Yolanda Díaz lanza su candidatura con el apoyo de Pedro Sánchez y las reticencias de Podemos
La vicepresidenta presenta Sumar, que pretende ser una plataforma al margen de los partidos, con la necesidad de sumar escaños con el PSOE.
8 julio, 2022 02:33Yolanda Díaz inicia este viernes su aventura política para liderar una candidatura para las próximas elecciones que aglutine a todo el espectro político a la izquierda del PSOE.
La vicepresidente segunda se juega su futuro político con Sumar, el nombre provisional de su plataforma. Y también se juegan su futuro político con Sumar el PSOE y Pedro Sánchez.
Si Sumar no alcanza el número suficiente de escaños para completar los del PSOE, acercarse a los 176 y poder pactar con otros partidos independentistas y nacionalistas, no habrá Gobierno de izquierdas después de las próximas elecciones generales.
Esa es la gran paradoja de Sánchez: competirá con Sumar por el voto de izquierdas, pero al tiempo necesita que Sumar saque un buen resultado.
Es impensable que los socialistas tengan mayoría absoluta y Sánchez ya explicó que su apuesta para el futuro es mantener la coalición y, por tanto, competir como bloque en las próximas generales. Y la vicepresidenta ha insistido siempre en su voluntad de mantener la coalición con el PSOE tras las próximas generales.
A las 20:00 horas, en el Matadero de Madrid, Yolanda Díaz arrancará lo que llama el “proceso de escucha” que, en realidad, es un recorrido por España para reunirse con asociaciones, grupos sociales y movimientos cívicos para configurar su plataforma.
La vicepresidenta ha querido que el propio acto sea una declaración de intenciones sobre su proyecto. No habrá líderes de partidos o grupos políticos que pretende aglutinar, porque entiende que “hay que superar” la organización clásica de los partidos políticos, para crear movimientos o frentes amplios que puedan concurrir a las elecciones sin estructuras orgánicas.
Y ahí está, precisamente, la duda de políticos clásicos de la izquierda que entienden que es imposible ir a unas elecciones sin una estructura sólida, “sin que haya un responsable de organización”, según explica un veterano diputado socialista.
Otro modelo
Díaz tiene a su disposición la estructura de Podemos, que aunque maltrecha sigue teniendo implantación en muchos lugares de España; la de Izquierda Unida mucho más extendida por todo el territorio; la de Los Comunes en Cataluña; la de Compromís en la Comunidad Valenciana y la de Más País en algunos lugares, especialmente, Madrid. Pero prefiere otro modelo.
Esa decisión ha provocado reticencias en Podemos. Por ejemplo, porque en los primeros actos de Díaz sus acompañantes fueron Mónica García, Mónica Oltra y Ada Colau, pero ni Irene Montero, ni Ione Belarra, secretaria general de Podemos.
También en gran medida tiene a su disposición estructuras de Comisiones Obreras, con cuya organización mantiene relaciones estrechas, por afinidad y por origen familiar.
Las dudas vendrán más adelante cuando llegue el momento de hacer 54 listas en cada una de las circunscripciones, con la necesidad de buscar cabezas de lista en cada una de ellas y abordar el difícil proceso de elaboración de candidaturas.
Por mucho que quiera superar la estructura de partidos, necesita implantación en cada provincia. Y necesita negociar los porcentajes de presencia de Podemos, de IU, de Más País, de Compromís, de Los Comunes y del resto de grupos que se integren.
El precedente (pésimo) es el de Andalucía, donde pretendiendo una candidatura única no pudieron ocultar las tensiones, Podemos quedó fuera por un supuesto error y, finalmente, los electores no entendieron o no apoyaron el experimento resultante.
Por ejemplo, cuando llegue el momento tendrá que negociar el puesto de Ione Belarra, el de Irene Montero o el de Íñigo Errejón, por poner sólo algunos ejemplos. Todos no caben en la lista de Madrid y todos querrán estar en “puestos de salida” de esas candidaturas.
Equipo de confianza
El equipo de Díaz sostiene ante eso que “hay que superar esa lógica”, pero generalmente esa lógica termina por ser insoslayable en todos los procesos electorales e inevitablemente provoca tensiones. Más aún si se trata de integrar partidos que son sucesivas escisiones cruentas de un mismo tronco y con cuentas pendientes entre ellos. De ahí también las reticencias de sectores de Podemos.
La apuesta personal de Díaz parte con una ventaja y con un inconveniente: la magnífica valoración que tiene entre los ciudadanos según el CIS y el hecho de que su candidatura parta de la designación a dedo de Pablo Iglesias al retirarse de la política.
Con lo primero consigue generar expectativas en el electorado de izquierdas y en un sector social que no iba antes a las urnas, pero que el proyecto inicial de Podemos captó y ahora están alejados de lo que queda de aquello. Lo ha conseguido también con acuerdos sociales desde el Ministerio de Trabajo y normas como la reforma laboral.
Lo segundo obliga a Díaz a buscar una legitimación, más allá de la losa del dedo de Iglesias. Lo intentará con ese “proceso de escucha” y en los últimos meses lo está haciendo intentando liderar más claramente al grupo de ministros de Unidas Podemos.
Su actuación en las últimas semanas a propósito de la cumbre de la OTAN busca distanciarse del PSOE con voz propia y liderar a los ministros morados.
Díaz parte con un equipo reducido y de su confianza, como Virginia Uzal, Josep Vendrell y Rodrigo Amírola, entre otros.
Aunque la vicepresidenta da hoy formalmente el paso de iniciar su candidatura, ha trabajado durante el último año. Por ejemplo, para cambiar su perfil en busca de una transversalidad que le saque de su condición de comunista, del perfil de Podemos y de Izquierda Unida.
El viaje a Roma para reunirse con el Papa, sus frecuentes contactos con grandes empresarios, su empeño en pactar con la CEOE o su contacto con medios de comunicación que ideológicamente no le son próximos recuerdan a la idea del primer Podemos con Íñigo Errejón como ideólogo.
Por cierto que hasta el momento, la vicepresidenta ha evitado el discurso agresivo contra medios de comunicación concretos que sí cultivó Iglesias y al que ahora se acerca el propio Pedro Sánchez.