El foco estaba en el debate de las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos que arrancaba este miércoles, pero lo más relevante ocurría fuera del Congreso. Incluso a cientos de kilómetros.
Primero Arnaldo Otegi anunciaba en Radio Euskadi su voto favorable a las Cuentas Públicas; después Pablo Iglesias se hacía el encontradizo con una cámara de La Sexta para celebrarlo y más tarde, ya con el pleno parlamentario en marcha, se conocía el acercamiento de cinco presos de ETA por parte de Interior.
Demasiado para el viejo PSOE. Tanto que a primera hora de la tarde, Guillermo Fernández Vara, que a diferencia de los también barones socialistas Emiliano García Page y Javier Lambán no había dicho aún esta boca es mía sobre la negociación presupuestaria, estallaba. El presidente de Extremadura se sumaba a las críticas a Pedro Sánchez de sus homólogos castellanomanchego y aragonés, pero iba incluso más allá.
En un hilo de Twitter, el también miembro de la Ejecutiva del PSOE mostraba su dolor por "ver a Otegui siendo clave para decidir los Presupuestos" y aseguraba incluso que iría a por un medicamento que le evitase la náusea.
Vara decía que es algo que no merece "la memoria de las víctimas de ETA" y remataba con una velada alusión al cada vez más lejano acuerdo con Ciudadanos: "Lo que nunca imaginé es que la política española por la negativa a llegar a acuerdos los hiciera [a los herederos de Batasuna] importantes".
Malestar en el Gobierno
Poco antes Pablo Casado denunciaba durante su discurso en el debate de Presupuestos el acercamiento de los etarras, entre ellos los asesinos del matrimonio Jiménez-Becerril. El líder de la oposición instaba a Sánchez a explicar su pacto con Otegi el mismo día en que "los asesinos de Alberto y Ascen han sido trasladados a cárceles cercanas al País Vasco".
La hermana del concejal asesinado en Sevilla en 1998, Teresa Jiménez-Becerril, se enteraba en ese momento de la noticia desde su escaño de diputada del PP, y al terminar el debate mostraba en declaraciones a EL ESPAÑOL su indignación. "No hay derecho a que tengamos que pagar estos Presupuestos con la sangre de seres queridos" aseguraba a este periódico.
Pero lo cierto es que al malestar de la oposición y de los barones socialistas tampoco era del todo ajeno, aun con matices, el sector del Ejecutivo más ligado a ese viejo PSOE.
"Es meter el dedo en el ojo" lamentaba en privado un importante miembro del Gobierno sobre la actitud de Iglesias dando parabienes a Otegi. Algo desprovisto de la "empatía" necesaria con "la parte de la sociedad a la que escuece ver a Bildu normalizado en las instituciones".
En definitiva, el sector socialista -dentro y fuera del Gobierno, pero en el seno del partido- menos proclive al llamado "bloque de investidura" e incluso a Podemos mismo, comienza a hablar un poco más alto tras haberse mantenido un tiempo con un perfil más bajo.
El mismo sector al que agradaría más la compañía de Ciudadanos, un socio, como dijo Lambán, "tranquilizador" frente a ERC, que consideran "inquietante". Adjetivo que incluso se quedaría corto para Bildu.
Y todo ello después de que Inés Arrimadas haya enfriado su apoyo a los Presupuestos hasta que el Gobierno no rectifique la exclusión del castellano como lengua vehicular en la nueva Ley Celaá de Educación, que se vota la semana que viene en el Congreso.