40 grados en el mes de mayo, 41 días con olas de calor durante el verano, un otoño más cálido de lo normal o más de 20 grados a finales de diciembre. Las temperaturas de este último año en España no han pasado desapercibidas, hasta el punto de que en varias ciudades de nuestro país, como en otras del sur de Europa, los termómetros se han puesto al mismo nivel que urbes a más de 400 kilómetros al sur.
En el caso de Madrid, por ejemplo, las temperaturas alcanzadas a lo largo de todo el 2022 han sido casi idénticas a las experimentadas en Tissemsilt, una ciudad de Argelia situada a más de 700 kilómetros al sur. En otras como Badajoz, el clima ha sido casi idéntico al de la ciudad de Tounate, en Marruecos; o en Zaragoza, donde los termómetros alcanzaron los mismos grados que la ciudad griega de Náfplio.
Son datos revelados hoy por un análisis de la consultora de cambio climático Callendar, con sede en París. Con la herramienta online Climate Comparer, se ha estudiado el histórico de temperaturas del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF, por sus siglas en inglés) y se han comparado con las sufridas este último año en 100 ciudades del sur de Europa, repartidas entre España, Portugal, Francia e Italia.
Como muestra la herramienta, resulta llamativo que en ciudades italianas cercanas a los Alpes como en Milán o Turín se registraron temperaturas propias de Grecia. O en Estrasburgo, en Francia, donde alcanzaron un calor propio de San Marino, en la costa mediterránea. Todas con una media de temperaturas 1,38 grados más cálidas que el histórico de 1990 a 2020.
Que zonas como estas lleguen a unas temperaturas tan elevadas en un espacio de tiempo tan extenso tiene un impacto directo sobre la salud. Sobre todo en España, donde, además de los efectos sobre los sectores de la población más vulnerables, se han registrado en el último año hasta 5.876 fallecimientos.
Según recoge un estudio de The Lancet, el nuestro es el país que registra más muertes atribuibles al calor en Europa, donde la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha contabilizado en torno a 15.000 decesos. Si en el continente el incremento de estos fallecimientos ha sido de unos 15 anuales por millón de habitantes y décadas, en España es el doble, con 30,6 muertes. Unas cifras que aún podrían duplicarse en los próximos 34 años.
Lo que es cierto es que cada vez nos adaptamos más a estas temperaturas. Como señala el último estudio del CSIC publicado en la revista científica Environmental Health, en general, poblaciones como las de España soportan mejor los extremos del clima, tanto de frío como de calor.
La investigadora Dariya Ordanovich, del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC, comenta que España es uno de los países más afectados por el aumento de las temperaturas y las olas de calor dentro de la región Mediterránea. Sin embargo, subraya que “con el paso del tiempo, las personas tienden a adaptarse a las nuevas condiciones, sean desfavorables o propicias”.
Los datos analizados de más de 14 millones de muertes durante los últimos 40 años en España muestran que las atribuibles al frío se han reducido casi tres veces; por su parte, las del calor han disminuido menos y solo se encuentran al final del período de observación del estudio.
Según el investigador Aurelio Tobías, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), la adaptación a las temperaturas no óptimas en España se ha venido produciendo progresivamente. Primero, desde 1989, para el frío y 20 años más tarde, desde 2009, para el calor. No obstante, añade que “a pesar de esta adaptación, sigue existiendo un riesgo considerable del calor extremo para la salud, tal y como se ha visto durante el verano de 2022”.
Y esto por no hablar de otro tipo de impactos. Aunque ahora las reservas hídricas españolas superan el 50% de su capacidad, nuestra región ha encadenado varios meses de sequía y de falta de agua. Aspectos que han repercutido en los cultivos y la generación de energía, además de ayudar a incrementar los precios ya elevados de la cesta de la compra y la factura de la luz.
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La exposición al cambio climático
La cuestión que subyace a los continuos cambios bruscos del clima es qué culpa guarda el cambio climático. Es la pregunta que se plantearon varios expertos de Climate Central, especializados en el estudio de la crisis climática, que calcularon hasta qué punto el cambio climático está detrás de las temperaturas que hemos experimentado los últimos meses.
El Índice de Cambio Climático que elaboraron mostró que en el top 10 de Europa con temperaturas extremas durante este 2022 estaban cuatro importantes ciudades españolas: Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza. Los resultados, publicados en la revista científica Advances in Statistical Climatology, Meteorology and Oceanography, reflejan que estas urbes estuvieron expuestas a un clima más extremo por influencia del cambio climático.
Madrid, por ejemplo, fue la tercera ciudad europea más golpeada por los cambios de temperatura, solo por detrás de La Valeta (en Malta) y Longyearbyen (en Noruega), con 66 días en total.
Además, como recoge el informe, la capital fue la única ciudad europea situada entre las 121 ciudades del mundo con mayor nivel de exposición de su población a los cambios en las temperaturas máximas y mínimas diarias durante el período analizado (desde el 1 de octubre de 2021 al 30 de septiembre de 2022).
Ahora, bajo el influjo de un frío helador en países como España, perdura la misma sospecha. A falta de estudios de atribución que lo confirmen, lo cierto es que los efectos del cambio climático provocan situaciones similares a las que hemos experimentado este tiempo: un otoño con los grados propios de primavera o un fin de año con temperaturas otoñales.
La Agencia Estatal de Meteorología recogió en su último balance climático anual que, en 2022, España había superado por primera vez la media anual de 15 grados hasta colocarse en los 15,3. Además, la llegada cíclica del fenómeno meteorológico conocido como El Niño, suele tender a calentar más las temperaturas, por lo que puede potenciar aún más los efectos del calentamiento global.