Tras décadas reciclando, estamos más que acostumbrados a separar la basura en nuestras casas y cada vez lo hacemos de una manera más eficiente. El reciclaje de materiales como los envases, el vidrio o el papel está más que consolidados, pero muchos aún no tienen muy claro cómo, qué y dónde hay que depositar los residuos orgánicos.
Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) de 2020, los biorresiduos representan más del 34% de los residuos sólidos urbanos generados, ascendiendo a 86 millones de toneladas en 2017 dentro de los 28 países de la Unión Europea.
Sin embargo, señala el estudio, el nivel de recogida selectiva de biorresiduos es desigual dentro del ámbito comunitario y la implementación de un sistema separado de recolección de residuos es a menudo largo y complejo. La educación y la concienciación, indican, son fundamentales para aumentar el porcentaje de reciclaje en los residuos orgánicos.
Qué tirar en la basura orgánica
Según la definición que propone la Directiva marco sobre residuos de la UE, los biorresiduos comprenden los “residuos biodegradables de jardines y parques, los residuos alimentarios y de cocina de los hogares, las oficinas, los restaurantes, los comercios mayoristas, los comedores, las empresas de cáterin y los establecimientos minoristas y los residuos comparables de las plantas de procesamiento de alimentos”.
[Qué es ‘mottainai’: la obsesión por el reciclaje extremo en Japón y su 'policía de la basura']
Siendo más específicos, siguiendo la definición del Ayuntamiento de Madrid, al cubo de basura orgánica van aquellos “compuestos de materia biodegradable como restos de fruta y verdura, de carne y pescado, cáscaras de huevo, de marisco y de frutos secos, otros restos de comida, posos de café e infusiones, tapones de corcho (sin añadidos de plástico u otros materiales), cerillas y serrín, papel de cocina y servilletas sucias, y pequeños restos de jardinería”.
No obstante, algunos de los residuos que no deben depositarse en este contenedor, sino que en el cubo de los restos, son los excrementos de animales, tiritas (y otros residuos de índole biológico-sanitaria) o los textiles. La madera tampoco debe depositarse en este contenedor, ya que, ante la duda, mejor llevarlo a un punto limpio.
¿Qué se hace con los residuos orgánicos?
Los dos métodos de tratamiento más aplicados a los residuos orgánicos son el compostaje (tratamiento en presencia de oxígeno) y la digestión anaeróbica (tratamiento en ausencia de oxígeno). El compostaje es la técnica que más se ha utilizado tradicionalmente, aunque el uso de la segunda está aumentado en los últimos años.
[Así es el innovador proyecto que convierte las algas de arribazón en biogás en Asturias y Galicia]
La ventaja del método de la digestión anaeróbica es que en su proceso se genera biogás y, por tanto, es una fuente de energía renovable, algo fundamental para el objetivo mundial para la transición ecológica y energética. Además, si se trata de una manera adecuada, se crea compost, un elemento fundamental para el abono agrario y para la recuperación de suelos dañados.
En nuestro país, existen actualmente 146 plantas y el número está en continuo crecimiento. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) ya ha trazado una hoja de ruta para cuadruplicar el número de plantas para el año 2030.
Aún así, según remarca el informe de la AEMA, la técnica escogida depende en gran medida de la composición de los biorresiduos escogidos y de las propiedades del sistema de recogida selectiva, aunque la digestión anaerobia tiende a generar unos mayores beneficios ambientales.