La conjura de juristas que acabó con el franquismo se fraguó en... el Valle de los Caídos
Jorge de Esteban cuenta en 'El libro que democratizó España' un episodio tan desconocido como relevante de la Transición.
9 julio, 2022 03:03Viene sucediendo en los últimos años. Ahora que ha pasado tanto tiempo, ahora que lo sucedido se puede contar (casi) como sucedió, algunos de los protagonistas de la Transición están publicando sus memorias. Resulta atractivo por su relevancia histórica, pero también por una riada de episodios que no solían salir a la luz. Las rivalidades, las cuitas, los odios y las envidias venían quedando invisibilizados por la luz de aquel tiempo: el consenso.
El relato de Jorge de Esteban, El libro que democratizó España (Tirant, 2021), refleja ese submundo desconocido. La lucha por ganar la democracia también fue una competición entre intelectuales, una carrera de catedráticos, una pugna de ministros.
Este experto en Derecho Constitucional se autoproclama –y da un sinfín de argumentos para ello– como autor del "de la ley a la ley" que luego llevó a cabo el triunvirato Juan Carlos I-Adolfo Suárez-Torcuato Fernández-Miranda.
De hecho, De Esteban ha escrito su libro para eso. Para reivindicar su trabajo y el de sus cuatro discípulos. "Injustamente olvidados". Ellos construyeron el dictamen sobre el que Fernández-Miranda sostuvo la Ley para la Reforma Política, la norma que hizo de puente entre la dictadura y la democracia.
Aquella ley, inspirada por un libro de De Esteban publicado en 1973 –de ahí el título de sus memorias, El libro que democratizó España–, logró algo a todas luces impensable: las Cortes franquistas se suicidaron. Ellas mismas votaron a favor de su harakiri. Por eso hablamos de "Transición". Porque no hubo ruptura. Y... ¡sorpresa! De Esteban y sus discípulos conspiraron su receta en... ¡el Valle de los Caídos!
"Nuestro libro, Desarrollo político y Constitución española (Ariel), trazaba las líneas maestras para poder pasar, sin solución de continuidad, de las leyes fundamentales del franquismo a un sistema democrático. Torcuato Fernández-Miranda se inspiró obviamente en él para alcanzar la democracia mediante la reforma radical de la legalidad franquista", cuenta De Esteban.
Antes, un poco de contexto: Jorge de Esteban nació en Madrid en 1938. Aprendió en casa lo que era la guerra. A su padre, odontólogo, los sindicalistas quisieron requisarle los instrumentos de su consulta. Consiguió evitarlo por intercesión de un amigo.
Después, fue movilizado por la República. Cuando ganó Franco, al haber trabajado para la República, lo echaron del hospital y le negaron el ascenso a capitán médico. Sin quererlo ni beberlo, sin ser de unos ni de otros, lo habían represaliado ambos bandos.
De Esteban estudió de niño en el colegio alemán. El día que cayó Hitler, el jefe de estudios les anunció el cierre de la escuela: "Nuestro führer ha muerto". Luego llegó la etapa de la universidad, sus primeros viajes al extranjero y, quizá lo más importante, su deambular por las librerías de viejo.
"Muchas disponían de habitaciones discretas en las que tenían los libros prohibidos. Yo entonces leía de todo, especialmente si estaba prohibido. No hace falta decir que las materias más censuradas eran la política y, especialmente, el marxismo", anota. Se gastó un pastón en teología socialista. Hoy, todos esos libros, "inútiles", descansan en su biblioteca.
En la universidad, su asignatura favorita se llamaba "Derecho político". El nombre no era baladí. En España, no podía llamarse "Derecho constitucional". Pero De Esteban, de la mano de algunos profesores aperturistas, comenzó a enamorarse "de esos otros derechos en los que los ciudadanos participaban en las instituciones del Estado".
Por aquel tiempo, en los sesenta, vivió una anécdota que le dio pistas de lo que acabaría sucediendo. Le tocó compartir aula con Juan Carlos I en un curso de doctorado. De Esteban, digamos, no formó parte de la camarilla del príncipe, pero sí compartió algunas conversaciones.
En una de ellas, un compañero le preguntó a don Juan Carlos: "Cuando seas rey, ¿aceptarás un gobierno democrático formado por partidos de izquierda?". Él respondió: "Sí, siempre y cuando hayan ganado unas elecciones libres". Faltaban más de diez años para que muriera Franco. Eso era decir mucho.
Apasionado, ambicioso –el libro transmite, en todo momento, la ambición de quien lo escribe–, De Esteban se lanzó a la aventura de "fundar un nuevo Derecho Constitucional". Eso es algo al alcance de muy pocas generaciones. En el siglo XXI, apenas existen los europeos que han transitado de una dictadura a una democracia.
En 1972, se produjo el precedente más reseñable a la conspiración que nos ocupa. Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que acabaría siendo uno de los padres de la Constitución, publicó El principio monárquico con la editorial de Cuadernos para el Diálogo.
"A juicio de este autor, el Rey, que aparecía como el auténtico sujeto de la soberanía según las leyes fundamentales, tenía tanto la posibilidad como la capacidad de proponer una Constitución democrática que sometería después a referéndum", relata De Esteban.
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Entre tanto, "un grupo de profesionales cercanos a José María de Areilza" (líder del movimiento monárquico y persona de la confianza de don Juan y de Juan Carlos I) pidió a De Esteban "un dictamen sobre la posibilidad de alcanzar una democracia occidental mediante las leyes fundamentales del Movimiento".
"Tuve que contener la risa, me parecía casi una broma, pero escuché con toda atención", confiesa el hoy catedrático. La idea venía de Areilza, pero escondía una grave preocupación de Juan Carlos I. Porque el príncipe había jurado las leyes fundamentales y temía haberse incapacitado para ser él quien convirtiera España en una democracia.
Total que De Esteban reunió a cuatro discípulos –Luis López Guerra, J. Luis García Ruiz, Santiago Varela y Javier García Fernández– y orquestó el grupo de investigación que alumbraría aquel dictamen; a la larga, aquel libro.
Las sesiones conspiratorias fueron los fines de semana en la hostería del Valle de los Caídos. "En una sala de lectura sin que nos molestase nadie. Allí construimos el caballo de Troya", cuenta.
Imagínense la foto: un socialdemócrata, un socialista, un democristiano y dos próximos al Partido Comunista, en Cuelgamuros, estudiando duro para lograr un método que supusiera el suicidio del franquismo. A muy pocos metros sería enterrado el dictador tres años después.
El encuentro con Torcuato
Miguel Herrero, según De Esteban, les lanzó "una crítica corrosiva" al conocer el libro: "Es imposible que estas Cortes aprueben eso". ¡Tenía razón Herrero! Parecía imposible. El mismo De Esteban se partió de risa cuando le encargaron la misión. La revista Gentleman, que dirigía Juan Luis Cebrián, lo calificó como "Derecho ficción".
Carrero Blanco, por su parte, lo definió como "una obra del demonio". El Arriba escribió: "Interpretan caprichosamente nuestro repertorio constitucional y, lo que es peor, proponen que se le conduzca hacia objetivos que lo contradicen esencialmente".
El autor de estas memorias siente que la Historia ha acabado por esconder su papel protagonista en el famoso "de la ley a la ley". Para justificar su reivindicación, menciona su encuentro con Torcuato Fernández-Miranda en la facultad de Derecho.
"Él estaba solo en la sala de profesores. Fumaba uno de sus clásicos pitillos de tabaco negro. Le di los buenos días y, acercándose a mí, espetó sin más: 'Esteban, ha escrito usted un libro que será fundamental para el futuro de España'", rememora.
Aquel dictamen, una vez publicado, fue entregado al príncipe Juan Carlos en la Zarzuela. Y Fernández-Miranda, como se deduce de la anécdota anterior, también había dado cuenta de él.
La versión más extendida, la que se ha llevado a la televisión, dibuja a don Torcuato entregando un manojo de folios a Suárez: "Toma esto, que no tiene padre". Era la Ley para la Reforma Política que hizo de puente entre dictadura y democracia. La ley que, según De Esteban, estuvo inspirada en su trabajo. El texto nacido en el Valle de los Caídos.
Además de leer los testimonios recogidos en este artículo, De Esteban llama a cruzar ambos materiales: la ley y su libro de 1973. "No hay más que verlo", concluye en sus memorias.