Una de cada cuatro personas en todo el mundo padece –o padecerá a lo largo de su vida– algún problema de salud mental. Y desde la Confederación de Salud Mental de España alerta de que, en nuestro país, al menos el 6,7% de la población sufre ansiedad.
Junto a la depresión, la ansiedad es una de las afecciones psicológicas más comunes. Sin embargo, es importante recordar que no siempre debe ser considerada un problema de salud mental.
Como explica en un artículo el grupo de Educación en Salud para la Ciudadanía de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), "la ansiedad es un mecanismo adaptativo natural que nos permite ponernos alerta ante sucesos comprometidos".
Por tanto, aseguran, "un cierto grado de ansiedad proporciona un componente adecuado de precaución en situaciones especialmente peligrosas". Es decir, una ansiedad moderada nos permite estar alerta, nos ayuda a concentrarnos y, sobre todo, a afrontar los retos que tenemos por delante.
El problema está, sin embargo, en esos momentos en los que el sistema se ve desbordado y aparece la ansiedad en situaciones en las que no sería necesaria. O, incluso, la reacción es desproporcionada ante la situación en sí.
Síntomas de la ansiedad
Pero ¿cómo saber si estás sufriendo o has sufrido una crisis de ansiedad? Esta puede manifestarte tanto a nivel emocional como físico, por lo que es importante reconocerla para buscar ayuda profesional.
La preocupación constante, el cansancio, la irritabilidad y los problemas para concentrarse o para conciliar el sueño son los síntomas emocionales más comunes. Así como la sensación de angustia o de peligro inminente, pánico o catástrofe.
A veces estos pueden venir acompañados de otros síntomas físicos como sensación de asfixia, hiperventilación, pulsaciones elevadas, sudoración excesiva, tensión muscular, mareos e, incluso, desmayos.
Pero, como recuerdan los expertos, cada trastorno por ansiedad puede traer consigo una sintomatología concreta.
El trastorno de ansiedad generalizada, que afecta entre al 3% y el 5% de los adultos, consiste en una tensión crónica, incluso cuando aparentemente nada la provoca. Según la SEMI, "esta preocupación o nerviosismo excesivo es casi diario y se diagnostica como tal cuando tiene una duración mínima de seis meses".
Con el trastorno o ataque de pánico, el paciente sufre crisis recurrentes y espontáneas de angustia, y es frecuente que la persona sienta que está al borde de la muerte o del colapso. Se trataría de un tipo de ansiedad aguda y extrema, una especie de ataques repentinos de miedo intenso que no tienen una causa directa.
Estos ataques de pánicos pueden derivar en la conocida como ansiedad anticipatoria: el paciente desarrolla angustia ante la posibilidad de sufrir otro ataque.
En cambio, en el trastorno fóbico, la presencia de un temor irracional y persistente ante un objeto específico, actividad o situación se presenta como rasgo principal. Su consecuencia es el intentar evitar constantemente lo temido. Ejemplos serían el miedo a volar, a los pájaros o a los espacios abiertos.
Por su parte, el trastorno obsesivo-compulsivo incluye pensamientos o acciones no voluntarios que no se pueden evitar. El paciente, según la SEMI, llega incluyo a reconocer "el carácter absurdo de sus pensamientos o acciones". Por ejemplo, lavarse las manos cada poco o encender y apagar las luces un determinado número de veces.
Por último, el trastorno por estrés postraumático se presenta como las secuelas psicológicas "desagradables" tras un trauma emocional, una guerra, una violación, etc. "Se caracteriza por los recuerdos persistentes del suceso traumático, un estado emocional con exaltada vigilancia y la reducción general de interés por los sucesos cotidianos", dice la SEMI.
La Clínica Mayo añade a la lista otros tipos de ansiedad como el trastorno de ansiedad inducido por sustancias, ya sean tóxicas o estupefacientes; la ansiedad por separación en los niños; la inducida por otras enfermedades; o el mutismo selectivo, que se trata de una incapacidad constante que tienen los niños para hablar en ciertas situaciones.
Además, esta misma entidad habla del trastorno de ansiedad social o fobia social, que ·implica altos niveles de ansiedad, miedo o rechazo a situaciones sociales debido a sentimientos de vergüenza, inseguridad y preocupación por ser juzgado o percibido de manera negativa por otras personas".
Y desde la Clínica de la Ansiedad recuerdan que no podemos olvidar la relación entre ansiedad y los trastornos de la alimentación.
Qué hacer para calmar la ansiedad
Prevenir la ansiedad es complicado, pero sí es posible tomar medidas cuando uno empieza a sentirse ansioso o angustiado. Lo más importante es pedir ayudar en cuanto notes los primeros síntomas. Como aseguran desde la Clínica Mayo, "la ansiedad, como muchos otros trastornos mentales, puede ser más difícil de tratar si te demoras".
Mantenerse activo, levar una vida saludable y evitar el consumo de alcohol, cafeína, teína y otros estimulantes, como las drogas, es clave.
Pero, ¿qué hacer en caso de que la crisis de ansiedad ya esté sucediendo? En ese caso, lo principal es alejarse de la gente, ir a algún lugar "seguro" e intentar controlar la respiración. Y, sin duda, cuando pase, acude a un psicólogo o a un médico especialista.
Si detectas que un familiar, amigo o compañero de clase o de trabajo está sufriendo un ataque de ansiedad, evita acercarte o imponerte. No formes corrillos alrededor de la persona. Si lo ves necesario, avisa a los servicios de emergencia o a un especialista.
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