El 30% del territorio español concentra el 90% de la población. Este dato se ha convertido en una causa de preocupación principal y se intenta revertir el proceso con medidas de toda índole auspiciadas por Europa y por el Gobierno de España. Entre otros motivos encontramos una realidad básica, el campo alimenta a la ciudad, como pone de manifiesto el interesante libro de la arquitecta Carolyn Steel, Ciudades Hambrientas (Capitán Swing), y el campo se está despoblando.
Este hecho abre las puertas a la industrialización agropecuaria intensiva frente a la extensiva que distribuye de manera más equitativa la riqueza y los recursos y, por ende, disminuye el impacto medioambiental tan devastador que causa la primera. Un campo a escala humana.
La pandemia fue un toque de realidad que reajustó muchos aspiracionales personales. Visibilizó realidades incómodas y difíciles de mirar, como la dependencia de las cadenas logísticas para el abastecimiento de las ciudades o el impacto de los diferentes tipos de consumos humanos en la emergencia climática.
Detonó un éxodo inverso, muchas personas abandonaron la ciudad para establecerse en las periferias más o menos rurales. Especialmente llamativo es el caso norteamericano. En solo un año, de julio de 2020 a julio de 2021, San Francisco perdió un 6,3% de su población y Nueva York un 4%, según el U.S.Census Bureau.
En España estamos viendo un fenómeno similar, un éxodo modesto y silencioso de la ciudad al pueblo. Múltiples factores coadyuvan para afianzar una tendencia que no para de crecer y que demanda acceso a vivienda de calidad y a la posibilitación de un trabajo remoto o de un emprendimiento alejado de la ciudad. Esta tendencia pone de manifiesto la desinversión que las zonas rurales han venido sufriendo desde hace décadas y pone en liza la necesidad de apoyar la reactivación de una economía redistribuida y desterritorializada que beneficia al conjunto de la sociedad.
La tendencia en las prioridades a la hora de buscar una casa han transitado hacia necesidades antes no expuestas. Ahora no se prioriza una casa céntrica, sino una casa donde participar de una comunidad. Aspectos psicológicos como el bienestar y la felicidad cobran un protagonismo antes no verbalizado.
No lo digo yo, lo dice un informe de la multinacional de consultoría inmobiliaria CBRE sobre Tendencias en el living 2023. Y es que desde la pandemia hemos dejado de ser inmortales para en muchos casos ser infelices. La ausencia de felicidad se ha colado en nuestras vidas y nos exhorta a buscar otras posibles.
Los distintos ciclos vitales demandan una flexibilidad en la vivienda y en el trabajo históricamente no planteada, que el mercado es capaz de satisfacer. La digitalización de la información ha facilitado el trabajo más allá de las oficinas tradicionales en los núcleos urbanos que obligan a desplazarse en horas puntas, por lo que siempre que las personas tengan la conectividad requerida y las habilidades necesarias para el trabajo en remoto, soñar otras vidas está al alcance de la mano y de cada vez más bolsillos expulsados por una carestía especulativa.
La profesionalización del trabajo flexible
El coworking rural, como propuesta aglutinante de fomento del emprendimiento local y puerta de acceso al trabajo remoto, es una realidad que está siendo materializada tanto por entes públicos como privados. La propuesta es tentadora: trabaja y vive en contacto con la naturaleza, en comunidades humanas que permiten desarrollar un sentido de pertenencia y gana tiempo de vida, reduciendo un promedio de dos horas diarias de transporte urbano, según Moovit. Todo esto, además, ahorrando dinero. Suena a calidad de vida.
La necesidad de encontrar personas con mentalidades similares con las que conectar es una característica humana. Cuando las opciones de elegir se reducen en entornos pequeños, la existencia de espacios de coworking entendidos como lugares “flexibles, compartidos... orientados a la comunidad y ocupados por profesionales de diversos sectores”. Están “diseñados para fomentar la colaboración, la creatividad, el intercambio de ideas, la creación de redes, la socialización y la generación de nuevas oportunidades de negocio para pequeñas empresas, start-ups y autónomos”, según la definición de Anita Füzi, se convierte en el hecho diferencial que inclina la balanza a favor de los territorios que han visto la oportunidad de atraer y mantener población.
Si lo vamos a hacer, hagámoslo bien
Hemos perdido el miedo, ese que nos dice que fuera de los límites de la ciudad no hay futuro y, más bien al contrario, pensamos que en los territorios se encuentran las oportunidades de verdad, las que nos devuelven el equilibrio entre ser y tener. Por eso, TRIPLE, primer coworking ecológico, y sAtt, estudio pionero de eco-arquitectura, nos lanzamos a la gran aventura rural con TRIPLE rural coworking y coliving.
Proponemos un trasvase de conocimientos y cooperaciones entre el mundo rural y el urbano, articulado a través de la creación de hubs de emprendimiento y conectividad. Lugares que se transforman y adaptan a las necesidades propias del territorio, dejando lugar a la vida, a que sucedan cosas y aprendizajes, a la generación de nutrimento cultural y al acercamiento de recursos sociales a los entornos rurales, creando autonomía, competencia y bienestar.
Uno de los grandes problemas que encontramos en la fijación de población en entornos rurales, como pone de manifiesto la propia Cruz Roja, es la ausencia de soluciones habitacionales. La España vaciada tiene un problema de acceso a la vivienda, parece contradictorio, pero es una realidad.
Es un bien escaso que, o bien no está en condiciones de confort para ser habitado, o bien directamente no sale al mercado porque se mantiene dentro de las familias a pesar de que no se use durante décadas. Por tanto, resulta indispensable la colaboración público-privada para aflorar al mercado vivienda en condiciones óptimas de habitabilidad y accesibilidad y, en la medida de lo posible, vivienda rehabilitada. Rehabilitación que debe ser ecológica, resiliente y humana. Y así contribuir a un desarrollo ecosocial de los territorios sin dañarlos.
Contamos con buena compañía en nuestro viaje: FSC, que garantiza el origen sostenible de las maderas que usamos en las construcciones, o la Universidad Politécnica de Madrid, que nos aporta la imprescindible investigación sobre recursos forestales, silvicultura e innovación. De su mano y de la de otros agentes transformadores que estén por llegar, queremos fomentar, colaborativamente, el emprendimiento y la generación de puestos de trabajo en economías dirigidas al bien común y para el buen vivir.
***Raquel Traba Galisteo, CEO de TRIPLE