El psicólogo catalán Víctor Amat posa para EL ESPAÑOL.

El psicólogo catalán Víctor Amat posa para EL ESPAÑOL. Cristina Villarino

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El psicólogo que arrasó como boxeador y sobrevivió a un meteorito: "Soy un garrulo, pero convertí mi mierda en abono"

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Allá en 1969 cayó un meteorito en Nou Barris (Barcelona). En concreto, en Turó de la Peira. Y un Víctor Amat (Barcelona, 1963) de apenas seis años lo presenció. Por eso, ahora, dice entre risas: "Tía, que yo sobreviví a la caída de un meteorito". Y rectifica al momento haciendo un puño con la mano: "Bueno, era una piedra incandescente, eh". 

Pero claro, pedrusco o no, el meteorito cayó y él lo vivió en directo. Luego se hizo boxeador —llegó a ser campeón y entrenó a estrellas del ring—, y un poco más tarde psicólogo. Eso sí, no sin antes pasar por oficios como policía militar, portero de discoteca y, confiesa, "otras cosas peores".

Su historia es tan poco ortodoxa como él mismo, que se define como "garrulo de barrio, del Vallecas de Barcelona" que, encima, es capaz de abrazar su "lado más mierder". Cuenta que estudió en una universidad "superpija" y fue allí donde fue consciente de que "nunca sería un erudito". Lo que no quiere decir, puntualiza, que no sea culto. 

Fue precisamente en ese momento —en la facultad— cuando se dio cuenta de algo fundamental para su vida (y carrera): "Convertí mi mierda en abono, porque tengo unas carencias que no me las voy a quitar". Porque, confiesa ser "un garrulo tonto" que no es capaz de hacerse pasar por lo que no es. 

Decidió, así, ser el mejor profesional desde su humilde lugar, de ahí que se le conozca como el psicólogo punk. Y es que el mix es perfecto para crear a una persona genuina que engancha con la primera palabra, sin pomposidades, sin juicios de valor, con pura franqueza. 

En ocasiones anteriores, Amat conversó con EL ESPAÑOL para hablar de esa psicología punkarrilla que es el motor de su vida. Ahora, en cambio, se sienta con ENCLAVE ODS para reflexionar sobre su nuevo libro, Antimeditaciones (Vergara, 2024), una suerte de contestación a las Meditaciones de Marco Aurelio que recoge todo aquello que el estoicismo no nos cuenta. Y esa conversación que aparece tan compleja, acaba llena de risas y buen rollo, de divagaciones —muy meditadas— sobre la vida. 

Víctor Amat posa para EL ESPAÑOL en la librería La Mistral de Madrid.

Víctor Amat posa para EL ESPAÑOL en la librería La Mistral de Madrid. Cristina Villarino

Porque, como dice, "las emociones son como los orgasmos". No se pueden controlar, hay que sentirlas. Pero "cuando quieres gestionarlas o regularlas, lo que haces es complicarlas". Y precisamente por eso dice que las emociones no se dosifican, sino que se sienten. "No te guardas un poquito de felicidad para mañana, ¿no? Pues eso".

De curas y apaños

La verdad es que ese mensaje se empieza a intuir cuando su libro cae en tus manos. En la propia contraportada dice que "las mierdas de la vida no se sanan, se apañan". A lo que él añade que frustra ese "quererte sanar y no lograrlo".

Sin embargo, asegura que "apañar te libera". A fin de cuentas, se trata de asumir que uno no puede estar "exactamente igual que antes" después de que le "pase algo, un accidente, un trauma, un divorcio, una separación…".

Por eso, insiste, "apañar es dejarlo en su lugar, que no moleste mucho. Y eso te libera porque no tienes la obligación de decir que lo tienes que curar de puta madre".

Amat posa para EL ESPAÑOL.

Amat posa para EL ESPAÑOL. Cristina Villarino

Todo esto tiene mucho que ver con la concepción de la psicología que tiene Amat. Para él, por ejemplo, los terapeutas son "los nuevos curas", son el equivalente al pastor de iglesia, pero del siglo XXI. Eso sí, dice, "hay muchos psicólogos y psicólogas que se parecen a los curas porque te dicen cómo tienes que vivir". 

Eso, para él, es "un error". Porque, dice, "la psicología es el arte de acompañar a alguien en su camino". Y luego "cuando hay algunas dificultades específicas, tú como psicóloga, cómo acompañar o cómo desbloquear la situación".

La clave está en que la gente sea "libre e independiente". Aunque lamenta que "muchas veces el psicólogo cae en la trampa de generar una especie de adicción con el paciente". Y confiesa: "A veces pienso que no sé si es el paciente que necesita el psicólogo o al revés; es muy simbiótico".

Hacer la revolución

Cada vez se habla más de la mente y los datos demuestran que es toda una epidemia. Solo en España, la Confederación Salud Mental España asegura que 1 de cada 4 personas tiene o tendrá algún problema emocional en su vida. Para muchos profesionales, esto tiene una relación directa con la precariedad. 

Amat en La Mistral.

Amat en La Mistral. Cristina Villarino

Amat asegura que los propios psicólogos han contribuido en ocasiones a este problema. "Hay muchos profesionales de la psicología que han comprado un discurso absolutamente capitalista en el que todo depende de la persona y de que el psicólogo puede ayudarte a reparar cualquier cosa".

Por otro lado, dice, "hay muchos problemas psicosociales que pretenden ser resueltos por un psicólogo cuando son problemas sociales". A veces, recuerda, la respuesta a un paciente tiene que ser un "necesita un abogado o un sindicato, no un psicólogo". 

P.: ¿Cómo se lidia, como psicólogo, con que haya trastornos de ansiedad o depresión que deriven directamente de estos factores psicosociales, de esta precariedad?

R.: Mira, el psicólogo tiene que ser alguien que te ayude a encontrar un nivel de malestar sostenible que te permita hacer la revolución. Porque el problema es que hay una búsqueda de que tú tienes que ser feliz y eso no es así. Es alguien que tiene que ayudarte a recuperar la energía para hacer la revolución que toque.

Porque, puntualiza, "la revolución solo se consigue con malestar". El problema radica en que "cuando uno lo que pretende es que la gente esté feliz todo el rato, lo que está haciendo es mantenerla en un estado de esclavitud". Por eso, dice, escribió Antimeditaciones, "como respuesta al estoicismo, que busca que tú no te quejes, que produzcas y que seas un ciudadano ejemplar".

P.: Nos encontramos justo en una época en la que parece que la tristeza o la ansiedad son emociones malas, ¿no? Que nos impiden ser felices.

R.: Suelo decir que la vida es un siete. Es decir, sufrimos mucho al intentar alcanzar el diez en las cosas (en el cuerpo, en la inteligencia, en los estudios, en el trabajo, en la pareja…) y eso nos está jodiendo. La madurez emocional la alcanzamos cuando somos capaces de decidir dónde pongo los ovarios y dónde no.

Amat durante la entrevista.

Amat durante la entrevista. Cristina Villarino

P.: ¿Cómo de complicado es canalizar el malestar en una sociedad que tiende al individualismo?

R.: Vivimos con los demás; nosotros no nacemos solos, ni aprendemos solos de pequeños, porque vivimos en red. Estamos hablando de un contínuum en el cual una gente puede vivir sola y otra en grupo y necesita mucho ese soporte. En este contínuum nos vamos colocando todos.

Precisamente por eso, dice Amat, considera "banal" ese tipo de psicología que pretende encasillar a todos los humanos en un grupo u otro. "Cada persona requiere una visión especial".

Y lo explica: "Yo por ejemplo tiendo a estar solo y estoy bien así. Claro, la soledad absoluta no me interesa. Pero porque yo esté bien, ¿tengo que escribir un libro sobre los beneficios de la soledad para todo el mundo? Esa es la gran cagada". Amat confiesa que las "recetas mágicas para todo el mundo" son "una mierda". 

Cuestión de filosofar

En su caso, la "gran cagada" ha sido separar la filosofía y la psicología. Y eso, precisamente, se respira en sus publicaciones… y también en su conversación.

Víctor Amat durante la entrevista.

Víctor Amat durante la entrevista. Cristina Villarino

"Los psicólogos llevamos muchos años intentando que la psicología sea una ciencia de la salud y creo que es un error porque se pierde toda su parte humanística", dice. Y matiza que "la psicología es un humanismo porque resiste muy mal el análisis científico riguroso". 

Amat es, además, un gran defensor del pensamiento crítico. Solo así se puede evitar eso de que los hechos "pierdan" al "rivalizar con las emociones". Porque "frente a la sensación que tú tienes de las cosas, la razón y los hechos tienen poca fuerza".