La periodista sueca Marit Kapla se crio en Osebol, una aldea de poco más de 80 habitantes —lo que llamaríamos en España una pedanía—, perteneciente al municipio de Stöllet. Está en la región de Värmland, en el norte de Suecia, cerca de la frontera con Noruega, tanto que muchos de sus habitantes actuales prefieren buscar trabajo en el país vecino. Una región despoblada, en decadencia desde que la industria maderera se automatizó y dejó de dar trabajo a mediados del siglo XX.
“Escribí Osebol (Capitán Swing, 2023) porque cuando veía en la televisión hablar sobre lo rural sueco, o leía reportajes, creo que no le hacían justicia a cómo es vivir en un pueblo”, explica a ENCLAVE ODS. Y matiza: “La vida en el campo que se le cuenta a la gente que vive en la ciudad no coincidía con mi experiencia, así que quise hablar con mis antiguos vecinos y contar cómo es de verdad, con sus cosas buenas y sus cosas malas”.
Kapla se marchó de Osebol para estudiar en Estocolmo y lleva más de 25 años viviendo en Goteborg, una de las grandes ciudades de su país. Pero acabó escribiendo una novela de no ficción que llamó como su pueblo natal. Lo hizo entre 2016 y 2017 y la pandemia y éxodo de la ciudad al campo la pusieron de actualidad. Solo recientemente ha llegado a España, de nuevo relevante por el peso que pueda tener el descontento del campo.
La novela recoge los testimonios de casi 200 personas de todas las edades. Hijos de migrantes noruegos que llegaron en la Segunda Guerra Mundial y nunca se marcharon y migrantes actuales de origen afgano que trabajan en lo poco que queda de las antiguas leñeras. Jóvenes que se han instalado en el pueblo en busca de la tranquilidad y una nueva vida, y ancianos que creen que su pueblo está destinado a la desaparición.
Las voces de los vecinos aparecen directamente, sin mediación. Porque Kapla quería que fuesen ellos mismos quienes contasen la historia. Además, las ordena en verso libre, porque, como confiesa la autora, quiso transmitir la musicalidad del acento sueco del interior, difícil de trasladar a otros idiomas.
Cuentan historias como la de Lars Jörlén, nacido en 1946, que comenta: “Cuando nos mudamos / empezamos a cultivar / patatas, zanahorias y cebollas / junto con otros. / Utilizábamos los unos los terrenos de los otros. / Nos juntábamos / y retirábamos la mala hierba / y recogíamos patatas”.
Esa colaboración idílica en tiempos más sencillos contrasta con la falta de servicios actual y, sobre todo, de puestos de trabajo. “He quedado fascinada por un vecino, un hombre de 80 años, que se compadecía de mí porque en la ciudad no puedo ver los mismos pájaros que ve él", comparte la autora.
Y continúa: "No soy optimista. El principal problema para quien quiere vivir en el campo en Suecia es la falta de trabajo. En Osebol hay muchos habitantes de fin de semana, que trabajan en Oslo, en Noruega, de lunes a viernes, y ven a su familia sábado y domingo. Se acabarán marchando”.
Distinto país, mismo problema
La periodista deja claro que no se considera una experta, pero cree que su libro está teniendo tanto éxito fuera de Suecia “porque no es tan diferente a la experiencia de otros lugares. La desindustrialización o la automatización han destruido puestos de trabajo y obligado a mucha gente a mudarse contra su voluntad del campo a la ciudad. Eso lo entiende alguien de India, por ejemplo, aunque su escala sea mayor. Y el regreso es parecido, gente que quiere huir de la ciudad, pero no puede”.
Una decisión de su libro que pide trasladar al análisis de los problemas de la ‘Suecia vaciada’ o la ‘España vaciada’ es la "idealización": "He intentado que cada persona explique sus motivaciones para vivir en Osebol, marcharse o proyectar su futuro allí, de forma compleja”. Lamenta "las limitaciones de la novela. Una conversación no son solo las palabras que se utilizan, son más cosas. Es complicado transmitir la complejidad de cómo se comunican las personas, y yo he intentado acércame en lo posible a ello".
En Suecia, el gobierno actual es de centroderecha, pero necesita de los votos de la extrema derecha para sacar adelante su programa. Los votos de esta última llegan directos de la Suecia interior, uno de sus baluartes. Kapla cree que “el avance los extremismos será inevitable si el resto de las opciones políticas siguen fallando en escuchar lo que tiene que decir el campo sin prejuicios. Sobre todo porque se genera un resentimiento que no es fácil de arreglar. Los efectos los estamos viendo ahora”.
Gestionar el éxodo rural
En su opinión, Suecia “ha fallado a sus ciudadanos por la forma en la que ha lidiado con el éxodo rural, ya desde el siglo pasado. Somos un país obsesionado con la modernidad, que ha dado la espalda a lo tradicional. Eso nos ocurre también con la inmigración moderna, la de personas que vienen de otras partes del mundo”. Añade la autora que cree que "nuestros vecinos, como Noruega, lo han hecho algo mejor. Pero no es algo fácil, hoy en día todos los países tienen problemas muy parecidos".
“Yo también soy una de las personas que dejó Osebol”, admite la periodista. Y concluye: “Me marché definitivamente cuando murió mi padre, en 2007, y no creo que vuelva a instalarme de forma permanente nunca más. Sin embargo, sí querría formar parte de un país en el que nadie mirase por encima del hombro a nadie por donde decide vivir. Suelo decir que soy optimista, porque aunque todo lo que digo es pesimista, lo hago para ver si alguien me convence de que me equivoco”.