El pasado 13 de septiembre, el Ejército ucraniano protagonizó un audaz ataque que dañó varios barcos y un submarino militar ruso en el puerto de Sebastopol, debilitando de esta manera la capacidad de las fuerzas invasoras de maniobrar en el mar Negro y bombardear a las tropas de Kiev. Una posible contraofensiva ucraniana en Crimea con el objetivo de hacerse con dicha ciudad es considerada una enorme línea roja por el presidente ruso Vladímir Putin, quién ya ha amenazado con emplear su arsenal nuclear si la península de Crimea se ve amenazada. Este hipotético enfrentamiento no sería la primera experiencia bélica de Sebastopol a lo largo de su historia.
La región ha sido desde muy temprano escenario de disputas entre diferentes pueblos y culturas debido a su privilegiada ubicación entre el mar Negro y el de Azov. Una de las principales obsesiones estratégicas de Rusia a lo largo de su historia radicaría en su difícil acceso a puertos libres de hielo que sean navegables durante todo el año. Es por este motivo que Catalina la Grande dedicó cuantiosos esfuerzos por ganar una salida al mar Negro.
La historia de esta crítica ciudad arranca a finales del siglo XVIII tras la victoria rusa en 1774 frente al Imperio otomano. La región crimea desde entonces se vio envuelta en un periodo caótico plagado de interferencias que finalizó con su anexión definitiva al Imperio ruso en 1783 cuando las tropas de Catalina II pusieron fin a la efímera independencia del kanato de Crimea.
La península pasó a formar parte de una nueva gobernación bajo el mando del valido Grigori Potemkin quien, un año después, sería el encargado de crear y organizar a la legendaria flota rusa del mar Negro. Por este motivo el mundo vio nacer toda una retahíla de astilleros, puertos y ciudades como Jersón, Nikoláyev y Sebastopol. Este hecho no fue pasado por alto por el Ejército ruso: antes de abandonar la ciudad de Jersón en noviembre del año pasado, se llevaron los restos de Potemkin tras exhumar su cuerpo de la catedral de Santa Catalina.
Sebastopol pasó a formar parte de las estrategias rusas en la frontera sur de su imperio gozando de un gran crecimiento demográfico y comercial como una de las sedes principales de una Armada que buscó la hegemonía del mar Negro aprovechando la crónica debilidad otomana durante el siglo XIX. Fue precisamente esta coyuntura la que motivaría la intervención de una fuerza expedicionaria de Francia, Reino Unido y Cerdeña en su apoyo durante la guerra de Crimea.
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Dicho conflicto pasó a la historia por la mítica carga suicida de la Brigada Ligera de caballería británica durante la batalla de Balaclava y el duro asedio al que se sometió a Sebastopol. En estos combates participó el propio León Tolstoi, quien luchó junto a su hermano en una batería de artillería contra las tropas aliadas dejando para la posteridad su obra Relatos de Sebastopol (1855).
En 1905 la ciudad volvió al ruedo cuando uno de los acorazados de la Armada rusa afincada en Sebastopol protagonizó uno de los episodios más conocidos por los amantes del cine. Hablamos del motín del acorazado Potemkin (inmortalizado en el celuloide por Serguei M. Eisenstein en El acorazado Potemkin de 1926), cuya tripulación tomaría el poder del buque durante los turbulentos eventos de la revolución rusa de 1905, preludio de la posterior revolución comunista de 1917.
La Rusia de los zares, sumamente debilitada por los enormes esfuerzos de la Gran Guerra, terminó colapsando en una cruenta guerra civil que enfrentaría a las tropas bolcheviques lideradas por Lenin contra toda una amalgama de diferentes fuerzas políticas contrarias a la dictadura del proletariado. Este último conglomerado se autodenominaba como Ejército Blanco, que desde la periferia rusa combatió durante cinco largos años a las fuerzas del Ejército Rojo. Al general Wrangler le correspondería abandonar el frente de Crimea ante la incapacidad de defender la península entre el 13 y el 16 de noviembre de 1920, evacuando Sebastopol y partiendo hacia el exilio con los restos de su mermada tropa.
La ciudad volvería a ser escenario de ferocísimos combates durante la Segunda Guerra Mundial al convertirse en uno de los objetivos prioritarios de la Alemania nazi en los primeros compases de la Operación Barbarroja. Entre el 30 de octubre de 1941 y el 4 de septiembre de 1942 el Ejército soviético ofreció una resistencia a ultranza que retrasaría los planes para la operación Blau de 1942 cuyo objetivo serían los campos petrolíferos del Cáucaso y que fracasaría definitivamente tras la estrepitosa derrota de Stalingrado. El drama vivido por la guarnición soviética de Sebastopol durante su asedio y que en gran media terminó siendo pasada a cuchillo por los nazis motivó a Stalin a otorgarle el título de "Ciudad Heroica" en 1945 junto con Leningrado, Stalingrado y Odesa.
Con la derrota de la Alemania nazi y el bombardeo nuclear sobre Japón, la Segunda Guerra Mundial vería su final dando paso a un tipo diferente de confrontación ideológica, económica, política, social y cultural entre EEUU y la URSS bautizada como Guerra Fría. Durante dicha confrontación, la ciudad de Sebastopol siguió siendo vital para el Kremlin al continuar siendo el acuartelamiento principal de su flota en el mar Negro y Mediterráneo.
El Telón de Acero terminaría colapsando entre 1989 y 1991. El Pacto de Varsovia y la URSS dejaban de existir y en su lugar veían la luz una quincena de naciones, incluida Ucrania, que controlaría la península de Crimea con la excepción de la vital base militar rusa de Sebastopol. El giro político dado por Kiev tras el Euromaidan y el temor a ver amenazada a su flota motivaron a un beligerante Putin para dar luz verde a la espectacular anexión de Crimea en 2014 y su apoyo a los separatistas prorrusos en la región del Dombás, primer episodio de la brutal guerra librada en Ucrania. Un territorio que no está dispuesto a perder bajo ninguna circunstancia.