos vegetales dentro del entorno local y un alto nivel de comprensión y experiencia entre las últimas poblaciones de cazadores-recolectores y, probablemente, su continuidad durante las primeras sociedades agricultoras".