Desde el viernes 8 de mayo estaba cerrado el acuerdo. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz había conseguido el segundo gran pacto con los agentes sociales desde el inicio de la emergencia del coronavirus y lo comunicó a Moncloa. Ahí fue cuando empezaron los problemas. Ésta es la intrahistoria de por qué un acuerdo que era un éxito para el Gobierno acabó escenificado en un fracaso de comunicación y la reapertura de la pelea interna en el Ejecutivo.
En las oficinas de Presidencia, la semana se había vivido en curva ascendente. El viernes acababa mucho mejor -tras lograr la prórroga del estado de alarma y con el PP metido en líos- de cómo había empezado el lunes. Y según ha sabido este periódico de fuentes del Gobierno, el alivio en el equipo de Pedro Sánchez llevó a la maquinaria de comunicación de Moncloa a idear un acto solemne que sirviera de colofón.
La firma del acuerdo con patronales y sindicatos para extender los ERTE más allá del estado de alarma y reformarlos para la desescalada escenificaría la primera sonrisa sincera del presidente en sus primeros días políticamente buenos en dos meses. Y sobre todo, serviría de baldón para llegar el jueves a la primera sesión de la comisión de los acuerdos para al reconstrucción económica en posición de ventaja.
Ya dijo Sánchez, cuando PSOE y Unidas Podemos acordaron la coalición, que éste sería un Gobierno "con varios acentos pero con una sola voz". Y en Moncloa eso significa "la del presidente". En torno a él se empezó a diseñar la escenificación de un "Acuerdo Social en Defensa del Empleo" que colocara la medalla en la pechera del jefe del Ejecutivo.
Segunda fila
En ese minuto, el equipo de Yolanda Díaz fue consciente de que el asunto se les iba de las manos. Según fuentes consultadas en el ala morada del Gobierno, la realidad que se describe es que cuando entra Moncloa, lo mejor es apartarse. Pero la titular de Trabajo se rebeló. Más allá del ansia de foco que está demostrando Sánchez desde el pasado 10 de marzo, lo cierto es que la crisis del Covid-19 ha estrechado su relación con Pablo Iglesias, y Díaz llamó al vicepresidente para pelearse un puesto.
El líder de Unidas Podemos podía evitar que la ceremonia se convirtiera en un acto de propaganda de los ministros del PSOE, según explican a EL ESPAÑOL desde el entorno morado. Y es que para darle grandeza, Moncloa invitó a todo el ala económica del Ejecutivo: Calviño, Montero, Escrivá... Pero lo cierto es que de los cinco ministros que finalmente salieron en las fotos, la impulsora del pacto quedó relegada a un puesto de segunda fila.
A la ceremonia de la firma, Moncloa quiso dotarla de importancia. Y ya el domingo a las 10.33 horas, la Secretaría de Estado de Comunicación (SEC) colaba la convocatoria a los medios que cubren la información del Gobierno en su primera nota del día, vinculándola al presidente de una manera algo forzada:
"Ha comenzado la novena videoconferencia del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, con los presidentes de comunidades y ciudades autónomas. El presidente les informará [...] de la firma prevista para mañana lunes del acuerdo sobre los ERTEs alcanzado entre el gobierno y los agentes sociales. El acto tendrá lugar mañana en Moncloa a las 13:00 horas".
Sin respuesta de Moncloa
Lo siguiente fueron más de 24 horas en las que la SEC no ofreció más detalles. A preguntas de los periodistas, no se desveló si habría acreditaciones de medios, si habría discursos, preguntas, declaraciones institucionales... nada.
Pero es que ni siquiera se informó a los invitados de la naturaleza del evento. Según ha sabido este periódico, el equipo de la ministra Díaz preparó un texto para su intervención. Pero Moncloa no respondía a si habría lugar a ello ni enviaba un guión del acto para saber dónde encajarlo.
Hasta el mediodía del lunes, cuando ya se desplazaba al Palacio de la Moncloa, el vicepresidente Iglesias tampoco sabía nada. Una vez en los salones de Presidencia, fue informado de la nota emitida minutos antes por la oficina de Miguel Ángel Oliver. A las 10.53 horas se supo, por fin, que "la Secretaría de Estado de Comunicación ofrecerá imágenes en directo del acto de firma".
Eso explicaba por qué se había quedado en la puerta de Moncloa el fotógrafo oficial que se encarga de cubrir los actos de los ministros de Unidas Podemos, sin acreditación. Y el vicepresidente de Derechos Sociales, escamado, vio que nada había importado lo que él hubiera mediado: todos los focos se iban a dirigir a Sánchez, ninguneando a la ministra de Trabajo y desinflando el legítimo rédito político que los morados querían extraer de un acuerdo que había costado arrancar a los empresarios.
Entre chascarrillos con Pepe Álvarez (UGT) y Unai Sordo (CCOO), y después de intercambiar comentarios jocosos con Gerardo Cueva (Cepyme) y Antonio Garamendi (CEOE), Iglesias encontró hueco para, 15 minutos antes de la ceremonia, publicar un hilo de 16 tuits para explicar los contenidos del pacto. Entonces sí, ya sabía que el evento no sería emitido en TVE, ni siquiera en el Canal 24 horas, que la cosa se limitaría a 2 minutos 48 segundos en streaming por la web de Moncloa, y que entre los cinco firmantes estarían todos los del acuerdo... menos la ministra Díaz.
"Estaba acordado. Para nosotras, lo principal era cerrar el acuerdo, y se cerró el viernes", explicaron fuentes oficiales de Trabajo a preguntas de este periódico para desviar la polémica, "además hasta salió la ministra a contarlo".
Boicot adrede
Otros portavoces del gabinete de Sánchez sí transmitían la sensación de fracaso: "Aquí ha habido un ambiente que no se ha visto... ¿No lo ha emitido TVE?". No, y además se había caído el directo de la web de Moncloa. "Menudo desastre, así no se vende un triunfo". De hecho, la sensación en buena parte del equipo más cercano a la cúpula de Podemos es que, al final, se había boicoteado el núcleo del éxito para que sólo quedaran las imágenes estáticas del presidente en formación ante la mesa de firmas.
En realidad, la SEC tampoco siguió sus propias normas. Habitualmente, sus servicios de prensa avisan por mensaje de móvil de la inminencia de los actos. En esta ocasión no se hizo, lo que hizo aún más clandestino el evento.
Además, la ausencia de cobertura de medios impidió los habituales mudos que se permiten a los camarógrafos para que tomen imágenes de recurso. En ellos se podría haber apreciado el ambiente previo y posterior, que las fuentes refieren como "muy distendido y con bromas entre Iglesias y Garamendi que sorprenderían a muchos".
Con la bronca abierta, de nuevo, en Moncloa, el ambiente en la sede de la CEOE, según ha sabido EL ESPAÑOL, tampoco era de fiesta. La patronal de los empresarios ha logrado arrancar algunas concesiones "de mínimos" a la posición inicial del Gobierno, pero no todos sus dirigentes están cómodos con un excesivo ambiente pactista.
Garamendi, de hecho, ya ha recibido llamadas que le reclaman algún gesto de fuerza y menos facilidades ante un Ejecutivo que muchos ven demasiado tendente al "extremismo" de Unidas Podemos. Y esto también explica la sobriedad final de la ceremonia.