Tras la Segunda Guerra Mundial, se vivieron momentos de grandes tensiones y amenazas nucleares. En situaciones como estas, el carácter y el temperamento se convierten en una cualidad de gran importancia para mantener la calma. La alineación del mundo en dos bloques –Occidental y Oriental– vivió su punto álgido de tensión con la crisis de los misiles en Cuba.
En octubre de 1962 fue uno de los momentos más tensos en el contexto de la Guerra Fría, contienda que enfrentaba a los países que conformaban la OTAN –liderado por Estados Unidos– y los países que conformaban los Pactos de Varsovia –liderados por la Unión Soviética–.
La crisis de los misiles en Cuba fue uno de los episodios más peligrosos de la Guerra Fría, incluso se corrió el riesgo de una amenaza nuclear. Sin embargo, en aquella situación puso a prueba la calma y determinación de aquellos que tenían en sus manos el poder de cambiar el destino del mundo. Entre ellos se encontraba un hombre cuya intervención discreta, pero crucial salvó a la humanidad de una catástrofe inminente.
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Los Estados Unidos habían bloqueado Cuba como respuesta a la instalación de misiles nucleares soviéticos en la isla. En el Caribe, la marina estadounidense peinaba la zona en busca de posibles amenazas nucleares instaladas por las tropas soviéticas. Un submarino de la URSS, portador de un torpedo nuclear táctico, se encontraba en medio del lugar.
Los americanos soltaban cargas que explotaban muy cerca de la ubicación del submarino soviético. Los miembros de la tripulación soviética, atemorizados por la posibilidad de acabar muriendo, llenaron la embarcación de nervios. La temperatura aumentaba y los comandantes rusos, llenos de temor ante las explosiones provocadas por la armada americana, se hicieron la siguiente pregunta: ¿disparo?
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Aunque parezca un guion de alguna película de ciencia ficción, esto ocurrió de verdad. El comandante ruso, Valentin Savitsky, ejecutó la orden de disparar. Exhausto, nervioso y con altas temperaturas dentro del submarino, Savitsky ordenó llevar a cabo esta acción tras varios días incomunicados de Rusia. Las continuas explosiones hicieron que el comienzo de un conflicto entre Estados Unidos y la Unión Soviética comenzara de manera inmedaita y en dimensiones nucleares.
"¡Vamos a acribillarlos ahora! Moriremos, pero los hundiremos a todos. No nos convertiremos en la vergüenza de nuestra flota", escribió tiempo más tarde el comandante en cuestión. Si las órdenes se hubiesen ejecutado, a lo mejor, el mundo tal y como lo concebimos ahora no hubiese existido.
Sin embargo, esto no ocurrió. Los submarinos con capacidad nuclear solo podían disparara su armamento solo si los tres oficiales superiores a bordo daban el consentimiento. De esta manera, Savitsky y otro comandante más, votaron a favor. Aquí es cuando aparece el héroe de la historia: Vasili Arkhipov.
Vasili Arkhipov, según las descripciones que se han recogido de su mujer, era un hombre apuesto, modesto y que hablaba de manera calmada. Aunque no se sabe con exactitud la manera en que Arkhipov convenció a los demás, lo cierto es que salvó a gran parte de la humanidad gracias a su carácter tranquilo.
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Arkhipov aseguraba que los supuestos ataques que estaba realizado la armada estadounidense no eran más que avisos para subir a la superficie e identificarse.
En primera instancia, las órdenes que habían recibido los submarinos rusos consistían en dirigirse a Cuba. No obstante, un cambio en la misión les obligó a detenerse y esperar en el Caribe. Cuando los americanos descubrieron el sumergible soviético, Savitsky ordenó bajar a más profundida para evitar ser vistos en los radares, perdiendo las comunicaciones con Moscú. Ante el asilamiento, el comandante ruso pensó que la guerra había comenzado.
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Ante el acorralamiento, el comandante ruso obligó el lanzamiento del armamento nuclear para salir del envite americano. Sin embargo, Arkhipov se rehusó a dar la orden, originando un fuerte enfrentamiento entre los comandantes, según testificó Olga, la mujer de Arkhipov.
Arkhipov había acertado y consiguió disuadir a los otros comandantes de desplegar el armamento nuclear. La otra parte de la historia dio la razón a Arkhipov. El presidente de Estado Unidos, John F. Kennedy, manifestó su preocupación a su hermano, Robert Kennedy, acerca de las medidas que había tomado la armada estadounidense para avisar a los rusos.
"Fue el momento de mayor preocupación para el presidente. Se llevó la mano a la cara y cerró el puño", dijo Robert Kennedy tras conversar con el presidente.
La discusión entre los comandantes rusos acabó sin el despliegue del arsenal nuclear y el submarino ruso subió a la superficies. Todo acabó con el repligue de las tropas rusas a Moscú. No fue hasta 50 años después cuando, los militares estadounidenses conocieron lo que cargaba el submarino soviético.