"No vamos a apoyar a Bildu. Para nosotros eso son líneas rojas y los socialistas, con nuestros defectos y virtudes, somos muy de fiar. Todo el mundo sabe a qué se puede atener con nosotros, cuáles son nuestros principios y las líneas que no pasamos"(Carmen Calvo, 17 de mayo de 2019).
El PSOE ha dado carta de naturaleza democrática a Bildu. Si para los socialistas pactar con los abertzales era antes una "línea roja" infranqueable -Calvo dixit-, hacerlo ahora es una "victoria de la democracia".
La hemeroteca atestigua este cambio radical. Hasta el año pasado, el PSOE expresaba públicamente su repudio a Bildu a través de todos sus dirigentes. Ahora, sin embargo, ha pactado con la coalición abertzale la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Un apoyo que según denuncian oposición y asociaciones de víctimas del terrorismo, no ha sido gratis. Y es que el acuerdo se anunció el mismo día en el que el Ministerio del Interior acercaba a otros cinco etarras al País Vasco. Entre ellos, los asesinos del concejal del PP Alberto Jiménez-Becerril y de su mujer Ascensión García.
Tras el pacto, Adriana Lastra se refirió a los herederos de Herri Batasuna -brazo político de ETA- como "demócratas". Por otro lado, el ministro de Transporte y Movilidad, José Luis Ábalos, salió en defensa del acuerdo con Bildu porque forma parte de la "normalización democrática".
¿Qué ha sucedido para que pactar con Bildu pase de ser una "línea roja" infranqueable a algo deseable para el Gobierno de España? Habría que preguntárselo al PSOE, porque la coalición que dirige Arnaldo Otegi no ha renunciado a ninguno de sus planteamientos separatistas y totalitarios.
Los abertzales siguen instigando los Ongi etorris (recibimientos con honores a miembros de ETA que abandonan las cárceles), cotinúan pidiendo la liberación de los etarras -a los que se refieren como "presos políticos" o "presos vascos"- y todavía mantienen dentro de sus filas a quienes hacen apología del terrorismo -o directamente a quienes han militado en la banda terrorista-.
Pese a a todo, el mismo PSOE que antes negaba rotundamente la posibilidad de sentarse a negociar con Bildu, pide ahora "respeto democrático" hacia la coalición de Otegi. Un cambio que no ha sido repentino, sino paulatino. Aquí la cronología de cómo a través de tres pasos firmes -y un desliz- los socialistas han borrado esa "línea roja" antes infranqueable.
Gobierno de Navarra
María Chivite dio el primer paso en el acercamiento del PSOE a Bildu. La socialista llegó a la presidencia de Navarra gracias a la abstención de los siete parlamentarios abertzales que integran la Cámara de la Comunidad Foral. Y de ellos ha sido rehén desde que comenzó la legislatura.
La presidenta socialista ha necesitado aceptar a la coalición de extrema izquierda separatista como interlocutor válido para mantener su Gobierno y sacar adelante las iniciativas parlamentarias, aunque para ello haya tenido que comerse sus propias palabras.
Y es que Chivite, como otros dirigentes socialistas, ha cambiado mucho de discurso con respecto a los abertzales. Antes de necesitarlos para sostener su mandato, marcaba como línea roja el no negociar nunca con ellos. Ahora que preside el Gobierno de Navarra, ha preferido pactar los Presupuestos de la comunidad con Bildu a hacerlo con Navarra Suma (coalición que integra a UPN, PP y Ciudadanos), pese al ofrecimiento de los constitucionalistas.
Reforma laboral
La derogación de la reforma laboral marcó un antes y un después en la política de pactos del PSOE, que hasta el momento jamás había estampado su firma en un documento junto a Bildu. Este fue, en cierto modo, un punto de no retorno en el blanqueamiento de la formación heredera de Herri Batasuna.
No en vano, ese primer acuerdo a nivel nacional de los socialistas a Bildu se produjo en contra de las advertencias de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Desde Covite, han alertado con insistencia del peligro que supone dar carta de normalidad a un partido político "que se niega a condenar el terrorismo y que mantiene vivo el discurso totalitario y excluyente de ETA".
AVT, tras el pacto del PSOE con Bildu para derogar "íntegramente" la reforma laboral, apuntó que "no todo vale por conseguir los apoyos necesarios para gobernar". Además, señaló al PSOE que "o se está con las víctimas del terrorismo o con los verdugos y quienes les apoyan".
Hasta la propia ministra de Economía, Nadia Calviño, se opuso al pacto. Esto, unido al rechazo de formaciones necesarias para que saliera adelante como PNV o Ciudadanos, provocó que el PSOE rectificara y diese marcha atrás al pacto suscrito con Podemos y Bildu para derogar "íntegramente" la reforma laboral. Desde el PSOE consideran ahora a aquel pacto como un "desliz" que se corrigió a tiempo, aunque sus consecuencias han sido indelebles.
Manifiesto por la democracia
La moción de censura fallida de Vox permitió a Bildu hacerse una foto dentro del club de los demócratas. Esto, con el beneplácito del PSOE, que estampó su firma en documento junto a los abertzales, Unidas Podemos, la CUP y el resto de partidos nacionalistas del Congreso de los Diputados.
Todos ellos, unidos en un "manifiesto en favor de la democracia" para rechazar "los discursos de odio" de la "extrema derecha y la derecha extrema".
El documento en cuestión contituyó una respuesta al discurso de Santiago Abascal e Ignacio Garriga en la moción de censura presentada por Vox este pasado mes de octubre. Éste expresaba el "compromiso" de los diez grupos parlamentarios firmantes con "los derechos humanos, la democracia, la justicia social y la igualdad entre todos los ciudadanos y ciudadanas".
Bildu vio en la moción de censura una oportunidad para legitimarse como un partido demócratico más, y el PSOE lo facilitó. Todo ello, con el único fin de orillar a Vox como único partido no democrático del Congreso.
Esta doble vara de medir ha sido criticada por personajes públicos poco afines a Vox como el exdirigente del Partido Popular en el País Vasco, Borja Sémper, que aseguró que los de Santiago Abascal "al lado de Bildu son ursulinas".
Y ahora los PGE...
El tercer y definitivo paso en el acercamiento del PSOE a Bildu, impulsado también por los deseos de Pablo Iglesias de erigir un "bloque de legislatura y de dirección de Estado" con los nacionalistas de ERC y los abertzales.
Y es el paso definitivo no sólo por hecho de que los socialistas hayan concedido a los separatistas vascos la oportunidad de pactar algo tan decisivo para el futuro del país como los Presupuestos Generales del Estado. También porque, por primera vez, los propios dirigentes socialistas han defendido con uñas y dientes el acuerdo.
Una defensa a ultranza de la que se han desmarcado los barones socialistas, que se han rebelado contra el pacto con Bildu. El último, Antonio Miguel Carmona, que aseguró a este periódico que lleva "semanas vomitando". Pese a la hipérbole del excandidato a la alcaldía de Madrid, el comentario evidencia una realidad: las cosmovisiones socialistas y abertzales son a priori irreconciliables. Valga como ejemplo el argumento utilizado por José Luis Ábalos este jueves.
El ministro socialista apeló a la mentalidad de la "Transición" para justificar su pacto con Bildu. Lo que desata una paradoja. El propio Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu ha resumido la Transición como "un rey designado por Franco que cobraba comisiones por la compra de petróleo (...), miles de vascos torturados y un presidente del Gobierno que organizó una trama policial para matar gente".
Y pese a todo, el mismo PSOE que antes negaba rotundamente la posibilidad de sentarse a negociar, pide ahora "respeto democrático" hacia la coalición que dirige Arnaldo Otegi. Un Otegi que, sin moverse, ha conseguido lo que siempre ha deseado: la legitimación de Bildu como un partido democrático más.