"La humanidad está en la cuerda floja", asegura el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Sin embargo, aún estamos a tiempo de minimizar los impactos en nuestras vidas del cambio climático acelerado por la actividad humana. Este es el mensaje principal del último informe de situación de la sexta evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, una síntesis del contexto y las soluciones climáticas publicada hoy lunes 20 de marzo.
Este panel de científicos de todo el planeta asegura que “hay múltiples opciones, efectivas y factibles, para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarnos al cambio climático”. Además, afirma que “están ya disponibles”. Por eso, Guterres reconoce que el nuevo informe es "una guía de supervivencia humana" y "un manual de instrucciones para desactivar la bomba climática".
Por su parte, el presidente del IPCC, Hoesung Lee, insiste en que “la acción climática a gran escala y justa no solo reducirá las pérdidas y daños en cuanto a naturaleza y personas, sino que tiene beneficios más amplios”. Algo que, sin duda, será central en la próxima cumbre del clima (COP28) de la ONU, que se celebrará en noviembre de este año.
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Para los científicos del IPCC, este último informe de su sexto ciclo de evaluación es “revolucionario” en tanto en cuanto que pone el foco no solo en los problemas a los que ya se enfrenta la humanidad, sino en las soluciones.
Matthias Garschage, investigador de la Ludwig-Maximilians-Universität München y coautor del informe, asegura que “hay muchas herramientas ya disponibles y probadas que nos proporcionan una adaptación basada en ecosistemas y ayudan a mitigar el cambio climático”.
Y pone un ejemplo: “Los mismos humedales que ayudan a contener las inundaciones son también buenos como almacenes de carbono”. Por eso, como indica Bronwyn Hayward, jefa del Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Canterbury, “el foco debe estar en un desarrollo climáticamente resiliente”.
La coautora del estudio lo explica: “Esto es, llevar a cabo planes de adaptación y mitigación en conjunto, además de involucrar a toda la comunidad a la hora de hacerlo”. Y es que, afirma, la publicación de hoy apuesta por “una toma de decisiones inclusiva, que vaya de la mano de la gente”.
En comparación con el último ciclo de evaluación, Garschagen asegura que “ahora sabemos que los impactos climáticos están ocurriendo más rápido de lo que pensábamos, y hay evidencia científica suficiente como para atribuírselos al cambio climático. Para Hayward, la novedad estaría en ese enfoque comunitario, porque “sin el conocimiento indígena y local, las soluciones científicas no tendrían sentido”.
“Nos quedamos sin tiempo”
En 2018, el IPCC remarcaba “la escala sin precedentes” de los esfuerzos para mantener el calentamiento global por debajo del grado y medio de temperatura –respecto a la época preindustrial–. Ahora, “el desafío es incluso mayor, debido al aumento de emisiones de gases de efecto invernadero”, asegura el grupo en un comunicado oficial. Y sentencia: “El ritmo y la escala de lo que se ha hecho hasta ahora, y los planes actuales, es insuficiente para atajar el cambio climático”.
Más de un siglo quemando combustibles fósiles y de haciendo un uso del suelo y de la energía poco sostenibles, dice el informe, nos ha llevado a un aumento de temperaturas de 1,1 °C. Como consecuencia, insiste el texto, nos encontramos en un contexto de “eventos climáticos extremos que causan cada vez más impactos peligrosos en la naturaleza y las personas en todas las regiones”.
Como asegura el secretario general de la ONU en un comunicado de prensa, "la bomba climática está en marcha". Sin embargo, aún es posible "desactivarla" y mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 °C. Para ello, asegura Guterres, es necesario "un salto cuantitativo en la acción climática".
Y precisamente por eso Garschagen insiste en que “un calentamiento planetario de más de 1,7 °C, incluso de 1,5 °C, sería catastrófico desde el punto de vista de los ecosistemas que perderíamos: nos quedaríamos sin glaciares, sin arrecifes de coral…”. Son, asegura el investigador, “pérdidas irreversibles” que parece que algunos países están dispuestos teniendo en cuenta “las políticas contra el cambio climático” que están poniendo sobre la mesa.
Eso pese a que, como recuerda Garschagen, “nos quedamos sin tiempo para mitigar el cambio climático, pero también para adaptarnos”. El informe, que se ha aprobado después de una semana de reuniones y negociaciones en Interlaken (Suiza), remarca las “pérdidas y daños que ya estamos sufriendo” y que “continuarán en el futuro”.
Por eso, insiste Garschagen, “necesitamos acción climática urgente, y es mucho más imperativo ahora que al final del anterior ciclo de evaluación del IPCC”, que data de 2014. Y añade: “Hemos perdido 8 años y medio, no hemos sido efectivos, y ahora sabemos que las previsiones de incremento de temperaturas son mayores de lo que pensábamos”.
La salud, en el centro
Para el IPCC, la solución está, como indica Hayward, en la “resiliencia climática”. Y clave de ella sería la salud tanto humana como planetaria. Y es precisamente Guéladio Cissé, investigador del Swiss Tropical and Public Health Institute (Swiss TPH) de la Universidad de Basel, quien hace un análisis del informe en el que ha participado en esta clave: “Tenemos mucha evidencia científica del impacto del cambio climático en la salud, tanto a nivel físico como mental”.
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Además, Cissé hace hincapié en el efecto que tiene la emergencia climática en la salud mental: “Estos impactos en el bienestar físico y psicológico no harán más que empeorar”. Sin embargo, enfatiza que aún estamos a tiempo de reducir “esos riesgos para la salud” al mínimo. El científico asegura que “el sector sanitario necesita despertar y asumir el impacto del cambio climático en los programas de salud pública”.
Porque, recuerda, “el cambio climático se podría convertir en la mayor amenaza para la salud pública” en un futuro no tan lejano. Por ello, insiste, “el sector sanitario tiene que poner la acción climática en el centro. Porque, asegura, “la salud va más allá del sector; cualquier impacto en el agua, en los bosques, en la agricultura, etc., repercute en la salud y el bienestar de las personas”.
El informe del IPCC pone de manifiesto que el impacto de la crisis climática no solo afecta directamente a la salud en términos de enfermedades, sino también “del bienestar de las personas a las que afecta”. Por ello, insiste Cissé, “la salud tiene que estar en el centro de todas las políticas climáticas de todos los sectores económicos; solo así podremos afrontar los retos que tenemos por delante”.
Las ciudades, clave en la adaptación y mitigación
Una vez más, el informe del IPCC llama la atención sobre las ciudades, clave en la reducción de emisiones y núcleos de población mundial que no harán más que crecer. Hayward recuerda que para 2050, dos tercios de la población global vivirán en zonas urbanas.
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Además, Garschagen remarca que es en las urbes donde “nuestras economías prosperan, son nodos de comercio nacional e internacional”. Por ello, insiste, “una correcta adaptación de nuestras zonas urbanas es esencial; la mayoría están expuestas a las inclemencias climáticas”.
Hayward añade que “el problema está en que las ciudades son zonas de alto riesgo climático, por lo que el mayor reto es proteger a las personas que viven en ellas del calor y de las inundaciones”. Los riesgos son por todos sabidos. Sin embargo, concluye la investigadora, este informe del IPCC “propone soluciones para animar a las comunidades a planificar las estructuras físicas de sus ciudades trabajando con la naturaleza”.
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