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En menos de cinco años, Alberto Garzón (Cenicero, La Rioja, 1985) se ha hecho mayor. Ya no es de los pocos en Izquierda Unida que entendieron el 15-M y participaron en el movimiento. Tampoco un diputado novato, aunque él diga que no es más que un economista que hace política temporalmente. Ha entrado en la treintena, afronta su tercera legislatura en el Congreso y se ha convertido en el líder de Izquierda Unida. Ha aprendido a tratar con los medios y a evitar los navajazos de los adversarios. Los que lo conocen aseguran que se le ha endurecido la piel y a veces no saben si en este comunista orgulloso de serlo ha prendido la serenidad, la frialdad o las dos cosas.
Garzón navega entre aguas de muy diversa densidad. Como coordinador federal de Izquierda Unida ha tratado de limpiar la dirección de familias cuya cuota de poder era hasta ahora algo "prioritario a la cultura del trabajo", explica a EL ESPAÑOL en el teatro Fígaro de Madrid, donde se somete a un interrogatorio rápido (que puede verse en el vídeo a continuación) y a una charla más sosegada. Siempre bajo los focos y ante las cámaras, pero sin público en el patio de butacas.
Con él al frente, IU pretende modernizarse y anclar los pies en la calle donde hay paro, desahucios y pobreza extrema. Porque si algo ha aprendido en este tiempo es que "las clases populares no votan". O no lo hacen como los sectores de mayor poder adquisitivo o más estudios.
Convencer a los que peor lo están pasando es su nueva misión, pero también la obvia asignatura pendiente de las últimas elecciones. Unidos Podemos no pudo emular lo que Podemos e IU lograron por separado. Desde diciembre a junio, lo que él llama "la izquierda alternativa" se dejó más de un millón de votos. Todo un chasco para un partido que prometía ganar al PP o, al menos, al PSOE.
Ahora, Garzón no sólo no será ministro sino que tendrá que buscar su sitio en un grupo parlamentario comandado por Pablo Iglesias, una figura "golpeada" y "atacada" en la batalla política, pero que sigue siendo el líder indiscutible del nuevo espacio político conformado "por decreto" y para competir la víspera del 26-J.
ACTO PRIMERO: El matrimonio con Podemos
Garzón lo reconoce. El alumbramiento de Unidos Podemos fue fruto de un acuerdo por arriba y no desde abajo. "Ha podido costar muy caro a la gente de izquierda", explica. No está de acuerdo con Íñigo Errejón, que antes de que el enlace estuviese encarrilado advertía sobre la posibilidad de que sumar siglas restase votos. "No creo que tenga razón esa hipótesis", sostiene. "Probablemente hubiésemos tenido un peor resultado [por separado]. Es pura lógica. El sistema electoral tritura la fragmentación".
No queríamos segundas elecciones y la unidad ha tenido casi que decretarse. Ahora tenemos que construirla desde abajo
Para Garzón, el futuro no es Podemos sino Unidos Podemos. Pero "la unidad no se construye por decreto sino en la praxis. Se ha construido más unidad en las mareas de defensa de los servicios públicos, en las marchas por la dignidad o en el 15-M que en cualquier manifiesto de partidos. Cuando uno se encuentra ante un proceso electoral que es repentino y que obliga a llegar a acuerdos en varias semanas, hay inconvenientes. Se empezó a fraguar una cierta unidad institucional desde el punto de vista de los papeles, pero no de los tejidos", según él. "Nosotros no teníamos alternativas, no hemos marcado los tiempos. No queríamos segundas elecciones y la unidad ha tenido casi que decretarse. Ahora tenemos que construirla desde abajo", confía.
Acto segundo: ¿Qué pasó el 26-J?
"Lo que tenemos es un resultado fuerte, bueno en términos históricos, pero no se somete a las expectativas, que estaban muy infladas. Ahora lo sabemos". La respuesta hay que buscarla en la abstención, pero según él los motivos reales sólo podrán estimarse gracias a encuestas como la del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), a pesar de que esa, como las demás, fallaron antes del 26-J.
Hay un sector de la población que votó el 20-D con muchísima ilusión, bien a IU o bien a Podemos. Las negociaciones le hicieron retirarse
Garzón cree que "ha habido un proceso de frustración muy grande desde diciembre hasta junio" y que "la candidatura de coalición ha sido un revulsivo, pero con un efecto muy limitado". "Hay un sector de la población que votó el 20-D con muchísima ilusión, bien a IU o bien a Podemos. Las negociaciones le hicieron retirarse", lamenta. "En abril Podemos había perdido mucho voto, casi 900.000. Nosotros sólo habríamos recuperado una parte menor", pero no la suficiente, según él.
Ante el disgusto de junio, tanto Garzón como Iglesias ponen las luces largas y se consuelan con que, en términos históricos, su resultado es en realidad excepcional. Nunca en las últimas décadas su espacio había logrado tantos escaños como en las últimas dos elecciones generales.
El votante del PP no piensa en la corrupción, piensa en la economía. Vota al PP con un interés material muy claro. 'Como gobiernen los comunistas, me quitan la casa'. Eso se dice sea mentira o sea verdad
Unidos Podemos ha naufragado frente al PP, al que aspiraban a desalojar del poder. ¿Por qué? "El PP sabía que el sector al que se dirigía era reaccionario. Sacar la bandera del anticomunismo consolidaba su espacio político", lamenta. Hay más razones. "El votante del PP no piensa en la corrupción, piensa en la economía. Vota al PP con un interés material muy claro. 'Como gobiernen los comunistas, me quitan la casa'. Eso se dice sea mentira o sea verdad. Y evidentemente es mentira en este caso", explica.
"En la izquierda nos encontramos con una paradoja. Las clases populares no votan", concluye. "Tenemos un problema en términos de inserción en el tejido social. Al final nos han votado más lo que llamaríamos clases medias ilustradas, funcionarios, los que luchan contra la desigualdad… pero no todos nos votan entre aquellos que son los que sufren las privaciones fundamentales".
"Nuestro voto es menos sólido que el que vota por intereses. El votante del PP ha ido a votar de una manera casi militar y religiosa. El de izquierdas está frustrado y resignado. Tenemos que hacer una autocrítica muy grande en la izquierda para llegar a los sectores más fastidiados por la crisis", explica.
Acto tercero: El PSOE y lucha por la alternativa
Frente a Unidos Podemos, que pronosticaba el ya célebre y fallido sorpasso, el PSOE no lo ha hecho ni tan mal. ¿O no? "No creo que el PSOE haya resistido", explica el diputado por Madrid. "Soy una persona que piensa en términos históricos. Desde 2011 hasta aquí ha habido un proceso de ajuste económico brutal que ha afectado a la mayoría social. El PP ha perdido casi 50 escaños desde 2011, más de tres millones de votos. El PSOE no sólo no ha ganado parte de ese votante perdido sino que ha perdido un millón y medio de votos y más de 20 escaños".
¿Sigue el PSOE creyendo que la línea del 135 es justa, sí o no? ¿La reforma laboral es justa, sí o no? ¿Hay diferencias de fondo entre Pedro Sánchez y Susana Díaz? No lo sé
"El problema del PSOE no es un problema de candidatos sino de proyecto y modelo de sociedad. ¿Sigue creyendo que la línea del 135 es justa, sí o no? ¿La reforma laboral es justa, sí o no? ¿Hay diferencias de fondo entre Pedro Sánchez y Susana Díaz? No lo sé. Creo que tienen problemas sobre cuotas de poder. ¿Cuáles son las diferencias sustantivas en términos ideológicos? Las desconozco", lamenta.
Pese a todo, Garzón cree que Sánchez debería presentarse a la investidura. "Parece que se está defendiendo de los que quieren que Gobierne el PP" dentro de su propio partido.
Acto cuarto: IU y el futuro de la izquierda
Garzón se prepara ahora para integrarse en un grupo político ajeno. IU ha compartido escaños antes con otros partidos, dentro y fuera del Grupo Mixto, pero el protagonismo de su coalición era indiscutible. Ahora son una isla en Unidos Podemos junto a otras: las confluencias territoriales y los núcleos duros de Iglesias y Errejón.
El líder de IU tendrá espacio autónomo, tiempo propio en los debates más importantes y espera no diluirse en Unidos Podemos gracias a su presencia en medios y una cotización al alza de su propia figura política, más valorada que la de Iglesias. La figura del líder de Podemos "está muy golpeada, muy atacada durante los últimos años por los que han intentado impedir una alternativa", explica. "Eso tiene un coste, pero no es culpa de Pablo Iglesias. Si acaso de su valentía para enfrentarse a un poder que tiene capacidad de quemar y atacar a los perfiles públicos que se opongan", según él.
Si nos institucionalizamos y nos quedamos en el Congreso y nos desconectamos, las posibilidades de que la indignación se canalice por la derecha aumentan exponencialmente
Garzón tiene más frentes abiertos. El primero, en casa. En medio de las dos elecciones se ha hecho con el control de Izquierda Unida y ha mandado al paro (literalmente) a Cayo Lara. Con estos cambios, Garzón espera acabar con las taifas que han caracterizado a su formación. "Los órganos [de poder de IU] se componían en función de las familias, que tenían su cuota de poder". "A veces eso era prioritario a la cultura del trabajo", por lo que sólo contará con todo aquel que tenga "una cultura del trabajo, no de sus cupos. Se trata de una nueva cultura, distinta. pensar más hacia fuera". O eso, o la muerte de la organización.
Hay más desafíos de cara al exterior. Y uno que nunca se puede subestimar es el surgimiento de un partido de extrema derecha que capitalice la indignación, hoy mayoritariamente de izquierdas. "No podemos descartar absolutamente nada. Tampoco que si la crisis se agudiza, en vez de canalizarse por la izquierda se canalice por la derecha. La forma de atraer a la ciudadanía es siendo parte del conflicto social. Tenemos que estar en los despidos o en los desahucios para explicarle a la gente y a nosotros mismos que la vía es esa. Si nos institucionalizamos y nos quedamos en el Congreso y nos desconectamos, las posibilidades de que se canalice por la derecha aumentan exponencialmente".