No se extrañe el lector si entre las páginas de Somos agua que piensa amanecen palabras que nunca antes había leído. O, al menos, no en la forma en las que las utiliza el maestro Joaquín Araújo, uno de los naturalistas y escritores más reputados de España, quien se ha ganado por méritos propios ser considerado una suerte de voz de la razón, o de Agua, en tiempos de sequía. Una sequía que además de convertir los pantanos en eriales y los cauces de los ríos en cicatrices de tierra estéril también es una sequía de ideas, de valores y de compromisos con nuestro planeta. Hemos olvidado que miramos y pensamos con "Aagua", con doble A.
No en vano Araújo utiliza continuamente una de sus palabras favoritas, atalante, término en desuso que, entre otras significaciones, responde a la de 'enamorarse'. Enamorarse del paisaje, de la calma y de la belleza de la contemplación. También del agua, la energía hídrica, que lo impregna todo y pule el paisaje con su capacidad escultórica. "Los que reniegan de los paisajes se pierden algunos de los mejores regalos que conlleva estar vivos", escribe en su primer capítulo, Basta una palabra: honesto. "Apenas habrán escuchado los conciertos de las aves cuando la luz se despierta o se acuesta. No ver cómo manan las alfaguaras o escuchar cómo susurran las fuentes resulta una carencia fatal".
Araújo es un hombre que piensa en verde, igual que el color de la tinta de su pluma estilográfica, que impregna de figuras y palabras su libreta personal. Verlo escribir evoca a una de sus frases más acertadas: "El líquido de la Vida es el lápiz del tiempo". A los 16 años el autor decidió que quería cultivar la Tierra y a los 28 cumplió su sueño de escapar de la ciudad y emigrar al campo. Desde entonces vive 'emboscado' como campesino y pastor de cabras en el seno de las arboledas de Villuercas, en Cáceres, y traslada la sabiduría que aprehende de su entorno a quien quiera escuchar.
A lo largo de su vida Joaquín Araújo ha plantado más de 26.000 árboles, dirigido y escrito más de 300 documentales. También ha comisionado una treintena de exposiciones, dado la friolera de 2.500 conferencias y recibido un premio internacional de la ONU. Además, pocos pueden jactarse de haber firmado con su nombre más de 100 libros. Somos agua que piensa es el número 114 y el 115 será, adelanta, uno de sus pocos textos 'caligrafiados' publicados por una editorial.
PREGUNTA: Somos agua que piensa tiene algo de vocación transformadora
RESPUESTA: Por supuesto. Es la desembocadura de toda una trayectoria vital. La idea se me ocurrió gracias a dos grandes cuerpos de agua. Uno es Los árboles te enseñarán a ver el bosque, el libro anterior con esta editorial, Crítica, que a su vez era mi decimocuarto libro sobre los árboles y los bosques. El segundo gran tema de mi vida es el agua, sobre la que también tengo catorce o quince libros, una serie entera de documentales en televisión y varias exposiciones. Por tanto, nace de la necesidad de comunicar.
"El Agua, en mayúscula, es la base de la totalidad de lo que consideramos imprescindible"
Tanto el árbol del bosque como el agua son realidades extraordinariamente desconocidas que están muy maltratadas. Su primera agresión es la ignorancia: caen árboles a millones, se contamina de forma descarada, se abusa, se despilfarra. Y como la crisis es absoluta, sobre todo por el cambio climático, ésta tiene repercusiones directas en todo lo relativo al agua, porque el agua es la primera materia prima del clima.
¿Tiene respuesta al porqué de esta ignorancia?
Está en el título del libro.
Somos agua que piensa...
Fíjate que pensamos con algo que rechazamos y lo incluimos en el lado oscuro, en aquel que no tenemos en cuenta. ¡La vida es beber! Ese aforismo está repetido en el libro varias veces. Habría que ser muy conscientes de que la vida es beber. Y no digamos la salud, algo que es posible por el agua. El Agua, en mayúscula, es la base de la totalidad de lo que consideramos imprescindible; es decir, la salud, la higiene, el bienestar, el goce estético.
¿Ha quedado obsoleta la sostenibilidad?
La sostenibilidad es un término secuestrado de forma absolutamente fraudulenta por demasiados. El 90% de lo que es denominamos sostenibilidad ahora mismo, fundamentalmente a través de publicidad institucional y comercial, es puro postureo. Es prácticamente una noticia falsa. La sostenibilidad es otra cosa muy distinta e infinitamente más exigente. Infinitamente más difícil y compleja. Infinitamente más honesta. Infinitamente más democrática. Todo eso va de la mano de la sostenibilidad. La que aparece en los anuncios... afortunadamente, y lo digo con rotundidad, es la que muchos se han visto obligados a utilizar porque hemos conseguido que tenga acogida y buena imagen.
Hay quien dice que es postergar el problema, relegarlo al largo plazo
Yo uso una definición, que creo que está en el libro porque la he usado mucho en debates, incluso con ministros y con consejeros y presidentes de comunidades. Para mí la mejor definición de sostenibilidad es, sobre todo, no esperar a nadie. Ese es su gran significado. Yo con 16 años decidí cultivar la tierra y con 28 me fui a vivir al campo. No esperé a nadie. No esperé a que la Comunidad Europea primara nosequé. Tengo un 100% de autosuficiencia energética desde hace casi 20 años, y no esperé ni a las subvenciones ni a las ayudas ni a nada de eso.
"Si la vida no es el plato principal del menú de la inteligencia, estamos condenados"
¿Cómo podemos llevar a cabo ese cambio cultural?
Con lo que hemos intentado por tierra, mar y aire y que es lo que se lleva diciendo desde hace muchos años con muy distintos resultados. Yo estoy vinculado a los medios de comunicación de hace medio siglo y vi que a lo largo de 2019 las cosas iban viento en popa. Estaba maravillado. Parecía que íbamos a conseguirlo. El tema del cambio climático estaba presente en todos los medios de comunicación. También Greta Thunberg, la COP25, la nueva ley educativa, etcétera.
Entonces legó la pandemia. Y hasta ahora, que todavía hay más frenazo por culpa de la guerra. Pero íbamos bastante bien porque estábamos debatiendo todo el día y porque había menos manipulación en la información. Si ahora no tuviéramos guerras ni pandemia lo que estaría aflorando sobre el cambio climático sería infinitamente más preocupante. Yo tengo mucho contacto con los meteorólogos, y es que... en fin, si vives en la naturaleza como yo, te lo dirá todo el mundo, te lo cuentan las plantas, los animales, te lo encuentras todos los días por todas partes.
¿Ve alguna luz al final del túnel?
Debemos rectificar.
¿Pero tenemos tiempo de hacerlo? ¿Hay margen de maniobra?
Sí, pero no hay mucho tiempo. Fíjate que todos los aspectos políticos: los plazos que se da la Unión Europea, la creación de un ministerio de Transición Ecológica, que es un gran avance de cuya utilidad ya nadie medianamente cuerdo se atreve a negar porque debemos hacer una transición energética, pero que recuerda que hay que cambiar el modelo de producción de electricidad a toda velocidad. Se van aplazando todos estos asuntos porque aparecen situaciones más perentorias, más graves. Ahora mismo, el mazazo del precio de la energía es terrorífico. Porque, curiosamente, para cambiar de modelo energético necesitamos todavía un poco más de la energía convencional. No lo tenemos fácil, pero una de las líneas del libro es que seamos capaces.
Insisto... ¿Lo seremos?
El gran paso para que la ignorancia no mande tanto es identificarnos. De ahí el título del libro: Somos agua que piensa. La sabiduría empieza por reconocer que eres agua. ¡Ahí todo empieza a cambiar! Sí, si tú te ves a ti mismo como una parte del ciclo hídrico y lo interiorizas mínimamente, vas a gastar mucho menos agua, vas a contaminar mucho menos y te parecerá lógico que incluso pueda haber un determinado tipo de exigencia de austeridad. Tal vez así cambien las cosas. Nada cambia si no cambian tus esquemas mentales.
¿Cómo debería estudiarse el agua, la tierra y la vida en los colegios?
Es demoledor. Ahora mismo no recuerdo exactamente, así que no puedo dar cifras exactas, pero en la última ley de educación la palabra vida aparece dos veces y la palabra tecnología más de doscientas. Si la vida no es el plato principal del menú de la inteligencia, estamos condenados. Y de eso es de lo que tenemos que ser capaces. Como está tan de moda el nutricionismo, la dietética... en vez de la recomendación de hacer una dieta Mediterránea habría que hacer, para la mente, una dieta de naturaleza, de saber qué es la naturaleza, cómo funciona, qué es la vida y qué es el agua. La receta es averiguar qué son. Somos lo que despreciamos, cuando en realidad, si tuviéramos un poco más de sabiduría, nos apuntaríamos a ser lo que preferimos.
"Para descontaminarnos mentalmente tenemos que sacar del mercado todo lo relacionado con la vida"
Es lo que decía Raimon Panikkar: "Un poco más de ecosofía y menos ecología"
Pannikar aportó cosas muy valiosas a este debate.
Usted se define como "casi taoísta". ¿Cómo práctica su filosofía de vida en el día a día?
Bueno, yo tengo un privilegio y pido perdón por ello, porque yo tengo yo soy una de las personas con mayor calidad de vida de este país porque vivo en el bosque, a distancia del ruido, de la contaminación, en medio de la belleza y porque soy autosuficiente energéticamente y casi autosuficiente alimentariamente hablando. Tengo mucha suerte. Y, por otra parte, creo que defiendo la más noble causa. Estoy defendiendo desde hace 50 años a la vivacidad, a la transparencia, a la levedad, a la belleza, a la vida. Que te dejen contarlo profesionalmente como a mí me pasa desde hace 50 años... es difícil tener tanta suerte. Yo me considero un ser muy afortunado y suelo pedir disculpas por ello. Lo siento, ya sé que no puede todo el mundo, pero yo sé muy bien lo que hay que hacer, que es lo que yo hago.
Pero potencialmente todos podemos hacerlo
Eso siempre. La gente se maravilla de que haya plantado 26.500 árboles con mis manos. ¡Pero si eso no es nada! Si te pones lo haces tú también.
¿El problema de la "abducción" de la conciencia, como usted la define, es la tecnología?
Más bien se debe a un triple modelo: económico, social y político. Ten en cuenta que el punto de inflexión es cuando Stuart Mill dice que nada que no haya sido convertido en mercancía tiene interés. Hay una civilización entera que se apunta a eso. Algo sólo importa si es mercancía, si tiene un precio en el mercado y, por supuesto, si ha dejado de ser naturaleza. Ese es el axioma sobre el que descansa nuestra civilización: mercancías, mercancías, mercancías. Y eso súmalo a una explosión demográfica absolutamente terrible. Es una tremenda ofensa para la vida ser tantos. Eso sólo se cambia dándole la vuelta: es mucho más importante que el Agua no tenga ningún precio en el mercado a que lo añadan a la especulación bursátil. Para descontaminarnos mentalmente tenemos que sacar del mercado todo lo relacionado con la vida.
¿Cómo hacerlo?
A base de cambiar la mentalidad. Nosotros, los que defendemos la Vida, no podemos defender ninguna forma de violencia, así que eso debe ser una revolución pacífica, doblemente desarmada, intelectual y de tipo cultural-filosófico. No es nada fácil porque los otros tienen infinitamente más capacidad de influencia y, es más, ahora te encuentras con frases como la de que 'el cambio climático es mentira'. Además eso se ha convertido en una religión sectaria.
"El artista intenta imitar la belleza que la naturaleza ya ha conseguido"
Yo defiendo cosas que pueden tener un determinado nivel de abstracción como la belleza, aunque para muchos si un humano no ha puesto encima su dedito no lo consideran belleza. Pero tenemos tranquilos, porque el 90% de lo que decimos y proponemos parte de conocimiento científico. Cuando se ha dado tanto valor a la ciencia por la pandemia debemos recordar que con la ecología pasa lo mismo. No hay ideología, no hay sectarismo, no hay manipulación. ¡Está avalado por decenas de miles de estudios!
Leer más libros es beber más. ¿El arte es una vía?
Totalmente. Tenemos un punto de enganche no muy aprovechado, y es que por suerte se tiene respeto o consideración a la creatividad humana. Tiene prestigio. Ser director de cine, escultor, pintor, poeta tiene prestigio. Y de ahí viene una parte de mi relación con la belleza: el arte es el intento de emular a la naturaleza. El artista intenta imitar la belleza que la naturaleza ya ha conseguido. Yo lo que veo, escucho y siento lo trato de convertir en palabras. Hace falta educación, comunicación y apreciación de lo sensible. Mucha cultura y arte.
¿Podemos confiar en los políticos para hacerlo?
De momento no. Se han dado pasos esperanzadores, como los Verdes en el gobierno de Alemania, las mismas directivas de cambio de modelo energético de la UE son extraordinariamente positivas. Salvo por la tontería de considerar la energía nuclear verde, que es un disparate monumental. La nuclear es el mayor despropósito. Es algo tan peligroso que jamás debería haberse puesto en marcha nada nuclear más que nada porque este planeta tiene terremotos, tsunamis y seres humanos. Si no hubiese seres humanos póngame usted energía nuclear. Si el error humano es la cosa más normal del mundo, y es verdad que todos nos equivocamos un huevo de veces, algo tan peligroso como eso va a dar lugar a equivocaciones. Lo demostró Chernobyl, lo demostró Fukushima. Como existe el error humano no podemos darle espacio a unas centrales atómicas.
Pero hay un lado positivo...
Sí, que hay una intención de dejar de usar combustibles fósiles y aprovechar la energía solar. Es una parte de la política. Pero todo esto exige más que las otras políticas, trabajar más a corto plazo, pero siempre se coloca en el saco del largo plazo y así estamos. Si tenemos que estar en un planteamiento de economía de guerra es contra el cambio climático y estamos todavía con la fábula de si son galgos o podencos. Yo tengo una metárofa: podemos estar absolutamente seguros de que hemos tropezado. La Humanidad entera ha tropezado y está en el aire, cayendo. La sostenibilidad es ver si vamos a caer de pie.
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