Malnutrición, violencia y "partos en el infierno" de Gaza: así viven las palestinas tras un año de guerra
- Las gazatíes viven, según las oenegés, en "el infierno" por un conflicto armado marcado por la ocupación y el bloqueo.
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"Respirar hondo y oler el aire limpio de Abasan". Ese es el único deseo que tiene, en octubre de 2024, Arwa, una gazatí de 32 años que lleva un año viviendo —y criando a sus hijos— bajo las bombas israelíes en la Franja. El 28 de enero sufrió, cuenta, la experiencia más complicada de su vida: dar a luz en una escuela de UNRWA que estaba siendo asediada.
Sin asistencia médica, con tanques rodeando el improvisado refugio y sin tan siquiera ropa para abrigar a la recién nacida, un gélido día de enero Arwa tuvo a su bebé rodeada de voluntarios que hicieron lo que buenamente pudieron. Ni ella ni su hija recibieron ningún tipo de cuidado sanitario hasta 18 días después del parto, cuando por fin pudieron abandonar el refugio y llegaron a al-Mawasi.
El miedo, la inseguridad y la falta de productos sanitarios y de aseo son una constante en Gaza desde que el pasado 7 de octubre de 2023 comenzasen los ataques. Como lo son las bombas que caen del cielo o los edificios destruidos, la muerte y el hambre. Así lo recoge, al menos, el informe Agentes de cambio: el papel de las organizaciones palestinas lideradas por mujeres en crisis, publicado por Alianza por la Solidaridad-ActionAid.
El análisis destaca, como explican desde la propia oenegé, el "terrible impacto de la guerra y la violencia en las mujeres y niñas palestinas, desde un mayor riesgo de violencia de género hasta un profundo trauma psicológico". Aunque también revela la "extraordinaria resiliencia que demuestran a diario mientras impulsan la recuperación de la comunidad y abogan por la paz".
Una crisis sin precedentes
"No estamos hablando de una situación extrema solo por los bombardeos constantes", explica a ENCLAVE ODS Raquel Martí, directora ejecutiva de UNRWA, la agencia de Naciones Unidas que trabaja con los refugiados de Palestina. La Franja, dice, es "el lugar más peligroso del mundo". Y lamenta: "Gaza es el infierno".
Y apunta a la conjunción de varias problemáticas en la que las oenegés llevan décadas denominando "la cárcel al aire libre más grande del mundo". Por un lado, Martí recuerda los desplazamientos forzosos y las "órdenes de desalojo ilegales" por parte del Gobierno israelí como los principales. "Hasta once veces han tenido que moverse los gazatíes", recuerda.
Porque, insiste, "el 87% del territorio permanece bajo órdenes de desalojo". Esto, además, provoca una 'gran herida' en la población, especialmente en las mujeres. "Las familias tienen que huir, los desplazamientos se producen de forma muy rápida y, en demasiadas ocasiones, separan a los niños de sus familias", cuenta Martí.
Y añade: "Imagínense la agonía de que su hijo se pierda y no sepa si está vivo o no". Algo que ya le ha ocurrido a entre 17.000 y 20.000 niños en Gaza desde que comenzó la guerra.
Los desplazamientos, además, según Alianza por la Solidaridad-ActionAid, provocan "desesperación, inseguridad y una sensación de abandono" que está "pasando factura" tanto a hombres como a mujeres. Esta situación, aseguran desde la oenegé, está provocando ya una aumento de los intentos de suicidios, y solo esperan que vayan a más.
Pero la salud mental no es la única que se está viendo empeorada. Martí recuerda que la Franja de Gaza es un "caldo de cultivo" para las enfermedades. Sin agua, sin productos higiénicos y sin servicios sanitarios disponibles, las infecciones se extienden como la pólvora.
La basura se acumula en las calles de Gaza —"no hay servicios de recogida", recuerda Martí—. La gente enferma y son las mujeres las que acaban cuidando. Y, una vez más, las gazatíes son las que están más expuestas a las enfermedades infecciosas.
Kirsten Sutherland, responsable del área humanitaria Alianza por la Solidaridad-ActionAid, estuvo apenas hace dos meses sobre el terreno y explica lo triste que es ver cómo las mujeres no pueden asearse en los días de menstruación o "dejan de comer y beber lo poco que tienen para no acudir con frecuencia a las letrinas comunes". Así, evitan exponerse a la violencia machista o al acoso.
"Las niñas solo quieren volver al colegio como antes, y las mujeres poder lavarse el pelo con normalidad", resume Sutherland, quien pone el foco en una palabra: dignidad. Porque, insiste, la de Gaza es "una guerra contra la dignidad de las mujeres".
Violencia obstétrica
Y esa pérdida de dignidad se explicita en la situación específica de las embarazadas y lactantes de la Franja. Martí recuerda que son más de 160.000 las mujeres afectadas.
En un contexto de guerra, son ellas las que sufren por la escasez de recursos tan básicos como alimento o agua. "Están desnutridas, no tienen vitaminas, no se están cubriendo sus necesidades básicas y ni siquiera están pudiendo realizarse revisiones médicas porque no hay sanitarios", lamenta Martí.
El estrés y la desnutrición provocan que muchas lactantes no produzcan leche y, por tanto, no puedan amamantar a sus bebés. La responsable de UNRWA en España denuncia, además, que esta situación está derivada directamente de la política de bloqueo del Gobierno israelí: "Israel prohíbe la entrada de camiones en Gaza, y los que deja son mínimos, ni siquiera cubren las necesidades de la población".
En septiembre, asegura Martí, cerca de un millón y medio de personas —de las poco más de dos millones que viven en la Franja— no han podido recibir ayuda humanitaria.
"Resiliencia obligada"
A pesar de todos los desafíos a los que se enfrentan, desde Alianza por la Solidaridad-ActionAid señalan que las mujeres gazatíes son una muestra clara de resiliencia. Ellas, aseguran, han adquirido "un rol crucial en la adaptación a las adversidades".
Por ejemplo, explica el informe, las palestinas han pasado a "ejercer de madres y padres de sus hijos", lo que supone una "carga extra" para ellas, especialmente en un contexto de crisis como el que viven en la actualidad.
Muchas mujeres, además, se convierten en una suerte de custodias de sus sobrinos huérfanos, de sus hermanos y hermanas heridos, o incluso de sus padres enfermos. La mayoría de las gazatíes con las que habló Alianza por la Solidaridad durante su investigación aseguran que se encuentran "en una situación inevitable en la que no tienen más opciones que sobrevivir y apoyar a sus hijos".
Sin embargo, la ingente capacidad de adaptación de las palestinas es una suerte de regalo envenenado. "Su resiliencia es obligada; resisten porque no tienen más remedio", indica Martí.
Y Sutherland matiza: "Ellas son importantes dentro y fuera de casa; son las que buscan alimento, las que cuidan, las que sensibilizan sobre violencia sexual y de género, son profesoras, médicas, enfermeras, voluntarias en los campamentos de desplazados…". Pero la cuerda se está tensando ya demasiado, concluyen ambas.