La ocupación de las Islas Canarias tenía más de un milenio de historia antes de la llegada de los conquistadores castellanos y de que Cristóbal Colón se lanzase desde allí a un incierto camino hacia las Indias por una ruta virgen y desconocida. Los hallazgos arqueológicos y las dataciones con radiocarbono han desvelado que el archipiélago fue poblado por primera vez entre los siglos II y V d.C. por grupos procedentes del norte de África. Pero las conexiones de las comunidades aborígenes con la costa continental fueron muy limitadas hasta la aparición de los marinos europeos.
Esa historia prehispánica de Canarias es una caja de enigmas y sorpresas, desde las famosas momias guanches hasta una práctica sistemática de la violencia a pesar de no disponer de armas metálicas. Ahora, un nuevo estudio científico ha logrado desentrañar el puzle genético de esas poblaciones indígenas y cómo les afectó el aislamiento y la insularidad en su desarrollo. El escenario desvelado es mucho más complejo de lo que se pensaba.
Un equipo internacional de investigadores liderados por Javier G. Serrano, de la Universidad de La Laguna, ha logrado secuenciar el genoma de 40 individuos identificados en 23 yacimientos arqueológicos de las siete islas (Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife La Gomera, La Palma y El Hierro) que abarcan 1.300 años de historia, desde el siglo III al XVI. Se trata del análisis de ADN antiguo de los antiguos pobladores del archipiélago más completo que se realiza hasta la fecha. Los resultados se han publicado esta semana en la revista Nature Communications.
Una de las principales conclusiones de la investigación es que los aborígenes canarios eran pueblos muy similares genéticamente a los que habitaron la zona actual de Marruecos hace unos 5.000 años, en el Neolítico. Los genomas de estas cuatro decenas de individuos, que han sido comparados con los datos obtenidos en tres yacimientos del norte de África, muestran que estas comunidades quedaron aisladas en sus respectivas islas, casi sin contacto con el exterior hasta la llegada de los primeros europeos a partir del siglo XIV.
En este sentido, Canarias se erige según los científicos en una ventana privilegiada para radiografiar el pasado del norte de África en los siglos anteriores a la conquista árabe del siglo VII. "Hasta ahora, solo cazadores-recolectores y los primeros agricultores de Marruecos habían sido estudiados empleando técnicas paleogenómicas, lo que dificulta la comprensión de esta historia desde finales del Neolítico hasta la Antigüedad", han destacado Serrano y Rosa Fregel (universidades de La Laguna y Stanford), otra de las coautoras del artículo.
Migraciones asimétricas
Los análisis en el laboratorio han revelado que la población indígena de las Islas Canarias es similar a las comunidades neolíticas marroquíes de hace unos 5.000 años, caracterizadas por la mezcla de componentes de ancestralidad norteafricanos y europeos como resultado de la migración de los primeros agricultores de Europa al norte de África. Además, la composición genética de los aborígenes muestra señales de otros flujos migratorios de origen subsahariano y un cuarto linaje que responde al movimiento de las poblaciones mediterráneas durante la Edad del Bronce o la Edad del Hierro hacia el sur.
No obstante, los investigadores han observado diferencias significativas entre las islas. Por ejemplo, los habitantes de las tres más cercanas al continente (Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura) presentaban una mayor contribución genética del componente asociado a las poblaciones prehistóricas de Europa, mientras que los de las islas occidentales (El Hierro, La Palma, La Gomera y Tenerife) mostraban más aportación del componente prehistórico del norte de África. Estos datos sacan a la luz un modelo de colonización más complejo del que se planteaba hasta ahora.
"Dado que el impacto de las migraciones neolíticas europeas en el norte de África no fue homogéneo, este resultado se puede explicar de dos formas: o bien las migraciones humanas que afectaron al archipiélago fueron asimétricas, con algunas arribadas llegando solo a una zona, o bien las poblaciones que colonizaron las islas orientales y occidentales del archipiélago procedían de regiones diferentes del norte de África", han explicado los autores del estudio.
[El ADN desvela los secretos de Ötzi, el hombre de los hielos: era calvo y tenía la piel muy oscura]
El autor principal del trabajo, Javier G. Serrano, ha remarcado que estas diferencias entre las islas orientales y occidentales "parecen haber existido desde el comienzo del período de colonización aborigen, manteniéndose sin cambios a lo largo del tiempo". "Esto es importante porque determina que, si existieron migraciones asimétricas entre las dos regiones, tuvieron que ocurrir al inicio del periodo de colonización aborigen".
La conclusión del estudio viene a confirmar una serie de indicios que ya existían y que sugerían la existencia de ciertas diferencias entre los pobladores de las islas orientales y los de las occidentales, como la mayor variedad de inscripciones en alfabeto líbico-bereber en las primeras o la presencia en una sola isla, Gran Canaria, de un árbol "importado", la higuera.
La investigación aporta pruebas de que la insularidad se acabó expresando en el ADN de los pueblos de las siete islas, pero fue en las más pequeñas o con menos recursos (El Hierro, La Gomera, Lanzarote y Fuerteventura) donde más se aprecia una baja diversidad genética, "lo que puede explicarse por un fuerte aislamiento, dando lugar a la reducción del tamaño efectivo de su población y descartando así la posibilidad de que hubiera migración frecuente hacia estas islas".