Escribió el ensayista George Orwell en 1945 que una 'guerra fría' era "una paz que no es paz", remarcando que es un tipo de conflicto que pondría fin a las "guerras de gran escala con el coste de tener una prolongación indefinida". Explicó que era un tipo de conflicto que crea un estado permanente de hostilidad, pero sin el uso de las armas.
La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por la Guerra Fría, desatada por la crisis de los misiles de 1962, entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Fue un conflicto cuyas características encajan con la definición que dio Orwell casi dos décadas antes.
Pero ahora, más de medio siglo después, las grandes potencias mundiales se disputan la supremacía mundial con movimientos estratégicos que crean un conflicto que también encaja con esa definición de Orwell y hace inevitable echar la vista atrás hacia el duelo soviético-estadounidense. No llegan al intercambio de misiles y balas, pero hay un estado permanente de competición y tensión.
La etiqueta de 'guerra fría' se le puede o no poner a la disputa entre China y Estados Unidos, o a las tensiones entre el Kremlin y la Casa Blanca. Pero los movimientos estratégicos casi diarios, las advertencias y ciertas decisiones de las grandes potencias hacen que el conflicto, aunque no sea violento, sea evidente.
La disputa del siglo XXI
No hay ninguna relación que pueda impactar más al mundo. Tampoco una que desprenda tanta tensión. La etiqueta 'guerra fría' puede ser adecuada o incorrecta para la relación entre Estados Unidos y China, pero lo que es evidente es que las dos potencias mundiales más importantes están inmersas es una disputa tensa que, en ocasiones, hace temblar los cimientos del mundo.
El duelo económico, tecnológico e ideológico es palpante, y Estados Unidos ni lo niega ni lo esconde. En octubre de 2021, la CIA abrió un centro de control dedicado en exclusiva para observar a China. Su objetivo es recolectar más material sobre el gigante asiático para poder estudiarlo mejor, "posicionar mejor a agentes por el mundo" y analizar sus actividades. Los ojos de la CIA están más puestos que nunca sobre su principal rival.
Este nuevo centro de control "reforzará el trabajo colectivo sobre la amenaza geopolítica más importante en el siglo XXI, un Gobierno chino cada vez más adverso". Así de tajante fue el director de la CIA, William J. Burns, en un comunicado de la agencia de inteligencia cuando se abrió el nuevo departamento de inteligencia.
En febrero, Burns, que fue embajador de Estados Unidos en Moscú, hizo referencia a la Guerra Fría en relación a la rivalidad con Pekín: "Esto no es como la competición con la Unión Soviética, que era principalmente una cuestión de seguridad e ideología. Este es un adversario [China] —recalcó el director de la CIA— extraordinariamente ambicioso con la tecnología y también capaz en términos ecónomicos".
Biden también se acordó de la Cold War en septiembre y trató de desmarcarse de esa idea, pero dejó clara la posición estadounidense: "Nos opondremos a los intentos de países fuertes de dominar a los más débiles, ya sea territorialmente con el uso de la fuerza, coerción económica, explotación tecnológica o con desinformación. Pero no queremos, y lo diré otra vez; no queremos, una nueva guerra fría o un mundo dividido en bloques". El director de la CIA y Joe Biden quieren evitar la calificación de 'guerra fría' para, quizás, no darle más importancia.
Pero desde su llegada a la Casa Blanca, el presidente estadounidense ha mantenido el pulso comercial con Pekín, manteniendo los aranceles comerciales que impuso su antecesor, Donald Trump, y enviando barcos estadounidenses a través del Estrecho de Taiwán. Aparte de la guerra comercial, el acuerdo AUKUS también supuso un golpe sobre la mesa de Occidente que no gustó a los chinos.
Y es que, además de el pacto de defensa militar entre Estados Unidos, Australia y Reino Unidos, los movimientos estratégicos en los últimos meses no son escasos, dejando en evidencia el duelo Pekín-Washington D.C.
Los chinos realizaron pruebas de sus misiles hipersónicos diseñados para combatir a misiles estadounidenses, unos ensayos que se realizaron de una manera muy visible para los satélites estadounidense, informó el Financial Times. Es decir, China quería que la Casa Blanca viera sus pruebas. El general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, catalogó estas pruebas de “un evento tecnológico muy significativo” que tenía “toda su atención”. Milley calificó a China como el retador “número uno” militarmente.
Aunque China y Estados Unidos no se bombardeen, Pekín continúa reforzándose militarmente pensando en el futuro y con el objetivo de estar en igualdad de condiciones. Un documento del Departamento de Defensa americano publicado en noviembre muestra que China podría tener hasta 1000 ojivas nucleares en 2030. Una cifra, aún así, muy inferior a la de Estados Unidos, que tiene 5.550, o a la de Rusia, que tiene 6.255, según los datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. En la actualidad, China tiene 350 ojivas nucleares.
A todos esos movimientos se le ha sumado la sospecha creciente de que China quiere invadir Taiwán. En octubre el ejército del aire chino entró en el espacio aéreo de su país vecino. No está claro si Estados Unidos intervendría en ese caso, pero es un peligro que acaparará miradas en 2022.
Para poner la guinda del pastel en la degradación de las relaciones estadounidense con China este último año, Estados Unidos anunció su boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de invierno de 2022 que se celebran en Pekín. La decisión estadounidense viene en señal de protesta por lo que llama un "genocidio" en China contra las minorías musulmanas en el país.
Esta decisión de la Casa Blanca vino pocos días después de que Xi Jinping y Joe Biden se reunieran telemáticamente durante tres horas y media en noviembre. Una reunión que, evidentemente, no sirvió para destensar la hostilidad entre ambos países. Los dos mandatarios más poderosos del mundo solo coincidieron en evitar que la competición entre ambos escale a un conflicto mayor y no llegaron a ningún acuerdo, manteniéndose intransigentes en sus posturas. Una declaración de intenciones de cara a 2022.
Rusia, siempre protagonista
La Unión Soviética fue el gran protagonista geopolítico del siglo XX junto a Estados Unidos, y aunque China, su gran aliado, haya tomado más protagonismo durante este siglo, la importancia de Rusia sigue vigente.
La tensión entre Rusia y Occidente -concretamente Unión Europea y Estados Unidos- se ha acentúado en los últimos meses. La UE señaló a Moscú por el “ataque híbrido” de Bielorrusia en la frontera con Polonia, que recibió una llegada masiva de inmigrantes, un suceso del que Vladimir Putin se desmarcó. Pero para Occidente surgió otro quebradero de cabeza al poco tiempo de ese ataque migratorio: los posibles planes de Rusia para invadir Ucrania nada más empezar 2022.
Finales de enero. Esa es la fecha que tienen marcada Estados Unidos y Ucrania para una posible invasión de Rusia. La Casa Blanca cree que el Kremlin podría lanzar una ofensiva contra Ucrania con 175.000 soldados. En los últimos meses, el ejército ruso ha ido rodeando la frontera ucraniana, una actividad que ha encendido las alarmas, aunque Moscú defiende que son movimientos defensivos y tiene todo el derecho de movilizar a sus tropas como crea oportuno.
Ante la amenaza, la UE y Estados Unidos han advertido al Kremlin de “enormes” sanciones si acaba invadiendo a su vecino. Pero Moscú no se deja intimidar y ha señalado de vuelta exigiendo que la OTAN deje de expandirse hacia el este. Para el Kremlin es una "línea roja" que Ucrania entre en la Alianza y quiere garantías de seguridad.
La gran sospecha, sin embargo, es que en realidad Putin quiere hacerse con Ucrania, una antigua república soviética. Hay que recordar que el mandatario ruso tachó la desintegración de la Unión Soviética como "la mayor catástrofe geopolítica del siglo".
Los esfuerzos rusos por hacerse con el control de Ucrania no son algo nuevo. En 2014, la antigua república soviética ya perdió la región de Crimea por una invasión lanzada por el Kremlin y lleva luchando ocho años contra milicias separatistas rusas en el este del país.
Esa hipotética ofensiva de Putin podría inicar la guerra más importante en el continente desde la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos y los aliados de la OTAN difícilmente podrían quedarse de brazos cruzados viendo como Putin se adueña de un país.
La UE y su autonomía
Entre Estados Unidos, China y Rusia, también asoma la cabeza la Unión Europea, que tiene retos importantes en el próximo año e incógnitas que se esclarecerán a medida que avance el año. La UE buscará hacerse con más protagonismo y ser un actor más decisivo, pero para ello necesita más autonomía.
Las fotos de las cumbres europeas tendrán algunas caras nuevas. Alemania, la primera potencia europea, inicia el año sin Merkel y con el nuevo canciller, Olaf Scholz, un actor político que, como lo era su antecesora, será clave. Merkel tenía una buena relación con Putin, habrá que ver si el nuevo canciller logra lo mismo con el poderoso mandatario ruso. Por otra parte, Francia también podría tener un nuevo presidente a mediados de año y Portugal también celebra comicios.
Uno de los grandes retos de la UE en 2022 será la crisis energética. Un problema de abastecimiento que ha elevado los precios de la energía a unos números sin precedentes que no solo afectan a la gente en el día a día, sino que también puede dar la oportunidad a países como Rusia, principal proveedor de gas en Europa, a tener una gran ventaja geopolítica sobre la Unión Europea. El nuevo gasoducto Nord Stream 2, que conecta a Rusia con Alemania directamente, será clave en el futuro energético europeo.
También se ha abierto la posibilidad de la creación de un ejército europeo, lo que sería un hito y un punto de inflexión para la UE. El Alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, puso la propuesta sobre la mesa con el objetivo de que la Unión consiga más autonomía. La idea surgió tras la salida abrupta de Afganistán precipitada por la toma de control de los talibanes.
Ese ejército propio contraría con 5.000 soldados para tener la capacidad de actuar rápidamente, según el documento publicado por la UE 'Brújula Estratégica', ante el “encogimiento estratégico” que se está sufriendo. “Europa está en peligro y los europeos no se dan cuenta”, diagnosticó Borrell.
Aunque no sería un ejército grande, el objetivo sería que "la UE y sus Estados miembros estén preparados para desplegarse rápidamente con el propósito de responder rápidamente a futuras crisis, que van desde misiones de rescate y evacuación a operaciones de estabilización, así como operaciones marítimas o incluso aéreas", según señaló la UE en su documento.
La Unión Europea buscará convertirse en una fuerza más autónoma ante los retos que se presentan, lograr más margen de maniobra en política exterior, y no ser la corriente de Estados Unidos en los tomas y dacas con China y Rusia en un año nuevo que se postula como un año potencialmente intenso en términos geopolíticos.