Los esfuerzos por saber cómo afecta el cambio climático a nuestra salud y a nuestra vida diaria se resumen en macroestudios como el publicado hoy por The Lancet Countdown. Desde 2016, este grupo de 99 expertos internacionales utilizan 43 indicadores para medir el impacto del calentamiento global en el mundo. Los resultados de este año dejan claro que nos acercamos a un punto de inflexión.
El estudio anual alerta de que gobiernos y empresas siguen estrategias que amenazan cada vez más la salud y supervivencia actuales y futuras, porque siguen priorizando los combustibles fósiles. En consecuencia, ejercen una presión adicional sobre los sistemas de salud y desatan toda una explosión de crisis: un mayor riesgo de inseguridad alimentaria, transmisión de enfermedades infecciosas, enfermedades relacionadas con el calor, pobreza energética y muertes por exposición a la contaminación del aire.
“La crisis climática nos está matando”, asegura Antonio Guterres, secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Insiste en que “la salud humana, los medios de subsistencia, los presupuestos familiares y las economías nacionales están siendo golpeados a medida que la adicción a los combustibles fósiles se sale de control”.
Al ritmo actual, alerta el macroestudio, la descarbonización total del sistema energético llevaría 150 años, lo que nos deja muy lejos de cumplir los requisitos de mantener el calentamiento global en los 1,5 grados acordados por la comunidad internacional en París en el año 2015. Hay que tener en cuenta que este sector es el que más emisiones genera. Sin embargo, desde 1992 apenas se han reducido un 1%.
La guerra de Ucrania ha empeorado las perspectivas y la crisis energética que ya se venía gestando. Al menos de manera temporal, porque algunos países, ante la falta de gas, han decidido posponer el cierre de sus centrales térmicas e, incluso, se está potenciando la construcción urgente de infraestructuras gasistas –como ocurre con el BarMar– bajo el pretexto de que se utilizarán para el transporte de energías limpias como el hidrógeno verde.
Aunque es verdad que no todo son malas noticias. Según el último informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), se espera que este año las emisiones procedentes de los combustibles fósiles crezcan tan solo un 1%. Señalan que las renovables están llenando poco a poco el espacio que deja el gas natural y apuntan a que el uso del carbón será algo temporal.
No obstante, lo hallado por The Lancet Countdown sigue señalando un apoyo férreo a la industria de los fósiles. Un total de 69 de los 86 gobiernos analizados subsidian de manera efectiva los combustibles fósiles. Este sector llegó a recibir hasta 400.000 millones de dólares en el año 2019.
Como apuntan los expertos, las estrategias actuales de 15 de las mayores empresas de petróleo y gas conducen a un aumento de sus emisiones de un 37% en 2030 y de un 103% en 2040. Es decir, dejan de lado los compromisos mundiales para limitar el aumento de la temperatura media global por debajo de los 1,5 grados durante este siglo.
Paul Ekins, líder del grupo de trabajo de Lancet Countdown sobre economía y finanzas y profesor de política ambiental en la University College London, lamenta que “las estrategias actuales de muchos gobiernos y empresas encerrarán al mundo en un futuro más cálido, vinculándonos al uso de combustibles fósiles, que están cerrando rápidamente las perspectivas de un mundo habitable”
El experto lamenta que “este es el resultado de una profunda falta de reconocimiento de la necesidad de una priorización urgente de la financiación para asegurar un futuro saludable, asequible y sin emisiones de carbono”.
Cómo nos está afectando
“Nos encontramos en un momento crítico”, asegura Marina Romanello, directora ejecutiva de Lancet Countdown en la University College London. Añade que “la persistente dependencia mundial de los combustibles fósiles agrava estos daños para la salud en medio de múltiples crisis mundiales, lo que hace que los hogares sean vulnerables a los volátiles mercados de combustibles fósiles, expuestos a la pobreza energética y a niveles peligrosos de contaminación del aire”.
El macroestudio advierte que ningún país está a salvo de los impactos de la crisis climática sobre la salud. Y es que, como hemos podido comprobar este año, el cambio climático aumenta la probabilidad y gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos como las olas de calor, las sequías, los incendios o las inundaciones. Episodios que se cobran miles de vidas cada año.
La exposición al calor extremo afecta de manera directa a la salud. Empeora algunas enfermedades cardiovasculares y respiratorias, además de que puede llegar a tener impacto en los embarazos, en el empeoramiento de los hábitos de sueño, en una mala salud mental y en un aumento de las muertes relacionadas con algún tipo de patología previa.
Entre los más vulnerables a estos episodios extremos de las temperaturas están los niños, que de 2012 a 2021 experimentaron 600 millones de días más de olas de calor que en el período de 1986 a 2005. En lo que tiene que ver con los adultos, hasta 3.100 millones de días más. Las muertes que resultan del calor extremo también aumentaron. En total, un 68% más entre 2017 y 2021 en comparación con las acaecidas entre el 2000 y 2004.
También, el impacto sobre la propagación de las enfermedades infecciosas alcanza niveles preocupantes. En lo que tiene que ver con la malaria, por ejemplo, su transmisión aumentó un 32% en zonas montañosas en América y un 14,9% en África; con el dengue, un 12% a nivel mundial.
Además, como recoge el estudio, la exposición a las altas temperaturas provocó la pérdida de unas 470.000 millones de horas de trabajo potenciales en el mundo en el año 2021. A este respecto, el impacto de los efectos del cambio climático en el PIB van más allá del ámbito sanitario.
A corto plazo, la crisis climática que está creando la dependencia de las energías fósiles está afectando a todos los pilares de la seguridad alimentaria. Las temperaturas extremas acortan directamente la temporada de crecimiento de los cultivos en 9,3 días para el maíz, 1,7 días para el arroz y hasta seis días para el trigo.
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Las consecuencias se están notando ya. Como apunta The Lancet Countdown, en 2020, el calor se asoció con 98 millones más de personas en situación de crisis alimentaria grave en 103 países que las que podían encontrarse entre 1951 y 1960.
Como apunta Robinson “las cadenas mundiales de suministro de alimentos se han revelado una vez más este año como altamente vulnerables a las crisis, lo que se manifiesta en un rápido aumento de los precios de los alimentos y en aumentos proporcionales en la inseguridad alimentaria”. Asimismo, señala que “las concentraciones de dióxido de carbono ejercerán aún más presión sobre la disponibilidad y el acceso a alimentos nutritivos, especialmente para los más vulnerables”.
Desde The Lancet Countdown, piden poner la salud en el centro de la lucha contra el cambio climático. Como asegura Romanello, “con el mundo en crisis, los gobiernos y las empresas tienen la oportunidad de poner la salud en el centro de una respuesta alineada a estas crisis simultáneas y brindar un futuro saludable y seguro para todos”. Y concluye: “La acción inmediata aún podría salvar la vida de millones de personas”.